Si en Asturias hay alguna historia símbolo de la lucha por la conservación de la naturaleza y de los males de la brutalidad del hombre, ésta es, sin duda, la de nuestras pequeñas osas "Paca" y "Tola". Estos animales rescatados por mi padre, Antolín Velasco González, significaron un antes y un después en lo que a nuestra conciencia colectiva se refiere, la cual todos tenemos manchada por haberlas convertido en dos bichos de circo encerrados en una jaula.

La verdad es la verdad y lo correcto es aquello que hacemos bien por encima de todas las demás opciones que pudiésemos tomar independientemente del dinero, los intereses particulares o colectivos. Pues en este caso nos hemos convertido todos en cómplices del maltrato brutal a dos animales que el único error que cometieron fue el de ser hijas de una osa asesinada y caer en las manos equivocadas. Cuando acudí a verlas el otro día me horroricé de la situación lamentable en la que se encuentran: nerviosas, encerradas en un minúsculo cubil del que no pueden escapar ni siquiera cien metros para evitar gritos o para estar tranquilas. Son dos monas de feria a las que más las miraba y más me entristecía. ¿Qué fue de su pequeño cercado en el que podían estar a su aire? ¿Dónde pueden refugiarse cuando no quieren ser molestadas?; la respuesta es fácil: en ningún lado, porque los zoos son para que la gente pueda ver a los animales siempre porque el animal es una cosa no un ser que siente y padece. "Paca" y "Tola" están en un zoo, no nos engañemos.

A la mente me vienen ahora esas fotos de la "Petra", la osa que vivió cautiva toda su vida en el Parque San Francisco hace 50 años y que perdió el pelo de tanto girar sobre sí misma y rozar contra la jaula. ¿En medio siglo no hemos aprendido nada? No sólo las hicimos sufrir de pequeñas, hemos prolongado ese sufrimiento a lo largo del tiempo y además hemos avanzado en la dirección incorrecta. Me recuerdo de niño con mi padre viéndolas el primer día asustadas, desorientadas pero a la vez tan pequeñas, indefensas y preciosas; nunca imaginamos que su destino fuese éste: ser bufonas de un negocio turístico que enseña cosas muy desacertadas bajo el velo de la ecología.

Es por eso que con esta carta quiero llamar la atención a todas aquellas personas responsables del maltrato animal que están sufriendo "Paca" y "Tola" para que si tienen algo de vergüenza le pongan remedio y si no que dimitan de su puesto.

Mi padre y yo ahora sólo podemos pedirles perdón por no haberlas protegido siempre.