Granada, J. MORÁN

José Luis García Rúa (Gijón, 1923), concluye sus «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA, en las que recapitula su actividad antifranquista y su salida de Asturias para establecerse en Granada.

l CNT clandestina. «Cuando intervino el comisario Ramos la cosa fue más dura, y yo ya estaba políticamente más lanzado. No he pertenecido a ningún partido, pero he trabajado en plataformas con comunistas, socialistas, republicanos? Los cenetistas fueron los últimos que entraron. Aparte de que yo tenía una tradición familiar, y aparte de mi historia del campo de concentración en Francia, yo no tuve contacto con la CNT clandestina a lo largo de ese tiempo. Un día apareció en mi casa un hombre, Aquilino Moral, de Duro Felguera, y me dijo que había sido compañero de mi padre y con él había fundado el POUM en Asturias. Me habló de mi padre y de cómo estaba en aquel momento la CNT en La Felguera. Al marchar, me dijo: "¡Salud, compañero!". El saludo y levantar el puño era nuevo para mí. Seguí manteniendo la relación con él y me di cuenta de que era un verdadero militante, un hombre que se había entregado por entero a la causa y que además no se casaba con nadie. Por él empecé a tener contactos con la CNT clandestina, y ésta se fue acercando más a lo que era el grupo de la Academia de Cura Sama».

l Pordiosero social. «La actitud de Ramos era cada vez más dura, más cabrona. Un día, en Oviedo, se sentó al lado mío en un café. "Hola, ¿qué tal?", me dijo. "No sé quién es usted", y fue como si le hubiera insultado. Se levantó y gritó: "¡Acompáñeme!". Me llevaron al "cuartón" de la Comisaría, al lado del Reconquista, y me tuvieron allí el día entero. Ramos me dijo: "No vuelva usted más por Oviedo"; pero en el año 1965 coincidió que era el centenario de Séneca y los estudiantes me pidieron que diera una conferencia en la Universidad. Yo tenía entonces una audiencia tremenda. Después, Ramos fue a Gijón: "Le dije a usted que no volviera a Oviedo, por lo tanto, le voy a cerrar la academia", y la cerró por las buenas. Años después, durante el estado de excepción de 1970, cuando ya estaba en funcionamiento CRAS (Comuna Revolucionaria de Acción Socialista), me llevan a Comisaría y está Ramos presente. Los interrogatorios fueron duros. Ramos no llegó a pegarme nunca; lo más que hizo fue ponerme el puño en la cara, sin atreverse a descargar, con lo que yo sentía los pelos de sus nudillos. Y me dijo: "Es usted un pordiosero social". Me dio mucho que pensar y me dije: "Coño, tiene razón este hombre"».

l Tirar panfletos. «CRAS comienza por mis experiencias políticas. Hacia 1965 viene a verme un cura obrero de Mieres, creo recordar que Nicanor López Brugos, con cuyo hermano, alumno mío, yo tenía mucha relación. Me dijo que había 5.000 mineros en huelga y yo le di mi opinión: "La huelga es el arma fundamental de la clase obrera y hay que mirarse bien antes de hacerla, para que no caiga en desprestigio, pero una vez lanzada hay que llevarla al triunfo". "Entonces -dijo él-hay que tirar papel", escribir panfletos clandestinos. Escribí el panfleto, y la CNT estaba de acuerdo, pero no podía firmar con los comunistas, y los socialistas tampoco. Fui a los comunistas y les dije: "Tiradlo vosotros, pero no con el nombre de PC, sino de Oposición Obrera". Pasaron los días y la huelga se fue a la mierda; por alguien del PC me enteré de que no habían tirado el panfleto porque no les convenía la huelga, porque el proletariado asturiano estaba demasiado avanzado para la situación en la que estaba el partido, y ellos pretendían que el PC estuviera a la cabeza. Entonces rompí de hecho con el PC. Nos encontrábamos en los sitios comunes, pero había siempre fricciones. En esta situación estaba hasta que me di cuenta de que sin una estructura propia trabajabas para otros como el PC. Esa estructura fue CRAS, que nace en 1969, con una estrategia completamente distinta de la de los partidos, de abajo hacia arriba. A los tres meses CRAS decidió entrar en pleno en CNT, hasta que dos años más tarde grupos que había dentro que eran marxistas quisieron que CRAS se declarara organización marxista y, claro, la mayoría no estábamos por ello. Valorábamos el marxismo, pero veíamos sus errores. Desde entonces decidimos trabajar sólo como CNT».

l Ruptura de la clandestinidad. «Simultáneamente con la Academia de Cura Sama habíamos creado el grupo Gesto. Siempre tuve no sólo afición al teatro, sino confianza en su fuerza. El grupo «La Máscara» tenía problemas para elegir obras en el Ateneo Jovellanos, había muchos roces, y le ofrecimos un espacio escénico. Gesto también organizaba conferencias públicas sobre teatro o temas sociales, en las que podía camuflarse un poco la cuestión política. Nuestra intención en la forma antifranquista de proceder era un poco la ruptura de la clandestinidad, es decir, se mantiene la clandestinidad en los términos en que era obligatorio, pero fuera de eso se actuaba públicamente. Nos reuníamos en el café Manacor, o en el San Miguel o el Costa Verde, y tratábamos asuntos políticos. Para nosotros era fundamental el abrirse a la gente no politizada, no indoctrinada, pero que sentía la realidad. Recuerdo que cuando me metieron preso durante el estado de excepción apareció Gijón lleno de pintadas: "Rúa preso". Eso movía a la gente y lo tuvo en cuenta la Policía, porque impactaba en algo que ellos creían tener perfectamente dominado y aletargado».

l Levantar la casa. «No podía dar clases en el instituto o la Universidad. Me habían echado de la Universidad de Oviedo en 1963. Era profesor auxiliar y duré un mes. Alarcos era el decano, y protesta y fuerza al rector a darle explicaciones de mi expulsión. Entonces el rector le pasa mi informe policial, que decía: "José Luis García Rúa, hijo de Emilio García, destacado dirigente de la CNT muerto en el frente de Oviedo siendo miliciano rojo. Pretende ser profesor, pero es un hombre de conducta dudosa". En la Escuela de Comercio explicaba Alemán y en abril o mayo también me expulsaron. En 1971 una catedrática de Francés del Instituto de El Coto, Marilines, me dice que hay la posibilidad de que vaya como profesor a la Universidad Laboral de Córdoba. Llamo y les digo: "Miren ustedes, que yo soy un perseguido político". "¿Usted va a influir en los alumnos?". "Como profesor nunca hago proselitismo político". "Si es así, no tendrá problema". "Pero mire usted, que voy a levantar la casa". En efecto, levanto la casa en Gijón y me voy con mi mujer y mis tres hijos, Emilio José, Francisco y Héctor. Duré un mes en Córdoba, hasta que el Gobernador Civil dice: "Rúa, fuera". Ese gobernador civil había sido jefe de la Central Nacional Sindicalista en Gijón cuando las huelgas y me conocía. Me veo con Castilla del Pino y otros, y doy clases particulares para poder seguir viviendo. Estaba a punto de volver a Asturias cuando un compañero muy generoso y muy bueno, Pedro Cerezo Galán, hoy catedrático jubilado de Filosofía de Granada y entonces jefe de estudios del Colegio Universitario de Jaén, me dice: "Si quieres, yo te hago un contrato de dos años y no te pueden tocar". Así fue, pero al hacer el siguiente contrato el Gobernador dice que no se firmaba. Entonces los alumnos y profesores se pusieron en huelga indefinida y la Diputación le dice al Gobernador que me permita trabajar sin contrato. Después Pedro Cerezo me trajo a Granada. Entre tanto, se había creado un cuerpo de profesores adjuntos, y yo lo era por oposición en Salamanca, pero me decían que tenía servicios insuficientes. Lo llevé de Juzgado en Juzgado, y ahí quedó el caso paralizado, pero al morir Franco algunos jueces empezaron a portarse de otra manera y me concedieron la plaza. Fui profesor adjunto de Filosofía hasta 1988. Me jubilaron a los 65 años con 65.000 pesetas; había estado 14 años fuera de la Universidad y mis servicios eran insuficientes. Pero me hicieron profesor emérito y lo fui hasta 2003, durante 15 años, cuando el máximo eran dos. Estoy muy agradecido a Granada por todo. Fui secretario general de CNT del 1986 a 1990, y director en dos ocasiones del periódico de CNT».

l El precio. «Fue muy duro el fallecimiento de mi esposa, Gisela, el pasado agosto. No sé, pero parece que una fuerza interior no me permite quedarme quieto, ni metido en mí mismo, porque pienso, sobre todo, en los demás. Fue lo que le dije a ella un día: "Me caso para dedicarme a los demás". Eso significa ahora mismo pensar en esta crisis y actuar coherentemente, resistiendo lo que se pueda. Me arrepiento de muchas cosas de mi vida personal, pero de mi vida en relación con lo social, de eso, no me arrepiento de nada. Tuve que vivir mucho fuera de mi familia, que ha sido casi trashumante. Mi mujer e hijos lo soportaron todo y, en fin, de alguna manera creo que es el precio que tuve que pagar por una dedicación, y lo hice con la esperanza de que sirviera de algo».