No fue fácil la espera para poder saludar a la Familia Real en Covadonga. Se hizo larga no sólo por el tiempo; también por el calor. Marcaba 24 grados el móvil, pero la sensación térmica era muy superior. El sol castigaba con especial fuerza al mediodía. Algunos preveían lluvia, pero no hubo ni rastro de las nubes a lo largo de toda la mañana y los paraguas que muchos llevaban "por si acaso" se terminaron convirtiendo en sombrillas. Otros intentaban sofocar el calor utilizando los banderines que se repartieron en los autobuses y en la explanada de Covadonga: enseñas de Asturias, España y la Unión Europea. Al final, sobraron únicamente de estas últimas. "¡Yo quiero uno de España!", gritaba un asistente entre el público. Pero ya no quedaban. "Ya sabes, últimamente están muy solicitados...", bromeaba otro. El sol dio algún susto. Los efectivos sanitarios tuvieron que movilizarse por el golpe de calor que sufrió un joven, pero finalmente su repuso él solo. En otro caso, el desmayo de una chica propició que un guardia civil tuviese que sacarla en brazos de entre la muchedumbre. Sin ningún percance vivió la jornada, a sus 75 años, Laudelina Díaz Granda, leonesa residente en Cangas de Onís. Iba equipada con una silla. "La espera es larga, pero llevadera", aseguraba en una inyección de positivismo a quienes le rodeaban.