La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Aumentan las denuncias de abuso sexual a menores por un familiar

Las agresiones se inician en la niñez y son de padres, abuelos, tíos y la pareja de la madre, con escaso autocontrol y empatía, según los especialistas

Aumentan las denuncias de abuso sexual a menores por un familiar

Aumentan las denuncias por abusos sexuales en menores en los que el agresor es un familiar o convivía en el mismo domicilio: padre, abuelo, tío o la pareja de la madre. Asturias contabilizó un total de 35 en seis años. Según los especialistas, el número es "muy reducido" y las víctimas son mayoritariamente niñas, pero alertan de que hay muchos más casos, que generalmente no salen a la luz a menos que alguien lo descubra o cuando la víctima es mayor. También abogan por campañas de sensibilización para menores, padres y educadores que permitan acabar con la impunidad, pero alertan del riesgo de las denuncias falsas y de poner en peligro las muestras de cariño sanas y beneficiosas para los pequeños.

La mayoría de los abusos sexuales se producen antes de los 13 años, se prolongan en el tiempo y conllevan importantes secuelas psicológicas para las víctimas. A veces, para toda la vida. En cuanto al abusador, no hay un perfil definido, más allá del escaso autocontrol de sus instintos y su poca empatía.

Las cifras de denuncias en el Principado (Policía Nacional y la Guardia Civil) por abusos sexuales a menores en el ámbito familiar fueron facilitadas por el Gobierno respondiendo a preguntas del diputado socialista Antonio Trevín en el Congreso. Según esos datos, en el año 2011 se registraron un total de 4, que se duplicaron en 2012 y se elevaron a 15 en 2013. En 2014 se registraron 9; otras 12 en 2015 y 14 en 2016. "El número de denuncias no permite una aproximación a la realidad suficiente para tomar medidas eficaces", explicó Trevín. "La protección al menor es una obligación ineludible de la Administración y falta conocimiento sobre estos hechos para actuar de una manera implacable desde la prevención", añadió.

Jorge Fernández del Valle, catedrático de Psicología Social y director del grupo de investigación Familia e Infancia de la Universidad de Oviedo, confirmó que "hay poca investigación sobre abusos sexuales a menores. Es muy difícil. Lo más frecuente es que se detecten en la adolescencia y en bastantes casos se vienen ya desde la infancia".

Este experto añadió que "el abuso sexual intrafamiliar es más frecuente en niñas que en niños, y el agresor es una persona supuestamente sana desde el punto de vista psicológico y con una vida normal, aunque en muchos casos se detectan en el ámbito del alcoholismo y la exclusión social".

Fernández del Valle explicó que "es difícil denunciar abusos sexuales en el ámbito familiar. El abusador establece una especie de contrato con el menor, que a veces se basa en la amenaza de que si lo cuenta pasará algo muy grave en la familia. Otras veces lo plantea como un juego secreto entre los dos. En realidad lo que se produce es un secuestro psicológico del niño, que se encuentra atrapado porque el agresor crea un vínculo total de dependencia que se suma al familiar".

Los abusos sexuales se descubren a veces porque, sin querer, el pequeño lanza mensajes llamativos, como cambios de comportamiento, de humor, que no tienen explicación aparente. Otras veces las señales se detectan en el colegio y en algunos casos en los centros médicos, si van acompañados de malos tratos o incluso del contagio de alguna enfermedad venérea.

Pero lo más habitual es que sea la víctima la que descubra el "secreto", cuando crece, es consciente de lo que ocurre y encuentra alguien en quien confiar. Y las consecuencias psicológicas son terribles. "Incluso cuando son mayores, viven la sexualidad como algo amenazante. Son personas a las que les costará mucho encontrar una pareja y cómo afronte esa experiencia para superarla dependerá de la terapia que siga y el apoyo que encuentre", afirmó Fernández del Valle.

Y es que "el agresor tiende a hacer cómplice al niño y convencerle de que lo que hacen es cosa de dos. Esto provoca que el menor tenga sentimiento de culpa, aunque nunca una víctima puede ser culpable de lo que le ocurre".

Los agresores

Pero, ¿cómo un padre, un abuelo, un tío, puede abusar de su hijo, nieto o sobrino?

"Tiene que ver con los instintos. Es muy frecuente que el abuso se produzca entre un hombre y un menor que es hijo de su pareja. Ahí no existe incesto ni parentesco familiar, y les parece que no es tan malo", explica el profesor Fernández del Valle.

Pero cuando sí existe esa relación familiar, que se produzcan esos abusos sexuales "tiene que ver con los instintos. Les sobrepasan y tienen poco autocontrol y poca empatía. Necesitan saciar esos instintos y no pueden reprimirse", asegura. Es por esto que "el tratamiento de este tipo de personas es muy difícil. Un abuso sexual a un menor no deja de ser una agresión y una violación, porque se produce un claro abuso de poder sobre la víctima".

El tratamiento de los abusos sexuales a menores plantea un grave problema social. Adolfo Rivas, director de la Fundación Vinjoy, alerta de que "hay que tratar estas cuestiones con mucho cuidado y respeto, porque se puede hacer mucho daño colateral".

Se alerta, por un lado, del incremento -no existen estadísticas oficiales- de denuncias que resultan ser falsas, la mayoría en casos de divorcios y separaciones, en las que una de las partes utiliza al menor contra la otra.

Pero también está la percepción que se pueda tener de la relación paterno-filial. "No puede existir miedo en la relación afectiva. No se puede negar que existen familias en las que se da incesto y ese secreto entre la víctima y el abusador mantiene a la familia unida. Pero tampoco se puede llegar al extremo contrario, en el que un hecho deleznable y minoritario nos haga daño como comunidad, y que las muestras de amor puro y sano en la familia se conviertan en algo feo y malo", explica Adolfo Rivas.

Compartir el artículo

stats