Gonzalo Montoya, el preso resucitado, ya está en su casa del Postigo Bajo de Oviedo tras salir de la prisión de Asturias poco antes de las diez de la mañana. Montoya se abrazó a su mujer, Katia, y a sus padres, María Covadonga y José Carlos, y expresó su propósito de aquí en adelante: "Quiero empezar una nueva vida con la mujer y los guajes. Voy a buscar un trabajo, que es lo que me queda, para no volver a la cárcel. Me alegro de haber dejado atrás aquel pozo y poder contarlo".

Montoya dice que no recuerda lo que ocurrió. "Tuve una sobredosis por mezclar pastillas con alcohol y me desperté en el HUCA. Primero me dijeron que me había puesto malo. Y luego me fueron contando que los forenses me habían dado por muerto y había despertado en la morgue. No me lo creía. ¿Cómo iba a estar muerto si ahora estoy vivo? Me puse muy nervioso pero me fueron tranquilizando", explicó esta mañana, rodeado de sus familiares.

El joven de 29 años, casado y con cinco hijos, el mayor de 15 años, quiso justificar su sobredosis. "Me he comido tres años y medio a pulso, hasta el último momento, por cuatro tonterías. Me condenaron por robo estando con la condicional, y luego me fueron poniendo partes en la cárcel. Es injusto lo que hicieron conmigo. Llevo año y medio de depresión. Veía a los demás salir de permiso y yo me angustiaba por la familia, y me cortaba. Ha sido muy duro, no se lo deseo a nadie", explicó Montoya, que dice sentirse "muy nervioso" tras haber dejado los barrotes atrás.

Su regreso a la cárcel, tras pasar por el hospital, fue la sensación. "Me hice famoso. Los funcionarios me dijeron ahora que no vuelva, que piensa en mi mujer y mis hijos, y que si vuelvo me dan unos tortazos", aseguró. Añadió que su abogado está mirando si puede reclamar, aunque el Juzgado ha archivado las diligencias abiertas a raíz de su caso, sin encontrar ningún ilícito penal. Lo que sí es cierto es que, a raíz de su caso, Instituciones Penitenciarias, cambió sus protocolos para que la comprobación de los fallecimientos se haga con un electrocardiograma. Para Gonzalo Montoya, empieza una nueva singladura llena de incertidumbre.