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Profesora de Comunicación en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Windesheim, en Zwolle (Holanda)

María García Álvarez: "Los grados tradicionales desaparecerán, y la Universidad atenderá retos globales"

"Podemos construir una Asturias diferente, con firmas más pequeñas que revaloricen lo nuestro; dependemos mucho de las multinacionales"

María García Álvarez, en Holanda.

María García Álvarez (Mieres, 1970) ya es medio holandesa: vive desde hace dos décadas en los Países Bajos. Esta licenciada en Ciencias de la Información es profesora y coordinadora del programa "Value Creators" (Creadores de Valor) de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Windesheim, en Zwolle. Además, es miembro de la Asociación Compromiso Asturias XXI y forma parte de la Red Intrepid, un proyecto de la UE en el que colaboran profesionales de la educación de veintisiete países con el objetivo de construir la Universidad del futuro.

- En la reunión anual de Compromiso Asturias XXI dijo que su hija, con sólo 14 años, ya hacía prácticas en empresas. ¿Eso en Holanda es lo normal?

-Mi hija está en tercero de instituto (3.º de la ESO) y el año que viene tiene que elegir un perfil profesional: Ciencias y Tecnología, Ciencias puras, Letras... Y para elegirlo bien, tiene que hacer prácticas. Lo que sucede es que en Holanda la edad legal para trabajar son los 15 años, pero hasta esa edad el Gobierno tiene reguladas lo que llama las prácticas no profesionales. Se hacen en empresas con carácter social, como una ONG. Mi hija, por ejemplo, las hizo en una granja educativa. En general, los alumnos terminan el instituto habiendo hecho prácticas en dos o tres organizaciones. Eso les hace ser más independientes y tener una formación empresarial ya desde pequeñitos.

- Entonces, ¿el objetivo es fomentar también el voluntariado desde edades tempranas?

-Los trabajos de voluntariado están muy presentes en los colegios. Le pongo un ejemplo, aquí en el otoño caen muchísimas hojas y en seguida empieza a helar. Eso es un problema porque la gente resbala. Pues recuerdo que cuando mi hija era chiquitina tenía que recoger hojas cada vez que iba y salía de clase. Había una especie de competición, el centro que recopilaba más hojas recibía un premio. Por un lado, los alumnos están contribuyendo a que las calles estén limpias y, por otro, al Ayuntamiento no le cuesta ni un duro.

- ¿En qué se diferencia la Universidad holandesa de la española?

-En Holanda hay dos tipos de Universidad, una es la de investigación y otra la de ciencias aplicadas, en la que yo trabajo. En esta última tenemos mucho contacto con la empresa y todo lo que investigamos siempre es para solucionar un problema real. Por lo que sigo en la prensa, la Universidad de Oviedo está ahora muy activa haciendo cosas con la empresa, pero para potenciar esa colaboración hace falta una flexibilidad plena. Cuando vuelvo a Asturias, me da la sensación de que aquí hay mucho miedo al fracaso. Y los holandeses al contrario, fracasan, les salen mal las cosas y piensan: "Uy, lo que hemos aprendido".

- ¿Cree que los jóvenes asturianos salen bien preparados de la Universidad?

-Los alumnos en España están superpreparados. La única diferencia que veo con respecto a mis estudiantes son los idiomas. Hablan holandés, inglés, español, alemán y hasta francés. En eso tenemos que espabilar. Y otro aspecto es el sentimiento de independencia, allí los estudiantes están acostumbrados a trabajar y a viajar solos desde pequeños. Tengo alumnas que se fueron solas a México y andan recorriendo Sudamérica con una mochila colgada del hombro. Yo creo que en esta situación todo el mundo en España diría: "Ay, cómo voy a dejar a mi hija marchar sola, pobrecita mía". Pero en formación, los españoles están muy bien. La prueba está en que en el anuario de Compromiso Asturias XXI ves gente joven por todo el mundo y en puestos muy relevantes. Otro tema aparte es el retorno. ¿Si un joven está ganando en Ámsterdam 3.000 euros al mes va a querer volver a Asturias por 900? Yo siempre digo que en España se vive mejor, pero en Holanda se trabaja mejor. Mis jefes dicen que es una pasada cómo trabajan los españoles, nunca llaman diciendo que están enfermos, no se quejan por nada... Claro, estamos acostumbrados a la precariedad. Yo tengo compañeros que llegan más tarde a su puesto porque tienen que llevar a su hijo al cole y no pasa nada. Los empresarios sólo quieren que sus empleados sean felices.

- La Universidad de Oviedo aspira a implantar un grado abierto en Asturias. ¿Qué opina usted?

-Me sorprendió, porque vamos precisamente hacia una Universidad mucho más transdisciplinar. La Universidad será un sitio donde se fomente el pensamiento crítico; donde aprenderán los alumnos será en el mundo, ya sea una asociación, un Ayuntamiento, una empresa... Eso de Facultad de Derecho, Facultad de... desaparecerá. Hay un proyecto chulísimo entre las universidades del País Vasco y de Burdeos llamado "La Universidad del océano". Y ése será el futuro, ya no habrá las carreras tradicionales, sino retos globales. Tenemos que cambiar el chip.

- Paro las malas conexiones áreas, el fin de la minería... ¿Aun así tenemos motivos para ser optimistas?

-Una de las cosas que más me molestan es que los holandeses conocen el País Vasco, Galicia y Cantabria, pero Asturias no. "¿Y dónde está?", te preguntan. Porque es que llegar al Principado es casi misión imposible. Yo cuando vuelvo en Navidades tengo que dar mil rodeos; me sale más barato pasarme una semana en Nueva York que viajar a Asturias. Al margen de ello, sí que debemos ser optimistas por el privilegio que tenemos de vivir en un sitio así. Todos los compañeros y los alumnos a los que recomendé Asturias quedaron alucinados. Me dicen: "Jo, yo pensaba que estos paisajes sólo los había en Suiza". Yo creo que tenemos una gran riqueza en la pequeña y mediana empresa; sin embargo, tenemos una gran dependencia de las grandes compañías. No nos pueden quitar el espíritu crítico, podemos volver a hacer una sociedad diferente, con empresas a lo mejor más pequeñas pero que sean nuestras, que revaloricen lo nuestro. Debemos demandar políticas donde se subvencione a la gente y no a las grandes firmas. Tenemos ahí al lado el ejemplo de Berlín tras la caída del Muro.

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