Prácticamente antes que nadie, ahí estaban ellas. En primera línea para ver la llegada de la Familia Real a la santa cueva. Antes de las nueve de la mañana. Tenían más motivos que nadie: sentimiento en los genes. Una, bisnieta de Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa, gran impulsor del Parque Nacional que cumple cien años. Las otras, sobrinas de Luis Sáenz de Santa María, el último presidente de la Diputación de Asturias. Nada menos que el hombre encargado de entregar, en 1977, los atributos a Felipe que le reconocían, simbólicamente, como Príncipe de Asturias. Y fue allí mismo, en Covadonga.

"Cuando el Felipe vino por primera vez, estábamos aquí. Y también cuando vino Letizia con él por primera vez", recordaba Pilar Suárez-Infiesta Pidal, a la que se le amontonaban los recuerdos, igual que a Margarita y Mariluz, sobrinas de quien fuera presidente de la Diputación y, una de ellas, hija del general José Antonio Sáenz de Santa María. "Tenemos que vivir esto en directo, no nos vale que nos lo cuenten", apostillaba Mariluz Sáenz de Santa María. Y, por eso, no dudaron en pegarse el madrugón.