San Juan de Beleño (Ponga), Javier CUERVO

Hermógenes Foyo Pantaleón (San Juan de Beleño, 1921) se jubiló hace más de 20 años como jefe de sección de la Consejería de Cultura después de una larga experiencia en montes y en su explotación y mantenimiento. En sus tiempos se compró Muniellos, se empezó a explotar Peloño. Hijo de un indiano que hizo fortuna en Cuba vive en una muy buena casa de San Juan de Beleño ante un pueblo que ha variado poco desde su infancia, aunque se ha despoblado y ante un paisaje que ha perdido praderías. Está viudo y tiene cuatro hijos.

-A finales de los cuarenta se fue a trabajar a Lugo.

-Estuve 4 años. Llegué con 27. Me casé en Badajoz, pero ya destinado en Lugo.

-¿Cómo conoció a su mujer?

-Me llevaron a Jerez de los Caballeros a controlar todas las fincas de corcho, bellota y leña de encina repasando las fincas del conde de tal y el marqués de cual y les di leña p'alante. Un compañero de pensión me dijo que si iba a Jerez de los Caballeros que preguntara por Sole, una chica muy guapa y divertida a la que había conocido en la feria.

-Y conoció a Sole.

-Sí, pero la que me gustó fue su prima, Flora Marcos Pérez, y al año y pico nos casamos. Cuando marché a Lugo volví a visitarla varias veces y nos carteamos. En Lugo nacieron los dos hijos mayores, José y Alberto, a los que siempre les digo que no se preocupen de ser gallegos, que eso es una carrera.

-¿Cómo era Flora?

-Muy buena ama de casa, perfecta siempre. Llevó la educación de los cuatro hijos, tres varones y una chica, que vive conmigo. Murió en 2000 después de muchos años enferma.

-¿Qué tal le fue en Lugo?

-Ganamos mucho dinero, pero cansé y en cuanto hubo una vacante en Oviedo la pedí y me la dieron. Vine con el mejor ingeniero jefe de España, Eugenio Guallart, que con su padre había hecho la senda del Cares. Cuando murió, de un cáncer rápido, un compañero que venía de fuera preguntó cuál era el hijo para darle el pésame, y le contestaron: «dale el pésame a Foyo, que es el que más lo va a echar de menos porque es el más perjudicado».

-¿Ya quedó siempre en Oviedo?

-Después de 12 años fui a Sevilla de 1964 a 1968, donde mi jefe era de Villaviciosa. Me advirtió un día «sobráis uno, pero el director general de Montes dijo que no iba a trasladar a nadie obligatoriamente». Ya, contesté, pero si tiene que hacerlo seré yo, porque soy el más joven. Él está ocupando un cargo político y si lo cambian no sé qué querrá hacer el siguiente. Tenía un amigo en Madrid que era subdirector del Patrimonio Forestal del Estado y de un telefonazo me arregló una entrevista a las nueve de la mañana con el director general de Montes. Allí fui y le dije que venía a solucionarle un problema.

-Buena entrada.

-En Oviedo no hay una vacante, pero tendría que haberla porque hay un compañero mío, que además de ingeniero es licenciado en Ciencias, les venía muy bien para el Instituto Técnico Forestal. No lo pueden trasladar porque no tiene vacante. Si me trasladan a mí forzoso, cogen mi vacante, la trasladan al instituto, la ocupa él, queda vacante Oviedo y, por tener traslado forzoso, soy el primero en elegir.

-¿Hizo esa jugada a tres bandas a medias con el de Oviedo?

-No conté con él. Supongo que me quedó agradecido pero marchó a Madrid y luego no nos tratamos. Al director general de Montes le interesaba la oferta tanto como a mí. Me dijo que no me podía trasladar forzoso porque, en ese caso, debía pagarme los viajes y la mudanza. En cuanto le aseguré que renunciaba eso me dijo que lo diera por hecho, pero que tenía que hacerlo por escrito en una carta. No se la escribí y 24 horas después mi jefe me comentó que el director general le había dicho que le debía una carta. Estaba más interesado que yo.

-¿Qué tarea se encontró en Asturias de 1952 a 1964 antes de ir a Sevilla?

-Había una legislación muy especial que no se acababa de aplicar en condiciones. Había dos leyes. Una para los montes declarados de utilidad pública y otra la de los particulares, que no estaba muy bien aplicada. No me hice muy querido en el Occidente, porque di mucha leña. En Cangas del Narcea, Ibias, Degaña? casi todo eran eucaliptos para la minería y había algo de nogales para mueblerías de Valencia.

-¿Por qué dice que dio leña?

-Los montes eran del conde de Toreno o del «señoritu» de Figueras y los abogados estaban encantados porque tenían pleitos. Eran de utilidad pública desde 1862, pero ni se respetaban ni estaban bien delimitados. Inscribí nueve montes de utilidad pública a nombre de los paisanos y jodí a los abogados. Los vecinos de Leitariegos quedaron encantados porque los defendíamos nosotros y los abogados de Cangas se quedaron sin chollo. También se compró Muniellos.

-¿Cómo fue eso? ¿Tuvo algo que ver?

-No lo hice, pero sí lo hice. La Dirección General de Montes quería comprarlo. Pasando de Tineo a Luarca paré en un bar y oí al dueño decirle a un parroquiano «no sé de qué coño te quejas si tienes un trabajo fenomenal en Muniellos». El otro le contestó: «No es tan fenomenal porque tenemos que cortar el roble y luego taparlo para que no se note». Fui a la oficina en Oviedo y le dije a Jaime Vigón que había que comprar Muniellos por eso que estaba sucediendo. En Madrid no querían porque había una diferencia de tres millones de pesetas con lo que pedían las dueñas, pero Vigón los apretó y se compró.

-También le tocó el gran momento de los eucaliptos.

-Fui propietario y todo. Compré un eucaliptal en Castropol, lo repoblé, a los 12 lo corté y a los 8 años, lo vendí. Me dio mucho dinero.

-¿Y, en otros términos, cómo es el eucalipto para el monte?

-Los eucaliptales son sólo dinero. Crecen rápido. No son como el castaño, que lo plantas tú y lo cortan los nietos.

-¿Qué queda para los nietos si lo que tienes es un eucaliptal?

-No es tan destructivo como dicen.

-En Peloño, aquí al lado, también intervino.

-En 1954 hice el estudio de Peloño en busca de la rentabilidad que se le podía sacar al hayedo. Subió todo el mundo de la zona.

-¿Cómo le fue con la autonomía?

-Muy bien. Era consejero Jesús Arango y presidía Pedro de Silva.

-¿Había recelos?

-Había esperanza por los de la izquierda. Coincidíamos en muchas cosas y se resolvían rápidamente. Había un lío de 20 años en un monte del Oriente, en Llanes, entre el Patrimonio Forestal del Estado, que se metió a repoblar y no se sabía si la madera era del Estado o de los paisanos. Cuando vi aquella riqueza lo pensé en 10 minutos. Que cortaran, pagaran a Patrimonio y lo que sobrara para los paisanos. Lo arreglamos en cinco minutos con el Alcalde.

-¿Ahora cómo están los bosques?

-Abandonados. No se hacen subastas. Vas a Peloño, llevas contigo a uno que sepa dónde se cortó y ves que está precioso. Te metes donde no se cortó nada y la inmensa mayoría está envejecido y hecho una mierda. Ésa es la diferencia. Las majadas también están abandonadas y llenas de escobas. Aquí no vienen a nada.

-Usted se presentó como concejal socialista.

-De relleno en una lista con un alcalde con el que me llevé bien.

-¿Ideológicamente?

-Ideológicamente, soy muy exigente. Debo de ser de izquierdas porque nacionalizaría los bancos y las grandes empresas en 24 horas para que estuvieran al servicio de todo el mundo. Esto no viene de mi familia, no lo heredé. Siempre fui yo y mi circunstancia, como decía Ortega.

-¿Fue un padre presente con sus hijos?

-Mientras crecieron sí. No tuve que forzarlos porque fueron buenos estudiantes.

-¿Qué tal le trató la vida?

-Muy bien, siempre fui a mejor. Tuve amigos y tuve suerte con la familia. No me quejo de la vida.