Gijón, J. L. A.

En el diccionario no escrito de la política asturiana hay términos, como el de «arecismo», para el que casi todo el mundo parece tener un significado preciso, aunque las definiciones suelen ser muy distintas, y aun antagónicas, según a quién se le pregunta.

Para Francisco Villaverde, que pasa por ser un conspicuo arecista, la palabra ofrece una «imagen simplificada» del movimiento de renovación política que encabezó el actual presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, a partir de la asamblea que los socialistas gijoneses celebraron en marzo de 1987 en la Laboral. En aquel cónclave, en el que se fracturó el partido que gobierna desde hace treinta años la mayor ciudad de Asturias, se consolidó en torno al liderazgo de Areces un grupo de dirigentes que ha tenido y tiene un indudable peso en la política del Principado. «El momento de esplendor político fue 1999», afirma Villaverde, en referencia al año en que Areces es elegido presidente del Gobierno de Asturias. «Areces fue el aglutinante y una ventana a la esperanza», añade.

Para Jesús Iglesias, coordinador de IU, el vocablo «arecismo» apunta al «grupo de colaboradores que ha permanecido fiel a Areces» desde aquella asamblea de la Laboral. «El poder lo tiene él, y los demás sólo por delegación», subraya. El PP ha venido refiriéndose con la palabra «arecismo» a eso mismo, pero también la ha utilizado a fondo para denunciar entramados económicos, urbanísticos e, incluso, culturales en los que ha creído ver la sombra del Presidente o la de alguno de sus colaboradores más conocidos.

Pero el término también se ha utilizado en la batalla interna del socialismo asturiano, una etiqueta que se empleó como sinónimo de renovación frente a la corriente mayoritaria de la FSA, la «villista» o «guerrista», encabezada por el dirigente minero José Ángel Fernández Villa. El «javierismo» sería una síntesis de ambas tendencias.