Los presentes en la plaza Herminio Noval de Soto del Barco no podían dejar de hablar de alguno de los detalles del crimen, como el hecho de que el arma del crimen se hallase parcialmente envuelta en papel de regalo. Este detalle hace que se especule si Bilbao hizo creer a las niñas que se trataba de un regalo para Sara, la más pequeña, que acababa de cumplir siete años el miércoles, un día antes del crimen. La autopsia ha revelado que ésta falleció de un solo golpe en la cabeza, mientras que la mayor, Amets, de 9 años, recibió hasta tres brutales impactos. En los cadáveres se encontraron signos de defensa, lo que indica que fueron plenamente conscientes de que su padre estaba golpeándolas. Los cuerpos de las pequeñas quedaron tendidos en el salón y fueron encontrados sobre dos charcos de sangre. El orden en que fueron asesinadas no puede determinarse, según la Guardia Civil.

Las gotas de sangre que se hallaron en el felpudo de la vivienda pudieron proceder de las manos ensangrentadas del asesino, al salir de la vivienda para coger su coche, dirigirse al viaducto de la Concha de Artedo y arrojarse al vacío desde casi 120 metros. Los agentes han llegado a especular con que una de las menores intentase salir de la vivienda. En la escena del crimen se encontraron salpicaduras de sangre en las paredes, lo que da idea de la violencia con que atacó a las menores. Esta violencia desenfrenada contrasta con la tranquilidad que aparentaba en la mañana del jueves en los cuatro establecimientos de Soto del Barco y San Juan de la Arena en los que fue visto, apenas unas horas antes de acabar con la vida de las menores.

El cuerpo de Bilbao se estrelló contra el quitamiedos y luego rebotó hacia la calzada del puente de la vieja carretera de la costa, donde aún puede verse una gran mancha de sangre. El cadáver permanecía ayer aún en el depósito del Instituto de Medicina Legal, en Oviedo, sin que su familia se hubiese hecho cargo del mismo. Anteayer viernes, el padre del homicida, José Ignacio Bilbao Egusquiza, que vive en Basauri (Vizcaya), no se mostró muy dispuesto a hacerse cargo del cuerpo de su hijo, al que tildó de "loco". Y la hija que el asesino tuvo en otro matrimonio mostró auténtico desprecio: "No quiero saber nada de él, como si lo tiráis a un barranco", espetó.