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Somiedo Soñado | 5

"Cazadores" de osos sin muerte

Las técnicas de seguimiento por satélite se han vuelto absolutamente imprescindibles tras unos comienzos confusos y desgraciados

Hábitat osero somedano, entre La Mochada, a la izquierda, y Cerridiel, a la derecha. VÍCTOR M. VÁZQUEZ

La tecnología de las cámaras de fototrampeo ha ido evolucionando a gran velocidad desde las primeras analógicas que se accionaban, flash incluido, cuando un animal era detectado tras cortar un haz de rayos infrarrojos, hasta las actuales con tecnología digital y capaces de enviar a través de internet las imágenes en tiempo real, y que además son capaces de almacenar miles de fotografías o de grabar vídeos en alta resolución.

Alfonso Hartasánchez se sumergió de forma autodidacta, tal y como comentamos la pasada semana, en esta revolución tecnológica, hasta el punto de que se puede afirmar que nos encontramos ante uno de los mejores "cazadores sin muerte" que tenemos en Asturias, siendo Somiedo y alrededores los lugares en los que, gracias entre otras a su buena y altruista labor, mejor se conoce la población de osos y, sobre todo, los grupos familiares, algunos de los cuales, sin las imágenes de Alfonso, pasarían desapercibidos.

Cuando nuestro personaje, en su trabajo en el FAPAS, se zambulló en este mundo de capturar imágenes gracias al préstamo que el ecólogo francés Vincent Vignon le hizo, al tener que dejar una cámara en Somiedo por culpa de la nieve, apenas creía en su utilidad. Cuando el tiempo lo permitió y una vez revelado el carrete, de 36 fotos, Fonso se encontró con imágenes de lobos, y comenzó a cavilar sobre la importancia que podría tener este método de trabajo.

La desdichada muerte del oso "Cuervo"

En mayo de 1998, casi a los diez años de la declaración de Somiedo como parque natural, se produjo un momento convulso en el que la sociedad asturiana puso en cuestión a los conservacionistas, a los investigadores y a cualquiera que hablara de la necesidad de la ciencia para respaldar la gestión de los recursos naturales. Un desgraciado incidente ocurrido en un intento de capturar algún oso para iniciar un programa de radioseguimiento que permitiera conocer el comportamiento de esta especie, unido a algún hecho aún no aclarado en la captura y manejo de al menos un esbardo, llegó a ser debatido en la Junta General del Principado de Asturias, que acordó no autorizar nunca más el radiomarcaje de osos, habida cuenta la impericia demostrada en aquel momento por los responsables del experimento (técnicos de la Administración regional e investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y, si mal no recuerdo, de nuestra Universidad).

Aquel hecho, que ocurrió en las laderas del Cerridiel, absolutamente reprobable por la indiscutible torpeza de sus responsables, significó una página más que negra de nuestro primer parque natural, y aún hoy en día, en Asturias, estamos pagando sus consecuencias, a la hora de programar las necesarias investigaciones sobre nuestros osos, pues su captura para realizar un seguimiento satelital de los mismos es absolutamente imprescindible.

Tal vez algún lector se pregunte por qué traigo a estas páginas este luctuoso hecho; simplemente es porque la casualidad se cruza en el trabajo de Alfonso Hartasánchez con sus cámaras trampa. En las hemerotecas cualquier lector interesado podrá encontrar todo tipo de explicaciones sobre la muerte del oso "Cuervo": caquéxico, con heridas en una mano producidas por una trampa de la que se libró, enfermo de carbunco, pellejudo, etc. Pues la sorpresa la dio Fonso, cuando en las reuniones de reflexión sobre lo ocurrido, pone encima de la mesa la foto de un oso innominado, captada tres días antes de su captura en las "veigas" de Corés, que revelaban que el entonces bautizado como "Cuervo" prácticamente post morten, era un hermoso macho dominante en la zona, de unos doscientos kilos de peso, sin heridas y plenamente saludable.

¿Hay un futuro para los osos?

Cuando Alfonso llegó a Somiedo en los años ochenta, una piel de oso se vendía por 150.000 pesetas, y un cráneo, al menos en Cangas del Narcea -esto es de mi cosecha personal-, por 300.000; el furtivismo directo era más que preocupante; ahora ya no es el mayor problema, me comenta. Venenos y lazos, aún no erradicados del todo, para procurar tener a raya a lobos y jabalíes, son enemigos indirectos de los osos, por lo que no hay que bajar la guardia, añade.

Ahora, en el parque natural de Somiedo se ha desarrollado una suerte de exceso de protagonismo del oso pardo, implantándose numerosos negocios en torno a su figura y a su observación. Es posible que este hecho relegue a un segundo plano la necesaria conservación de la especie, con lo que es difícil prever cuál será el futuro de nuestros osos y, sobre todo, de los osos en Somiedo. Hay muchos ejemplos en el mundo de desplazamiento de la población a zonas periféricas, por la simple búsqueda de la tranquilidad que necesitan los animales.

Ahora está de moda que en los espacios protegidos se realicen multitud de actividades absolutamente inéditas. En Somiedo, apenas algunos montañeros ascendían a las cumbres y algún naturalista paseaba por sus rincones para ver fauna o flora, e incluso podía aparecer algún estudioso de la etnografía o del mundo de los "vaqueiros". Con el advenimiento y promoción del turismo, esa especie de redentor que va a traer una nueva vida a los somedanos, han llegado actividades desconocidas en forma de pruebas deportivas como carreras de montaña o circuitos de BTT. Esto significa, comenta mi interlocutor, que el territorio se humaniza de una forma no tradicional, con lo que la fauna -hablamos principalmente de osos- ya no controlan a los humanos como los controlaban. Ello, a mi requerimiento, Alfonso lo relata como una mayor movilidad de las osas con crías, por las molestias de la presencia de personas, lo que puede generar un aumento de los infanticidios producidos por los machos adultos, significando una merma directa de la población, pero también la marcha de la población hacia territorios vecinos y más tranquilos, fenómeno que algunas personas comienzan a detectar en nuestro parque natural de Somiedo.

No obstante, en los últimos años, el somedano es el territorio que alberga anualmente el mayor número de osas con crías, con una evolución ascendente que ya se acerca a casi la cuarta parte de las hembras reproductoras que se computan en el conjunto de la cordillera Cantábrica.

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