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Ron Boschma, en la plaza de la Campa de Salas.MIKI LÓPEZ

Las regiones "no han entendido bien" la nueva estrategia de la UE, opinan los expertos

El investigador Ron Boschma invita a identificar las fortalezas de la economía para diversificarla, y a decidir colaborando: "No todo depende de los políticos"

La teoría parece simple en la voz de un experto. La estrategia de especialización inteligente, la locución que desde 2014 orienta las reglas del desarrollo económico regional y de la prioridad financiera en la Europa comunitaria, requiere la identificación seria de las potencialidades económicas de una región "no para insistir en lo que ya se está haciendo, sino para diversificarse, para desarrollar cosas nuevas a partir de lo que ya se tiene. Es reforzar las potencialidades existentes", pero para "cruzar fronteras, usar las fortalezas propias para moverse en nuevas direcciones". Ron Boschma es holandés, economista, investigador de la Universidad de Utrecht especializado en el análisis de la economía regional y urbana y su diagnóstico autorizado por el conocimiento y la experiencia lamentará que las regiones "no siempre han entendido bien" la especialización inteligente. "Más o menos sí" el significado, tal vez no tanto el modo de activar la puesta en marcha. Hasta ahora, dice su balance, "ha sido difícil hacer cruzar fronteras, llegar a una idea común".

De abajo arriba. Diseñador de una metodología de identificación de sinergias entre sectores económicos pensada para favorecer el descubrimiento de las potencialidades propias, Boschma expuso sus conclusiones esta semana en Salas, en el "Encuentro en las montañas con la ciencia regional" que promovió el Regiolab de la Universidad de Oviedo con el sustento de la Fundación Valdés Salas y en el marco del proyecto europeo de investigación "Imajine". En una tesis que encuentra adeptos entre los académicos de su misma línea investigadora, el economista holandés echa en falta la atención de los políticos locales a la búsqueda de caminos nuevos para el progreso de sus economías. Acercándose con cautela a la realidad de "regiones como Asturias", donde la estrategia importa particularmente por la dimensión limitada de su tejido económico, recuerda que la hoja de ruta de la UE estaba pensada para guiar el desarrollo regional "de abajo arriba", para tomar las decisiones a "un nivel completamente descentralizado" e involucrar a absolutamente todos los "agentes locales". Dado que la colaboración cuesta, y la armonización de intereses más, eventualmente él podría añadir de su cosecha una fórmula de superar posibles desidias políticas mediante la cultura colaborativa y cierto empoderamiento social. "No todo depende de los políticos", dirá. Ellos son sólo "un actor más". Estas apuestas sobre la dirección que ha de tomar el porvenir del desarrollo son "el tipo de cuestiones en las que los ciudadanos o las organizaciones cívicas pueden tomar la iniciativa".

La especialización inteligente no empezó bien. Ron Boschma deberá admitir antes de seguir, no obstante, que la reforma de la estrategia europea de crecimiento regional no empezó bien. "Siendo honestos", cuando en 2014 se modificaron las reglas del juego de la política de cohesión la fórmula de la especialización inteligente "no estaba todavía bien definida. Eso fue un problema. Puede que se haya implementado muy de repente y no fue además, extrañamente, el resultado de un gran proceso de investigación. De alguna manera salió de la nada, "se dijo a las regiones que definieran sus propias potencialidades, pero no se les explicó qué esfuerzos debían hacer para ello o cómo debían identificarlas. Aun así, estoy convencido de que tiene sentido y funciona".

El cambio económico y el interés particular. Asturias ha hecho su apuesta. Ha sistematizado la dirección del foco, a grandes trazos, en el metal, la fabricación de materiales avanzados y la nanotecnología, la energía, la industria agroalimentaria, las nuevas tecnologías, la industria creativa y la biosanitaria. Sin conocer en profundidad el tejido productivo asturiano, el diagnóstico del profesor holandés ha detectado en sus recorridos por Europa disfunciones al buscar el consenso político y social que se pide para avanzar. Los actores se sentaron, sí, pero en algunos casos "tal vez no estaban realmente interesados tanto en el cambio económico como en asegurar sus propios intereses". La habilidad para el consenso importa "especialmente en regiones como Asturias, donde quizá sólo hay un puñado de grandes actores. Ustedes tienen la minería y la industria del acero, por ejemplo. Tendrían que decirles que en la selección de la estrategia económica el objetivo fundamental no es mirar por sus intereses, sino diversificar la industria asturiana, y eso no siempre es fácil".

No sólo empresas, no sólo políticos. A la pregunta por el contenido de ese "todos" que están invitados al consenso, el investigador reparte juego. "No sólo las empresas", que son una parte, ni únicamente los agentes vinculados a los gobiernos. Habla de la importancia de las aportaciones de la Universidad, convoca a "otras instituciones de investigación y formación" y a los sindicatos y echa de menos voces independientes, sin nada que ganar o perder en el proceso. Incluso "podían invitarme a mí y yo les aconsejaría. No tengo ningún interés propio" y podría decirles, precisa, "no lo que deben hacer, sino aquello que pueden hacer".

Un método independiente. Lo dice porque trabaja en una metodología "compleja" de identificación de sinergias entre sectores económicos. Eliminando el factor humano, su fórmula serviría para analizar parámetros de una región y poder concluir que "esto es lo que tienes y éstas las industrias que no tienes y que tienen potencial para desarrollarse en tu territorio. Es ahí donde deben concentrarse. Cada región tiene una potencialidad o un conjunto de ellas, algunas más que otras, por eso algunas son ricas y otras pobres".

De Basilicata al País Vasco. Por debajo de las dificultades siempre hay ejemplos de buenas prácticas. Ron Boshma mencionará la región de Basilicata, en el sur de Italia. "También es muy verde y no muy poblada, tampoco tiene demasiada actividad económica y ha sabido desarrollar una política muy inteligente respecto al turismo". Tal y como él lo explica, supieron poner en el centro este sector y a partir de ahí difundir sus potencialidades a otros, poniendo el turismo en contacto con la agricultura o con el diseño de fantásticos edificios, y consiguiendo que todos se beneficien entre sí. Más cerca, el País Vasco "ya hacía especialización inteligente antes de la especialización inteligente", se admira Boschma. A partir de un análisis "muy detallado" de sus capacidades como economía, remata, la clave es que ellos colaboran. Tienen fuertes potencialidades", admite, "pero sobre todo han sabido organizarlas e involucrarlas para que interactúen".

No sirven las "catedrales en el desierto". Su coda final buscará una metáfora que descarte las grandes inversiones irreflexivas en la atracción de conglomerados multinacionales y renunciaría a construir "catedrales en el desierto". En su lugar, otra idea. Atraer individuos: "La incorporación de población bien formada no será fácil sin buenas oportunidades de trabajo, pero he observado que los inmigrantes pueden suponer mucho para una región que quiera desarrollarse en una nueva dirección".

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