Designada el pasado martes presidenta y candidata para las elecciones del próximo 25 de marzo, Mercedes Fernández, «Cherines», ha tenido las manos libres para cerrar sin mayores preámbulos una candidatura con la que ha dado el primer golpe de autoridad. Un aviso para navegantes: manda ella, eso ha quedado claro. Pero también se ha hecho evidente que esa primera decisión ha sido percibida por la dirección de los populares gijoneses, capitaneada desde el año 2003 por Pilar Fernández Pardo en una continua pugna con los sectores fieles a Francisco Álvarez-Cascos, como una declaración inamistosa.

No hay decisión política trascendente sin consecuencias. Es fácil suponer, por tanto, que Mercedes Fernández, dirigente curtida en todas las batallas del PP, tiene medidas las repercusiones internas y electorales de su apuesta por una lista en la que queda excluido, junto a Isabel Pérez-Espinosa y Joaquín Aréstegui, cualquier atisbo de pardismo. La presidenta del PP se juega mucho el próximo 25-M. ¿Por qué, entonces, la apertura de un frente conflictivo con la junta de su partido en Gijón, la mayor ciudad de Asturias, cuyos votos son fundamentales para obtener un buen resultado general?

Pardo, que encabezó la lista municipal gijonesa por tercera vez el pasado mayo, obtuvo 28.170 votos y perdió 7 concejales (ahora tiene 5), frente a los 42.446 sufragios de FAC (la segunda fuerza más votada, después del PSOE). Mercedes Fernández sabe, por tanto, que el pardismo, aun cuando controla la junta gijonesa (4.000 militantes) desde hace nueve años, tras sucesivos y sonados enfrentamientos con el casquismo, no está en condiciones de hacer demasiadas imposiciones tras ese resultado electoral.

Y hay, sin duda, otras dos razones que explican la meditada exclusión de Pardo y sus fieles de la lista electoral que ha cocinado Mercedes Fernández, con los posteriores parabienes del PP de Asturias. La primera tiene que ver con la estrategia de campaña; la segunda, con la intrahistoria «popular», es decir, con las relaciones biográficas de dos políticas que han reñido una guerra abierta o sorda, según las circunstancias, desde el 11 de febrero de 2003, cuando Pardo fue catapultada hasta la presidencia de la junta gijonesa tras la inexplicada dimisión de Isidro Martínez Oblanca, fiel lugarteniente de Cascos.

Mercedes Fernández ha estado siempre, de manera explícita o por vía intermedia, con quienes han discutido el liderazgo de Pardo. Desde que Cascos se alineó el 1 de abril de 2003, en Serín, con los concejales dimisionarios Alicia Fernández Armayor, José Manuel Losa y José Luis Oliveira, la candidata del PP y la presidenta de la junta gijonesa no han dejado de alejarse. Una filtración periodística que atribuía a Pardo manifestaciones que cuestionaban la diligencia de Mercedes Fernández como delegada del Gobierno, a raíz del atentado del 11-M, acabó por envenenar aún más la relación. Pardo siempre calificó de falsa aquella información. Mercedes Fernández dio su respaldo a Lucas Domínguez y Luis Prado d'Almeida, los dos militantes casquistas que pelearon con Pardo por la presidencia del PP gijonés.

Pero Pardo, además, ha entregado la Alcaldía de la mayor ciudad asturiana a Carmen Moriyón, de FAC. Y lo hizo desoyendo algunas recomendaciones explícitas de su partido. Durante meses ha sido la propagandista de lo que ella misma llama el «espíritu de Gijón», algo así como el paradigma de lo que ha de ser el entendimiento de los dos partidos del centro-derecha asturiano. Es una posición singular, que no gusta en sus propias filas. Las razones son fáciles de comprender. El PP, que pasó a ser la tercera fuerza política del Principado tras el 22-M, aspira a convertirse también en Asturias en el partido ganador que ya es con Rajoy. Triunfador en los comicios locales, autonómicos y generales, no puede resignarse a permanecer como una mera formación ancilar del proyecto de Cascos. Y su futuro como fuerza mayoritaria depende de que el votante perciba que Mercedes Fernández es la elegida por un partido de implantación estatal, alejado de cualquier aventura personalista y con la responsabilidad de gobernar España.

El bautizado como «espíritu de Gijón» tiene difícil acomodo, por el momento, en una campaña en la que el PP se jugará su futuro como gran referente del centro-derecha asturiano. Ya veremos qué pasa después del próximo 25 de marzo. Mercedes Fernández conoce bien su ciudad natal y ha optado por incluir en el noveno puesto de su lista a José Rivero Seguin, abogado gijonés que defendió al ex concejal Emilio Noval y al histórico militante popular Luis Prado d'Almeida en sus litigios con la dirección de Pardo.

Hay, pues, un intento por parte de la candidata a la Presidencia del Principado de reconducir las aguas, de volver a atraer al cauce del PP a sectores importantes de esta formación. Necesita de esos grupos, identificados hasta ahora con el casquismo, como ella misma, para obtener un buen resultado y reconducir a la urna del PP a los miles de militantes que se fueron con FAC.

Pardo, con la que el PP ya no contó en las últimas generales, después de representar a Asturias en el Senado y en el Congreso, ha declarado que el PP de Gijón recibe con «desilusión, desencanto y desconcierto» la candidatura muñida por Mercedes Fernández. Pero, a tenor de sus manifestaciones de ayer, no parece que quiera ni pueda librar en estos momentos una guerra que no sería entendida en la calle Génova ni por sus propios seguidores, a los que aún les duele el amargo correctivo de las últimas municipales. Ya lo ha anunciado: apoyará sin entusiasmo, pero con disciplina.

A Mercedes Fernández y Pilar Fernández Pardo las unen unas siglas, además de las clases de Derecho que la primera impartió a la segunda en la UNED, pero las separan nueve años de agrios y tenaces desencuentros. Pardo ha ganado tres congresos locales, dos contendiendo con sendos candidatos que tenían el apoyo de Cascos y Mercedes Fernández. Y Cascos, fundador en 1976 de la junta del PP de Gijón, ha repetido que fue a causa del «trato» que Pardo dio a «Cherines» por lo que trasladó a Madrid su ficha de militante popular, antes de su sonada ruptura. No será fácil la reconciliación entre ambas políticas, ni siquiera cierto cordial entendimiento después de tantas hostilidades y alejamientos. Sin embargo, todo apunta a que una y otra optarán por no volver a poner esa desavenencia bajo los focos de una campaña en la que el PP se juega tantas cosas.