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Una batalla de chupitos llevó al coma etílico a un joven asturiano: "Fue horrible"

Tras despertar en el hospital más de doce horas después "desorientado, sin recordar y muy mal", reconoce no saber "ni qué bebimos, era negro e insípido"

Una batalla de chupitos llevó al coma etílico a un joven asturiano: "Fue horrible"

"Sufrí un coma etílico de joven. Fue la peor sensación de mi vida, horrible. Cuando desperté en el hospital habían pasado más de doce horas y no recordaba nada, no sabía cómo había podido llegar a eso. Estaba completamente desorientado y físicamente, muy mal. Nunca más".

Miguel (nombre supuesto del protagonista de esta historia ya que exige anonimato) tenía 18 años cuando sufrió un coma etílico. El consumo de bebidas alcohólicas por parte de los jóvenes vuelve a la palestra tras la muerte de una niña de 12 años en la localidad madrileña de San Martín de la Vega. No era la primera vez que bebía. Según distintas fuentes, salía con personas mayores que ella y ya en otras dos ocasiones anteriores la habían tenido que llevar a casa en estado ebrio.

Miguel sufrió un coma etílico en casa de un amigo, a raíz de una competición "absurda: a ver quién era capaz de beber más chupitos", relata tres años después. "Estábamos de fiesta y uno de nosotros propuso una batalla. Empezamos a provocarnos unos a otros, con eso de "a que no hay huev.." "no os atrevéis", y esas cosas. Y unos con otros nos fuimos calentando y lo preparamos todo para el campeonato".

Vasos llenos y pistoletazo de salida. "No sé ni qué bebimos. Era negro e insípido, no sabía a nada, pero empezamos a beber y entre bromas y risas... no sé, te dejas llevar y llega un momento en que pierdes el control sobre lo que estás tomando y cuánto estás tomando", relata el joven.

"Llegó un momento en que me di cuenta de que estaba muy borracho, que ya no podía controlar. Serían sobre las diez de la noche, y me tumbé en un sofá. Sé que me caí y lo siguiente que recuerdo fue que desperté en el hospital al mediodía del día siguiente. Estaba sólo con una bata, lleno de electrodos y con una vía en la muñeca izquierda por la que me inyectaron vitamina B12, que ahora sé que es porque te quedas completamente deshidratado", relata Miguel.

Al caer al suelo, los otros chicos vieron que no reaccionaba y llamaron a los servicios de emergencia, que se trasladaron hasta la vivienda y se llevaron al joven al hospital en una ambulancia. Los amigos pidieron que no telefonearan a los padres, porque era mayor de edad y no tenían por qué enterarse. Era suficiente con el susto que tenían ellos en el cuerpo.

"De verdad que fue la peor sensación que he tenido en mi vida. Es muy perturbador despertar y no acordarte de nada, absolutamente de nada de lo ocurrido durante más de doce horas. Es como tener un vacío enorme. A eso hay que sumar el malestar físico, con un agotamiento que tienes la sensación de que estás al límite, y con un sabor en la boca como si hubieras bebido alcohol de 96 grados, del que se utiliza para las heridas. Pero es que dos días después, ir a orinar era un suplicio, porque es como si de tu cuerpo saliera ácido que te quemara por dentro", continúa Miguel.

"Cuando me encontré mejor llamé al amigo que había organizado la fiesta, y le hice una pregunta fundamental: ¿quién ganó la batalla? ¡Y había ganado yo!", rememora entre risas. "Esta 'batallita' se la tendré que contar algún día a mis hijos pero para que sepan lo que puede ocurrirles si beben, para que no lo hagan".

Tras aquella experiencia, Miguel asegura que "he vuelto a tomar algo, pero ni acercándome a aquello. Nunca más".

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