Es la modalidad más aberrante de la violencia que sufren las mujeres, la violencia sexual. El acto organizado este mediodía en el auditorio de Pravia con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer ha sido un clamor contra ella. Tal como explicó el consejero de Presidencia, Guillermo Martínez, su eliminación es una de las prioridades del Gobierno regional, que ha aprobado recientemente un protocolo contra la violencia sexual cuyas medidas es necesario desarrollar. Los datos cantan. En los últimos dos años, un total de 455 mujeres han presentado denuncias por acoso o abusos en Asturias, y cincuenta han sufrido agresiones sexuales. Las cifras nacionales son aún más alarmantes: 33.000 denuncias contra la indemnidad sexual y 4.000 violaciones. Las cifras van en aumento, posiblemente porque se denuncia más. "Priorizaremos los recursos de atención a las víctimas", indicó Martínez, quien anunció, para 2019, la incorporación de psicólogas especializadas en atención a las víctimas de la violencia sexual en todos los centros asesores de la mujer de la región.

El acto celebrado en Pravia ha tenido un recuerdo para los niños víctimas de los maltratadores, como Ametz y sara, asesinadas en San Juan de la Arena en 2014. Y también para las 44 asesinadas en lo que va de año, tres en Asturias: Paz Fernández Borrego, Maribel Fuente Antuña y Jessica Menéndez. En su honor se dejaron asientos vacíos para visibilizar con más fuerza su intolerable ausencia. Pero este acto, que se inició con la lectura de un manifiesto contra la violencia que sufren las mujeres, tuvo mucho más. La historiadora del arte Patricia Pérez, la pintora Itzíar Sánchez y la cantautora Noelia Veira trazaron un panorama de la violencia contra la mujer que el mundo del arte ha silenciado a los largo de los siglos, un mundo en el que a la mujer se le ha deparado la condición de objeto, nunca la categoría de sujeto. Pérez reivindicó a dos pintoras condenadas al ostracismo, una asturiana, Maruja Mallo, y otra italiana, Artemisia Gentileschi, que intepretó el motivo de Susana y los viejos desde una perspectiva mucho más apegada a la realidad de la violencia que sufre la mujer. Itziar Sánchez recreó precisamente este cuadro y Noelia Veira, con su composición "8-M", hizo un canto al espíritu que llevó a la calle a millón y medio de personas indignadas con la sentencia de la Manada.