La temporada salmonera de 2010 será recordada con desencanto, ya que nada termina de convencer a casi nadie. Viene precedida por un año nefasto, en el que se registró el menor número de capturas sacrificadas y controladas de la historia salmonera astur, por lo que el ambiente general y las normas dispuestas para la pesca este año han sembrado la incertidumbre entre casi todos los interesados. Lo único realmente positivo ha sido la concienciación de los principales agentes implicados con la problemática salmonera, aunque las medidas se asuman a regañadientes, con recelo y estoicismo.

El primer paso ha sido elaborar una normativa más severa de lo habitual, con un mayor protagonismo para la pesca sin muerte del salmón, pero con una estructura interna desigual, en la que se ha reducido drásticamente el período hábil para la pesca con cebos naturales. Aun compartiendo la filosofía final y el sentido de la misma, los progresivos cambios, partiendo de una propuesta inicial más coherente, han generado un documento demasiado heterogéneo y confuso.

Si alguien ha salido malparado con la normativa salmonera de 2010, ésta ha sido la pariente pobre del monarca fluvial y, por extensión, su primo, el reo, como viene siendo habitual. Mientras se limita espacial y temporalmente la pesca con muerte del salmón, a los salmónidos menores se les regala una normativa que no difiere mucho de las de años pretéritos, como si las poblaciones de estas especies estuviesen en su mejor momento. La presión a la que serán sometidos determinados tramos trucheros por semana, al no poder acceder a las zonas libres en los principales ríos salmoneros tras a la apertura del período hábil para la pesca de trucha y reo, casi seguro que no tiene efectos positivos sobre las poblaciones de fario. A ver si alguien se entera de una vez de que los reos que ahora retornan de manera razonable son las truchas que tenemos de menos y que dos y dos es lo mismo que tres más uno.

Una de las cosas que más me confundió de esta normativa ha sido todo el proceso de debate previo a su aprobación definitiva. Algunos nos quedamos en el camino, incluso dimitimos, y se nos colgaron paternidades injustas, mientras que el Judas tricéfalo, con sus papeles mágicos sin firma, obró en la sombra para negar su colaboracionismo las veces que hiciese falta. Los que callan, asienten o critican deberían hacer examen de lo que queda de su conciencia, o dar la cara y hasta dimitir también.

Entrando en detalle, lo que más me disgusta de la normativa salmonera 2010 es sin duda el trato desigual que han recibido los principales ríos salmoneros, al margen del ya citado truchicidio. No alcanzo a entender que en el Narcea no exista una sola zona libre sin muerte y que dos de los cotos tradicionales, consolidados en su día como tales para establecer en la parte baja del río una zona de mayor protección y menor presión, como son La Bouza y La Isla, hayan pasado a parciales. Esta circunstancia es más que curiosa, al producirse en el feudo de una de las asociaciones de pescadores que actualmente defiende postulados conservacionistas pero que aún no ha sido capaz de respaldar con hechos sus principios de sostenibilidad piscícola. Los hechos están ahí para comprobarlo.

Lo del Sella y el Cares tiene un poco más de lógica, disponiendo de todo tipo de tramos en sus zonas salmoneras, con algunos detalles que muchos se empecinan en personalizar y que eran fácilmente evitables para paliar eternas suspicacias persecutorias. Muy a disgusto con lo hecho en su feudo natural, dentro de su incoherencia habitual y su visión sesgada y parcial del universo salmonero astur, la asociación más representativa de la cuenca del Sella se ha mostrado coherente con sus postulados y no ha bajado un ápice la guardia, retornando a lo de siempre con los más habituales.

Nada que reprochar con lo establecido en el Esva, consensuado parcialmente con la asociación de pescadores local, ya que se han tenido en cuenta las características de este singular río tinetense y valdesano.

Eo y Cares-Deva, en sus tramos limítrofes con Galicia y Cantabria, tendrán una normativa compleja, ya que aguas arriba de San Tirso de Abres y aguas abajo de Panes las regiones vecinas también se han apuntado a la corriente de normativas orientadas a proteger a la mítica especie (y de paso, también, olvidarse de la trucha y el reo). La mayoría de las propuestas se amparan tan sólo en el descenso de las capturas, razón lógica y contundente, pero se evitan otro tipo de argumentaciones técnicas que no aparecen y son necesarias para respaldar lo programado.

De las normas comunes a todos los ríos resulta poco razonable permitir la pesca a cucharilla sin muerte los últimos meses de la temporada, pero muy lógica los primeros, por la misma razón por la que se venía prohibiendo hasta ahora. Es muy complejo el tema de los cebos autorizados para trucha y reo en aguas salmoneras y una verdadera incongruencia el tema de las idas y venidas con el maravayu («cebo»), del que ahora todos reniegan.

No me gusta que los primeros meses existan tantos días de cotos parciales, ya que otras temporadas, con todos los cebos permitidos, los acotados registraban una baja ocupación en marzo y la primera quincena de abril, por lo que al ser sin muerte la situación se agudiza. No es una buena manera la de fomentar la pesca sin muerte con espacios de acceso restringido y mucho menos en espacios sin peces, ya que para ver el paisaje tenemos el resto del año. Hubiese resultado más lógico y razonable haber eliminado hasta el 1 de mayo todos los cotos parciales sin muerte, facilitando el acceso libre al río para fomentar una práctica poco habitual y hacia la que se orienta la pesca en el futuro.

A la gente la empieza a confundir eso de la pesca sin muerte y la pesca sin peces, sobre todo, a los defensores de la primera.

Al margen de la normativa, se han generado dos interesantes documentos orientados a la protección de las poblaciones de salmón y trucha en Asturias, que no dejan de ser nada más que una ordenada y parcialmente consensuada declaración de intenciones. Debe tenerse en cuenta que estos dos voluntariosos documentos no se ajustan estrictamente a la legislación vigente en la materia, que desde un enfoque holístico e integral habla de un plan de ordenación global para todas las aguas continentales asturianas, con sus preceptivos planes técnicos por cuenca. Siguiendo con esta dinámica, se hará necesario generar nuevos planes para la anguila y otra serie de especies, aunque finalmente el salmón se comerá al resto de especies y nosotros nos lo comeremos a él.

La inauguración del contador de Casielles en el Esva es una buena noticia, pero también lo era el dispositivo de vigilancia interdepartamental organizado para cuidar nuestros salmones, y hasta la fecha las cosas siguen igual. La imaginación no siempre puede sustituir a la escasez de recursos y la buena voluntad se puede quedar en voluntad o en buena, a secas. El papel lo soporta casi todo, pero la gente empieza a ser demasiado escéptica y estar desencantada.

Comparto la filosofía que inspira la normativa vigente, pero discrepo en la manera de aplicarla y, sobre todo, en la manera en la que se cocinó todo, para la que prefiero no utilizar ningún adjetivo. Espero, y deseo, que todas las medidas adoptadas redunden a medio plazo en la recuperación o, al menos, el mantenimiento de las poblaciones de salmónidos en nuestras aguas y que el lógico, y enésimo, esfuerzo que se ha pedido a los pescadores se acompañe de las ya tan anunciadas medidas del «plan Salmón» (contadores, control de las poblaciones, saneamiento, adecuación de márgenes y frezaderos, implementación de dispositivos de paso, control de depredadores ?), sin olvidarnos de la fario y su pariente viajero. A los que siempre se les pide el penúltimo esfuerzo esperan con recelo las transformaciones de planes y promesas en actuaciones y resultados.