Oviedo, Javier CUERVO

-¿Qué calidad democrática tenemos en España?

-Aceptable pero manifiestamente mejorable.

-Usted habla de indicios de calidad democrática.

-Oí hablar de calidad democrática y me puse a indagar hace cinco años si había indicadores. La calidad está de moda para la industria o la sanidad pública y se mide por indicadores, pero para la democracia había poca literatura -algo en Costa Rica, más en la Universidad de Stanford sobre Reino Unido-, pero no se podían aplicar indicadores precisos. Por eso hablo de indicios, un conjunto de elementos que pueden decir si una democracia vale o no. Según algunos indicios, la democracia española funciona bien.

-¿Qué indicios usa?

-El Estado de derecho, el funcionamiento de la cohesión de España, la representación, la inclusión, la sociedad civil, la cultura política... Hay que tomarlos de consuno, evaluar entre todos...

-Funcionamiento del Estado.

-Comprobando sus diferentes niveles -también las comunidades autónomas y los ayuntamientos-, si las leyes no son papel mojado, si los principios de la Constitución se aplican, si hay división de poderes, si las agencias independientes, como el Tribunal de Cuentas, no están copadas por los partidos, aunque sean nombradas por el Parlamento...

-¿Cómo funciona la representación política?

-Debería mejorar: la capacidad de los ciudadanos de controlar al Gobierno entre elecciones es baja.

-Principio de inclusión.

-Ahora somos muy sensibles a dar influencia a los sectores que nunca han contado. Hay ampliación de los derechos sociales, preocupación por la situación de la mujer o por la inmigración...

-Agencias independientes.

-No se trata sólo de que estén o no estén copadas por los partidos, sino de que funcionen bien. El Consejo de Estado es un organismo consultivo para el Gobierno, funciona bien y es adecuado, pero no hay que tomar a título de inventario las opiniones de este tipo de organismos. Otro elemento importante es la relación entre la sociedad civil y los organismos políticos. ¿Hay en España una sociedad civil pujante, activa, autónoma e independiente? ¿Tiene relación con el Estado?, ¿Colabora?

-Calidad de la cultura política.

-Hay que pertrechar a los ciudadanos de cultura política. Piénsese en la asignatura de Educación para la Ciudadanía. ¿Cómo no le va a interesar a cualquier partido que se estudie cuando estamos en un proceso de manipulación política? Esta democracia liberal y constitucional necesita ciudadanos virtuosos para funcionar en el siglo XXI. Si no, irá languideciendo, no porque tenga enemigos, sino porque necesita seguidores de esos principios. La gente se dice partidaria de la solidaridad y de la igualdad de género, pero hay demasía de cinismo y luego no es congruente. Me interesa también el fenómeno de la oposición.

-¿Cómo lo ve?

-La oposición debe tener información y oportunidades para fiscalizar al gobierno, pero para su credibilidad no debe estar siempre sobreactuando su negatividad. La oposición es una institución y eso se muestra siendo severa y crítica pero, al tiempo, con disposición a producir acuerdos y asumir responsabilidades. En Estados Unidos los partidos habilitaron a personas para hacer un informe sobre la guerra de Irak y salió bastante crítico. En España el enfrentamiento del PP y el PSOE ahora es descorazonador. Rige que el triunfo de uno ha de ser la aniquilación del otro. Hay una fanatización sin razones profundas para esa escisión social. Se ha infantilizado la comunicación política. Este maniqueísmo comenzó en los noventa, después de que el PSOE ganara las elecciones de 1989. La derecha no se vio competente para gobernar hasta que no metiera al Presidente en la cárcel. Luego lo han hecho otros, no critico sólo al PP.

-Política y medios de comunicación.

-Es otro indicio y muy preocupante cuando hablamos de manipulación, de cómo se maneja el caudal de información disponible, cuyo mal uso deja a los ciudadanos inermes. Gobernar no es decidir sin más. Para decidir hay que tener información solvente. Las dos tendencias en esta relación son o que el Gobierno tiene voluntad de controlar los medios públicos o que los medios privados, potentes o no, intentan imponer su agenda al Gobierno.

-¿Es así en otras democracias?

-Prefiero el modelo inglés.

-¿Por la BBC o por Rupert Murdoch?

-Por la BBC, seguro. Por los medios privados, no sé. Tiene que haber garantía de pluralismo, que los periodistas tengan cierto blindaje para proteger su autonomía e independencia y que haya respeto por la verdad. Esos principios son del siglo XVIII y valen hoy.

-La cohesión de España es un indicio. ¿Cómo lo ve?

-Confuso. Hay muchos errores conceptuales. El debate no es la unidad frente a la diversidad, sino la cohesión. La comunidad política de referencia tiene que seguir siendo el Estado, que debe producir tanta descentralización como sea necesaria y como sea demandada sin perder coordinación. La confusión de la que hablo se origina en el propio diseño del artículo octavo de la Constitución, intencionadamente borroso para que se sintieran cómodos los partidos nacionalistas. El PNV nunca lo estuvo; los demás sí, pero han seguido siempre presionando.

-¿Está más confuso ahora?

-La Constitución de 1978 produjo un impulso extraordinario: estamos muy descentralizados respecto a lo que éramos y somos uno de los países más descentralizados de Europa, pero como hay pulsión nacionalista sigue la confusión. Falta una evaluación seria del Estado autonómico realizada por distintos especialistas.

-Imposible sin que se considere una agresión.

-La racionalidad no se puede parar porque les parezca mal a algunos. Concluyo que el resultado es un Estado confuso y falta una evaluación del rendimiento.

-¿Nuestra calidad democrática siempre ha ido adelante?

-Globalmente, no hemos retrocedido. España progresa razonablemente bien y se nota en el Estado del bienestar. Se ha estancado en las instituciones representativas. Ningún presidente ha logrado que los partidos consensúen una reforma del reglamento del Congreso para que funcione como debe en el siglo XXI y no con inercias del XIX.