El día 7 de mayo de 1808, hace hoy 200 años, la Audiencia de Oviedo -órgano judicial, pero también gubernativo- publicaba un bando y distribuía edictos en los que llamaba a los asturianos al sosiego público. Dos días antes se había producido en Gijón el motín popular contra el cónsul francés, Michel Lagoinière, pero, una vez instruidos los autos de aquel suceso, la Audiencia había evitado practicar detenciones.

Sin embargo, las autoridades del Principado eran perfectamente conscientes de que «a las novedades de cualquier otro correo, suceda otro nuevo alboroto», pues la protesta contra el cónsul se había producido cuando éste distribuyó folletos -contra los borbones- que había recibido ese día por correo.

Al mismo tiempo que pedía calma, la Audiencia enviaba al Consejo de Castilla el expediente del caso de Gijón, acompañado de una advertencia: «Este accidente [ha sido] uno de los más graves que se le pueden presentar, digno de llevarlo a la noticia del Trono, por las consecuencias que se pueden esperar de la inflamación de espíritu que se observa en estos naturales». No obstante, el «Trono» estaba en aquel momento sometido al papeleo de las Abdicaciones de Bayona.

El riesgo de nuevos alborotos en Asturias se lo había comunicado el coronel Joaquín María Velarde, comandante de Gijón, a Francisco Antonio Touves, presidente en funciones de la Audiencia de Oviedo. Velarde, que el día 6 se había reunido en junta extraordinaria con varios oficiales -entre otros, José Voster, de artillería, o José Cienfuegos Jovellanos, capitán de fragata y director del instituto creado por Jovellanos-, solicitaba a la Audiencia autorización para «armar tropa». Curiosamente, Velarde, Voster Cienfuegos u otros ciudadanos, como Antonio Merconchini -responsable de aprovisionamiento de las dos fábricas de armas asturianas-, serán los que en breve plazo adquirirían el protagonismo de la sublevación que estaba en ciernes, y cuya inmediata expresión iba a ser el 9 de mayo ovetense. El estamento militar asturiano era una parte de las piezas que ya estaban situadas en el tablero de la inminente guerra de la Independencia, ya que «serán militares, licenciados en leyes, clérigos, hidalgos y empleados quienes protagonicen el levantamiento asturiano, con un sorprendente protagonismo de personas vinculadas a la corriente liberal», señala en sus obras sobre esta época el historiador gijonés Francisco Carantoña Álvarez.

Ello excluye del levantamiento asturiano a la nobleza y al alto clero, salvo excepciones. En el caso de la Iglesia, el titular de la sede ovetense, el obispo Gregorio Hermida y Camba, era afrancesado, pero el bajo clero provocaría una división eclesial con su apoyo predominante al levantamiento hasta el punto de que, en los años siguientes, sucedería en España que un tercio de los diputados en juntas y cortes serían sacerdotes.

¿Quiénes, en definitiva, formarían el levantamiento? «Serán los artesanos, empleados y obreros de Oviedo y Gijón quienes, a pesar de su relativamente reducido número, protagonicen las movilizaciones populares del período, en las que tendrán también un papel importante los estudiantes de la Universidad», refiere el citado historiador

Unos 510 eran los alumnos matriculados en 1807 en la entonces bicentenaria Universidad de Oviedo. Muchos de ellos crearán después el «Batallón literario» de la guerra de la Independencia.

Por su parte, son «las capas populares urbanas» las que después se inclinarán manifiestamente por el liberalismo y se agruparán en las Sociedades y Tertulias Patrióticas y en la Milicia Nacional». En cambio, el pequeño peso de la burguesía asturiana, en una región en la que predominaban los hacendados rentistas, les restará protagonismo en el levantamiento. Y los campesinos tendrían protagonismo ocasional, al ver amenazados sus intereses, pero sin conciencia política, durante la guerra de la Independencia.

Eso sí, camino del 9 de mayo ovetense, se percibía la «inflamación de los espíritus». Sólo faltaba por llegar el correo de Madrid, con las amenazas del Gran Duque de Berg, el mariscal Murat.