Los intentos de la letrada de José Ángel Fernández Villa, Ana García Boto, para que se suspendiese el juicio contra él se vieron finalmente frustrados por el tribunal, que decidió que el exsecretario del SOMA podía declarar. Los magistrados, tras escuchar anteayer a tres forenses y dos neurólogos, se decantaron por esta opción al considerar que, aunque Villa tiene sus capacidades alteradas, no las tiene anuladas y puede por tanto entender y comprender lo que se le pregunta, requisito suficiente, según el Supremo, para poder juzgar a demenciados.

Villa declaró durante una hora y media, y dio una de cal y otra de arena. Hubo momentos en los que respondió con balbuceos y expresiones ininteligibles. En otros, con un "no entiendo bien la pregunta", un "no oigo bien" o un "estoy cansado". Pero en buena parte de su declaración se mostró claro y hasta exhibió cierta retranca. En suma, negó haberse quedado con fondos del SOMA, dirigió las sospechas a otros miembros del sindicato, como el contable Juan Cigales o Aquilino Ronderos, y sólo admitió un pecadillo: "Me quedé con el dinero de las dietas de Hunosa, igual que todos los demás". Las acusaciones sostienen que Villa se quedó en exclusiva las dietas de sus compañeros en el comité intercentros, algo que la defensa considera prescrito.

El exsindicalista sólo respondió a las preguntas de su letrada. Tanto el fiscal Enrique Valdés-Solís como el abogado del SOMA, Miguel García Vigil, se quedaron con las ganas. Aun así, Vigil indicó que "respondió igual, y en algunos puntos mejor, que durante la instrucción".

Hubo momentos en que Villa se perdió, como él mismo reconoció -"es tal el confusionismo que tengo en este momento...", llegó a decir-, o reiteró algún leit motiv con insistencia hilarante. Como cuando hizo referencia a la "complejidad de la organización", la rendición de cuentas "individualizada" o los "sesenta años de respaldo sindical, que no se consiguen en dos días", y en los que siempre se siguió "el mismo procedimiento de control". "No usé fondos del sindicato para fines distintos de los establecidos", afirmó. "No me quedé con una peseta aparte del dinero que tenía que cobrar", remachó poco después. "Lo que cobraba de Hunosa se quedaba en el sindicato. Me quedé con dinero, como los demás", añadió más tarde.

"No puedo dar crédito a lo que estoy viviendo", aseguró en un momento dado, aludiendo, se supone, a verse sentado en el banquillo. En otro, hizo referencia a que ahora se veía "salpicado", por el "desastre en el que parece que se desarrolló la justificación de los gastos". Y apuntó a un responsable, Juan Cigales, el hombre ante el que había que justificar los gastos y que "gestionaba hasta lo personal e individual, por la confianza que había depositado en él". Cigales y su secretaria, Carmen Blanco, imitaban en ocasiones su firma. Algunas de ellas no las reconoció ayer. Lo que tuvo claro es que "jamás hubo una impugnación, las cuentas se aprobaron por unanimidad, del mismo modo que la elección de secretario general".

Hubo una referencia a su salida del sindicato, en 2014. "Dimití por diagnóstico de salud", indicó. Y antes intentó aprobar una auditoría, que "fue rechazada por unanimidad" por los miembros del comité ejecutivo. Se suscitó al parecer un problema con los gastos de la fiesta de Rodiezmo y unos cursos de formación. "Es lo que me ha llegado, pero me llegaba lo que les interesaba", añadió.

"Hechos consumados"

También se descendió al detalle de los gastos personales que le atribuye el SOMA, que le acusa de quedarse 434.000 euros. "Nunca, nunca, nunca tuve una tarjeta específica mía, que yo usase", dijo. La tarjeta en cuestión la usaban también otros miembros de la ejecutiva. Luego admitió que había perdido la citada tarjeta hasta ocho veces. "Eso ye, desde hace muchos años, la forma de actuar por mi parte", se justificó.

Los gastos en puros eran "por deferencia, por correspondencia", en referencia, se supone, a las reuniones con altos cargos. Los de flores, "por la propia cultura del sindicato. Cuando hay un accidente laboral, siempre se corresponde con un detalle, un ramín de flores, como signo de solidaridad y cariño a la familia". El gasto de perfume era para "la gente que iba a un encierro, por cuestiones de higiene, después de 40, 50, 60 días".

La compra del Mitsubishi, no fue cosa de él. "Los miembros de la ejecutiva lo decidieron por razones de salud mía personal. Tengo unas lesiones muy profundas y había que facilitarme poder utilizar un coche que reuniese las condiciones. Se puso a mi nombre por comodidad, había un descuento por discapacidad. Me pusieron ante hechos consumados", aseguró, para añadir que, "desde el primer día", había estado dispuesto a devolverlo. Villa se dolió de que el sindicato no le ha hecho llegar ni sus agendas, ni las cintas ni los recordatorios del fallecimiento de sus hermanos o su madre, "que para mí tienen mucho valor".

Los libros, aseguró, siempre han estado a disposición de quien los quisiera, "pero hay que leer", advirtió. Y es que "había quien los leía y los que sólo lo llevaban pa casa". Y en cuanto al teléfono: "No hay secretario de sindicato al que le hayan pagado el teléfono".