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"Que sacrifiquen a los perros", piden los hijos del muerto a dentelladas en Siero

Los hijos de Evangelista Canto, el octogenario sierense que murió por las dentelladas de los canes de un vecino, descartan iniciar acciones legales

Habla el hijo del fallecido por perros en Siero

Habla el hijo del fallecido por perros en Siero

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Habla el hijo del fallecido por perros en Siero Marián Martínez

No hace falta acercarse a la valla y los árboles que rodean la finca. Sólo hay que pasar por la carretera y los ladridos y los golpes contra el portón de acceso se vuelven ensordecedores. Por un pequeño hueco, en una esquina, se presentan de repente, ladrando y mostrando sus colmillos. Son aterradores. Son los cuatro perros que el pasado día 10 mataron a dentelladas a Evangelista Canto, de 87 años, cuando iba a visitar a su amigo, el dueño de los canes.

"Le avisaba todos los días de que tuviera cuidado con esos perros, pero él confiaba en ellos. Decía que le conocían y que no hacían nada. Y mira", se lamenta su hijo Evangelista Canto (al que todos llaman Ángel), que vivía con su padre en Arniella (Siero). Con él está su hermano Alfonso. Son dos de los cinco hijos del fallecido. No se quieren acercar a la finca donde están los perros. No quieren verlos. No les gusta ni oírlos.

"Dejé a mi padre en casa sobre las once y diez de la mañana para ir al centro de salud y a la farmacia. Al volver, sobre las doce, vi dos furgones de la Guardia Civil entrando en casa del vecino, pero yo fui a casa", relata Ángel. "Me extrañó que mi padre no estuviera, así que salí y vi a un guardia civil en la carretera. Fui para allá y entonces ya vi a la enfermera de Noreña, a un médico y el morro de una ambulancia, y pensé: ya está, mi padre que cayó".

Ángel se dirigió entonces a los agentes de la Guardia Civil. "Me dijeron lo que había pasado, y que mi padre estaba grave, pero que no lo viera. Ya comprendí que algo había pasado con los perros".

Nadie sabe cómo sucedió el ataque. Ángel y Alfonso piensan que Evangelista abrió el portón para entrar en la finca, pero no tuvo fuerza para manejarlo, le arrastró, cayó al suelo y los perros le atacaron. En casa tienen el bastón de su padre, con el que debió de intentar defenderse, porque está manchado de sangre. "El dueño de los perros estaba en casa, en la cama, y salió cuando sintió el barullo. Pobre hombre, está destrozado", aseguran los hijos del fallecido, que descartan iniciar cualquier tipo de acción legal. "Esto fue una desgracia. Sí pedimos que sacrifiquen a esos perros, porque ya probaron la sangre y son un peligro, pero nada más. El dueño y nosotros somos como de la familia, y el hombre bastante tiene para él".

Los hijos de Evangelista recibieron la noticia de la gravedad del estado de salud de su padre en el Hospital Central Universitario de Asturias (HUCA). "Estaba enfermo del corazón, tenía insuficiencia respiratoria y estaba muy débil. El médico nos dijo que había dos opciones: una, amputarle los dos brazos, porque no tenían músculo, ni carne ni nada, los perros se lo habían quitado todo. Pero no nos aseguraban que sobreviviera. La otra opción era dejarlo sedado para que no sufriera y lo que aguantara. Es más, nos dijo que si fuera su padre, lo dejaría estar. A las ocho y media de la tarde murió".

Ángel y Alfonso están "muy agradecidos al personal médico y sanitario del centro de salud de Noreña y del HUCA, a la Guardia Civil y a todas las personas que nos han acompañado". Un agradecimiento que hicieron extensible a LA NUEVA ESPAÑA "por la sensibilidad y el respeto con que nos ha tratado".

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