Oviedo, J. M. P.

Javier Fernández (Mieres, 1948) aseguró a los congresistas que competía «sin publicidad en la camiseta». Lógicamente, sólo lo creyeron los suyos, que le aplaudían a rabiar. Aquélla no era ocasión para excesos de confianza: en otoño de 2000 estaba en juego la secretaría general de la Federación Socialista Asturiana (FSA) y los dos bandos en liza se atribuían la victoria.

Fernández, candidato oficialista, apoyado por José Ángel Fernández Villa, disputó el liderazgo del PSOE a Álvaro Álvarez, campeón de una triple alianza formada por renovadores, la «tercera vía» (ugetistas y representantes de pequeñas agrupaciones, con Eduardo Donaire y Antonio Trevín de líderes principales) y un puñado de seguidores de Antonio Masip. Aunque nunca lo proclamó públicamente, el presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, también confiaba en Álvaro Álvarez.

La candidatura de Javier Fernández era, en sí, una prueba de que, por una vez después de años y paños de hegemonía, los oficialistas no las tenían todas consigo. El consejero de Industria era la opción menos belicosa de la terna que barajaba, más o menos oficiosamente, el grupo mayoritario. Las otras dos alternativas eran Fernando Lastra y, menos pregonada, María Luisa Carcedo. Cualquiera de ellas hubiera resultado mucho más agresiva para Areces, enfrentado al «núcleo duro» de la FSA.

Curiosamente, la alternativa de Javier Fernández no se le había pasado sólo por la cabeza al sector mayoritario: también Trevín, meses antes del congreso, había pensado en el consejero de Industria. Consideraba que, al igual que había hecho Adolfo Suárez, era necesario que alguien del «régimen» pilotara la transición. Luego, desistió de este planteamiento para apoyar a Álvaro Álvarez. Y cuando vio que a Javier Fernández le apadrinaba Villa, le dio por perdido para la causa de la renovación interna.

Una de las primeras decisiones de Fernández, adoptada sobre la marcha de acuerdo con el criterio de José Blanco y el del presidente del Principado, fue impedir la constitución de una comisión de investigación parlamentaria sobre la gestión de la Caja. Por ese mismo camino siguieron muchas otras medidas que al cabo de los años han provocado un cambio sustancial del PSOE: la fragmentación en familias, antes un rasgo tradicional, se ha difuminado; la convivencia entre el Gobierno y el partido es razonable; el peso interno de Fernández Villa se ha reducido notablemente, y la idea que comparaba a la FSA con una irreductible aldea gala ha quedado arrumbada.

Son muchos cambios para un partido tan poco dado a las novedades. De alguna manera, el pronóstico inicial de Trevín se ha cumplido y la FSA ha hecho su transición. Y lo que aseguraba Javier Fernández de sí mismo era cierto, para dolor de algunos de quienes le animaron a lanzarse a la piscina, que le hubieran preferido más tribal. Sin publicidad en la camiseta.