Cualquier habitante del medio rural asturiano y, por extensión, del resto del Estado debería haberse vuelto loco, incrédulo o escéptico ante la avalancha de planes de recuperación, regeneración, dinamización, desarrollo, de choque y demás palabras altisonantes que día a día escuchan y leen. Honestamente creo que a la mayoría de los profesionales, políticos y demás agentes que trabajamos por y desde el medio rural nos falta pragmatismo, practicidad y conocimiento real de lo que tenemos entre manos y, sobre todo, deberíamos contar más con la opinión y la experiencia de quien verdaderamente conoce y vive en él.

Tengo la peligrosa percepción de que no existe una idea clara de la Asturias que queremos para el futuro, a medio y largo plazo, sin una clara conexión y coordinación de las políticas estratégicas y fundamentales de esta región.

El medio rural asturiano resiste gracias a la inyección externa de fondos procedentes de la UE y especialmente de la PAC, que cubre el déficit real generado por la escasa sostenibilidad económica de algunas actividades, fundamentalmente ganaderas, una agricultura con muchas posibilidades pero poco desarrollada, un sector forestal desigual, una agroindustria con mucho futuro y una economía complementaria, de servicios y turismo básicamente, con margen de mejora y crecimiento. Con estos pilares debemos reordenar y planificar un crecimiento sostenible de nuestro medio rural (económico, social y medioambiental) desde una perspectiva holística e integradora, dimensionando intervenciones y fomentando el desarrollo de los recursos autóctonos.

Un medio rural asturiano con futuro debe ser aquel en el que sus habitantes dispongan de buenos servicios e infraestructuras, así como de oportunidades laborales viables y que les generen recursos económicos para vivir dignamente en él. Esta es la verdadera política de lucha contra el despoblamiento frente a intentos creativos e inciertos.

Desarrollar una ganadería bovina sostenible y rentable, con unos precios de venta final razonables para el productor, acompañada con una diversificación hacia otras especialidades con gran margen de crecimiento, asociado a la agroindustria, como la avícola o la ovina, debe ser afrontado con planificación y recursos.

El campo asturiano resiste gracias a la inyección externa de fondos, procedentes de la UE y especialmente de la PAC

Crear un plan específico para el desarrollo profesional de la agricultura, siguiendo modelos de éxito como el del kiwi, analizando el estancamiento y fracaso parcial de otras producciones, como los frutos rojos, o las posibilidades de buscar un enfoque más práctico a otros tradicionales, como la manzana o las fabas, se hace necesario e inevitable.

El asentamiento y consolidación de la agroindustria, sobre todo de empresas de pequeño y medio tamaño asentadas en zonas rurales, vinculada a la agricultura y ganadería, parece la mejor solución para generar valor añadido a muchas producciones inestables.

Los recursos forestales y toda la economía de servicios y afines, relacionadas con el sector primario, también merecen una planificación real y ajustada a la coyuntura actual, en la que la biomasa o la producción ecológica, por poner dos ejemplos, demandan empleo y formación.

La diversificación de la economía rural complementaria, sobre todo en lo relacionado con comercio, servicios y turismo, ha tenido un desarrollo e impulso notable en las últimas décadas, gracias, entre otras cosas, a los programas Leader de fondos de la UE, siendo su crecimiento capital para generar una mayor calidad de vida en el entorno rural.

Actualmente se está diseñando el modelo que se quiere para el medio rural asturiano, en el marco del futuro Plan Estratégico de la PAC, que representa la enésima o la penúltima oportunidad de establecer las bases que permitan generar un territorio con futuro. La mejor manera de asegurarnos que esto ocurra es mediante una planificación ajustada a la realidad actual de nuestra región, en la que datos, percepciones y recursos se conviertan en resultados eficaces.

Ya lo dijo Jovellanos: “Bien están los buenos pensamientos. Pero resultan tan livianos como burbujas de jabón si no los sigue el esfuerzo para concretarlos en acción”. Así sea.