El «hombre providencia» ha esgrimido la teoría del complot para convocar anticipadamente elecciones en un clima de desánimo e incertidumbre. No es para menos, dadas las circunstancias, el terreno embarrado y el tiempo perdido. Lo hace, supongo yo, consciente de que en esta ocasión no obtendrá respaldo a cambio de virginidad. Muchos de los asturianos vírgenes en el momento de otorgarle su confianza en mayo habrán dejado de serlo después de estos seis meses de gobernanza a tres turnos sin resultados beneficiosos para esta bendita tierra.

La decisión de convocar las elecciones a las primeras de cambio se sustenta en la excusa de la prórroga de un Presupuesto escasamente fiable o riguroso, tan mal elaborado por sus autores como digerido por la oposición. Pero la causa verdadera hay que buscarla seguramente en la incomprensión de la mayoría de los asturianos hacia el político que se presentaba como salvapatrias o Tirano Banderas, dependiendo del momento. Y también en la ofuscación del susodicho o, por decirlo de otra manera, en su incapacidad para moverse en el tablero con sus dieciséis piezas frente a las veintinueve del resto del Hemiciclo.

Si uno, después de tantos años, no sabe o no quiere entender que la política es el arte de lo posible, es que la experiencia le ha servido de poco. Si es incapaz de comprender que la gobernabilidad, efectivamente, muy al contrario de lo que piensa, se resume en la aritmética que delata la correlación de fuerzas, es que no vive en este mundo con los pies en la tierra. Y eso es posible que le esté pasando a Cascos, perdida la orientación y aislado del resto del Parlamento, que puede ser mejor o peor pero cuenta con la dichosa mayoría. Por eso ha venido con este cuento chino de la gobernanza, según él un «concepto novedoso de la democracia europea», con el que intenta vender una mercancía averiada, para indigentes intelectuales o, en cualquier caso, la cuadratura del círculo.

Puede que muchos asturianos no hayamos captado, al igual que él sufre de entendederas, este asunto tan sumamente resbaladizo de la gobernanza. O también es posible que no nos merezcamos los famosos tres turnos del sainete. Habrá que dejarnos entonces por imposible; siempre hay quienes se resisten a ser salvados, qué le vamos a hacer. Con un turno o dos sería suficiente si en el ánimo de quienes se turnan está trabajar por esta región, no tirar balones fuera con la disculpa de que los adversarios no permiten hacer lo que a uno le da la gana.

El caso es que Cascos ha decidido arrojar la toalla y convocar a las urnas, a ver si esta vez el panorama se presenta más halagüeño para lo que se propone. Pero es difícil que se clarifique hasta el punto de despejar el horizonte en una u otra dirección.

La derecha, como acostumbra, está dividida, aunque se desconoce hacia qué lado se va a inclinar esta vez la aritmética del sufragio universal. Si va a convertirse en un abuso estadístico o a imponer la razón política del entendimiento. Para ayudar al votante a decidir y despejar el panorama no estaría mal que los candidatos, sean quienes sean finalmente, proclamen en la campaña con quiénes están dispuestos a entenderse o desentenderse. Las mayorías absolutas se antojan imposibles.

La política da muchas vueltas, pero no es previsible que quien no se entendió con su aliado natural capitalizando más votos y escaños que él vaya a hacerlo en el caso de obtener menor rédito en las urnas. Probablemente elija el todo o nada, «yo o el abismo», como reclamo electoral. Sin embargo, puede que esta vez los asturianos no atiendan a este tipo de órdagos por considerarlos nocivos para la salud pública.

En el supuesto de que el resultado sea esquivo con sus pretensiones, existe la incógnita de si el «hombre providencia» se quedará para aguantar los palos del sombrajo o, por el contrario, marcará una distancia con la patria que vino a salvar. Queda por saber igualmente si el Partido Popular sabrá recuperar los votos que se le escaparon por su falta de sintonía con el electorado asturiano, que eligió la aventura antes de repetir con los de siempre, y Asturias deja de ser una excepción dentro de España y sus tendencias. Y si la excepción se confirma, convendría también que la izquierda diga si está en esta ocasión dispuesta a asumir la responsabilidad de gobernar por mucho vacío que halle alrededor. Pronto se verá.