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El día que Asturias olió el humo

Un año después de los graves incendios del Suroccidente, la naturaleza rebrota con dificultad, los damnificados siguen sin ayudas y no se ha castigado a los autores

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Incendios del Occidente de Asturias un año después

El brezo tiene raíces profundas, por lo que resiste cualquier incendio y rebrota fácilmente a poco que llueva. Las áreas que devastó el fuego hace un año en el Suroccidente están ahora plagadas de ese arbusto perenne que florece en otoño. El verdor que imprime en el paisaje es engañoso. Los tizones retorcidos de los árboles consumidos por el fuego siguen ahí, coloreando de negro buena parte de las laderas. Un año después del día en que no amaneció en Asturias, de la mañana en que toda la región pudo olfatear la devastación del fuego, los damnificados de aquellos incendios siguen sin cobrar ayudas, ningún incendiario se ha sentado en el banquillo y los vecinos juzgan insuficientes las medidas de prevención. El Suroccidente volverá a arder, vaticinan.

Cornollo, en Allande, fue uno de los epicentros de aquella gran tragedia ambiental. En la madrugada del 16 de octubre de 2017, dos de sus vecinos, María Olimpia Ibias y su hijo José Manuel Pérez lucharon a brazo partido con las llamas que pasaban sobre sus cabezas "como grandes bolas de fuego que nos llegaron a mover", según explica la mujer, de 76 años. "Se sentía estallar el monte", remachó su hijo. Perdieron varios tendejones y cuadras, donde guardaban la maquinaria y el alimento del ganado, y salvaron el ganado de milagro, porque no obtuvieron ayuda hasta las ocho de aquella mañana. "Esperaron una semana a apagar el fuego. Cuando nos vimos rodeados de fuego avisamos a los bomberos, pero nada. Marcharon al alcornocal del Buxu o a Muniellos, y dejaron las casas", se lamenta Pérez, aún con secuelas de aquella madrugada. "Ya me pasaron las quemaduras de las manos, aunque todavía no puedo doblar bien un dedo. Y mañana (por hoy) voy a revisar la vista, porque sigo sin poder ver bien. Me molesta mucho la claridad y parece como si tuviera arena dentro de los ojos", dice.

De las ayudas prometidas, no ha llegado nada, "ni una perrina", dice María Olimpia. "Aquí perdimos unos 120.000 euros. Nos quieren dar 30.000, pero solo los cierres cuestan 60.000", asegura. El incendio, por lo tanto, les ha dejado en mala situación. Y tras el fuego vino la pesadilla del agua. Las fuertes lluvias de hace unas semanas y del ciclón "Leslie" arrastraron mucho material. "Ahora viene el agua y lo deshace todo", lamenta María Olimpia Ibias.

Desde Cornollo se enlaza fácilmente con el Valledor, que también ardió en parte aquella semana, cuando todavía no se había recuperado del todo del gran incendio de 2011. Sin embargo, al otro lado del Alto de las Mujeres Muertas, en el concejo de Ibias, donde las llamas se cobrarían su mayor precio: en Uría, en Morentán, en Seroiro, donde la madrugada del 15 y y el 16 de octubre pasaron la noche en vela, viendo cómo el fuego les rodeaba. "Daba miedo verlo venir. Salió del camino de abajo. Ni tronaba ni 'relampagaba'. La gente malicia quién pudo ser, peor como no se vio, no se puede decir", comenta Carmen Díaz, mientras teje unos calcetines de lana. Otro vecino de Seroiro, José Díaz, también se acordaba de aquellas noches en blanco. "Por poco quemamos. Si no es por los Bomberos... Quedaron cuatro árboles sin quemar. A mí me cogió tres vacas arriba. No me dejaron subir a buscarlas. No quemaron de milagro", rememora. Junto a él, Víctor Campa, otro vecino, aseguró que "estará difícil saber quién fue. Un día como aquel, con aquel viento, era como prender fuego a la casa".

El otro gran incendio de hace un año se prendió entre Degaña y Fondos de Veiga, ascendió por las laderas sobre esta última localidad y pasó a las brañas de Larón, saltando al otro lado del valle, a la sierra de Tablado y amenazando La Viliella y de paso el bosque de Muniellos. "Llegó justo al perímetro", asegura Víctor García, de Tablado, que estuvo luchando durante treinta horas para evitar que el fuego llegase a las casas de la localidad, junto a otros vecinos, como su tío Victorino García, artesano y alcalde de barrio. Solo dos bomberos estuvieron al pie del cañón, pero recibieron la solidaridad de vecinos de Ibias, Degaña, Cerredo...

El verde domina en terrenos antes arrasados. "El brezo recupera enseguida, pero la arboleda tardaremos cincuenta años en volver a tenerla como estaba. Y ahora vienen los argayos. La carretera ha estado cinco veces por desprendimientos", asegura Victorino García. "No hemos visto un cambio en la política de prevención. Se ha invertido medio millón de euros en actuaciones que no rinden y los riesgos son cada vez mayores", se queja Victorino García. Y su sobrino remata: "Aquella mañana, en Oviedo, en Gijón, no amaneció. La gente olió el humo y se preocupó. Hubo un movimiento cívico. Pero eso se ha diluido. Juegan con la fragilidad de la memoria".

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