"Salir del anonimato nos desbordó y nos generó mucho estrés porque todo el mundo estaba pendiente de nosotros cuando allí éramos trescientos y aún no habíamos hecho nada, sólo por ir. Al empezar a trabajar, el umbral de presión bajó y al estar bajo tierra ya estábamos en un ambiente que controlábamos, muy a gusto".

Sergio Tuñón, director técnico de la Brigada Central de Salvamento Minero de Hunosa y responsable del equipo que recuperó el cuerpo del pequeño Julen, ejerció ayer de portavoz de los brigadistas considerados héroes, porque todos en Totalán (Málaga) y en España sabían que sólo ellos lograrían el objetivo. "No somos superhombres, no somos portentos, simplemente hicimos nuestro trabajo", señaló.

Los ocho integrantes del equipo accedieron a comparecer en rueda de prensa ayer por la mañana en la sede de Hunosa para volver después al anonimato, según reclamaron. Y matizando, con palabras de su responsable, que responderían a todas aquellas preguntas relacionadas con su trabajo técnico y ninguna "morbosa o que esté sujeta al secreto de sumario que establece la investigación judicial que está abierta". Junto a Sergio Tuñón se sentaron el presidente de Hunosa, Gregorio Rabanal, y el presidente y el vicepresidente de la Asociación de Salvamento en las Minas, Raúl González Ruisánchez y José Manuel Embil Fanjul, respectivamente. A un lado se colocaron los otros siete integrantes del equipo de rescate.

Simultáneamente se celebraba en Málaga el multitudinario funeral por Julen, el pequeño de 2 años que falleció al caer por un pozo 71 metros y cuyo cuerpo fue recuperado por la Brigada de Salvamento Minero en la madrugada del sábado, después de trece días de búsqueda.

Para la familia de Julen fueron las primeras palabras de Tuñón: "Nos hubiera gustado pasar ayer por el tanatorio, pero no pudimos por la premura y porque teníamos pendiente el transporte en el que nos iban a traer. Y nos hubiera gustado otro desenlace. Hicimos lo que pudimos, trabajamos lo mejor que sabemos y podemos. Pero el desenlace nos deja un sabor amargo porque no te sientes al cien por cien útil".

La experiencia en Totalán "ha sido muy distinta" a la de otros rescates. Primero, porque el objetivo era un niño, lo que "nos añadió una carga emocional, porque todos menos uno -Lázaro Alves- somos padres y algunos con hijos en esa horquilla de edad". Por eso se buscaron todos los recursos entre los brigadistas y los especialistas de la Guardia Civil, "sincronizando y ajustando" la labor de todos ellos, "para minimizar al máximo posible cualquier perturbación e incluso molestia", explicó Sergio Tuñón.

Más de treinta horas excavaron en roca los mineros asturianos, utilizando cuatro microvoladuras "nada más que para resquebrajar la tierra, debilitar la piedra, y con el martillo acabar de sanear. La cala se realizó de la manera más quirúrgica posible, para que la última parte se desarrollara muy poco a poco y con la mínima alteración del sondeo". Se trataba de hacer un túnel de cuatro metros que les llevara hasta el niño. Pero el trabajo realizado previamente fue ingente.

Por eso el jefe de los brigadistas trató en todo momento de compartir el mérito que se les ha brindado a ellos con el resto de las personas que trabajaron en el rescate. "El personal de construcción, los que hicieron el movimiento de tierras, los del sondeo que nos abrieron camino, los ingenieros, los bomberos... A todos queremos nombrarlos en negrita y con mayúsculas", remarcó. "Se alcanzaron hitos importantes. Se calaron 60 metros en roca viva, se movió en tres días tierra que hubiera llevado tres meses hacerlo en otras condiciones, se hicieron muchas cosas y nosotros no hacíamos nada, no entrábamos en acción y, sin embargo, estaba todo el mundo pendiente de nosotros. Eso nos generó mucha presión".

Y es que, continuó Tuñón, "no nos gustó que antes de hacer nada nos etiquetaran. Los extremos siempre son negativos. ¿Héroes? Que no lo somos, por supuesto. Simplemente hicimos nuestro trabajo". Admitió que se sintieron "desbordados" por la presión mediática y la atención que se les brindó en todo momento, tanto por parte de los vecinos de la localidad malagueña de Rincón de la Victoria -donde se alojaban- como del resto de las personas que participaban en el rescate. "Nos aplaudían y nos daban ánimos", mientras ellos se desesperaban porque "no nos sentíamos útiles" al no poder hacer su trabajo, como insistió Tuñón.

"No esperábamos la repercusión (por su presencia) y más cuando estamos acostumbrados a realizar intervenciones rápidas. De llegar, entrar, hacer nuestro trabajo y marcharnos. Entiendo que nosotros salimos de la nada y puede haber cierta justificación a ese tratamiento que se nos brindó porque éramos, si me lo permiten, lo exótico. Pero no es lógico que se catalogue sin que se haya hecho nada, porque el trabajo puede salir bien o mal. A veces aciertas a la primera o no, y tienes que recalcular y volver a empezar, o simplemente no se puede hacer nada por las dificultades, porque no somos superhombres, no somos portentos".

Al fin pudieron entrar en acción. "Al empezar a trabajar, el umbral de presión bajó y al estar bajo tierra ya estábamos en un ambiente que controlábamos y estábamos a gusto".

Tuñón admitió que hubo suerte -salvo por el desenlace- porque prácticamente no tuvieron problemas técnicos: "Santa Bárbara (patrona de los mineros) nos echó un cable", afirmó. Y relató que de los tres escenarios que se podían plantear a la hora de picar, se encontraron con el intermedio. Aquí destacó la labor de Francis Chávez, que les ayudó "en lo profesional y en lo personal", señaló.

Satisfechos con el trabajo realizado, aunque disgustados por el desenlace final, los brigadistas aseguraron estar "cansados" y "queriendo recuperar el anonimato y nuestros hábitos de vida discreta y a pie de teléfono por si vuelve a sonar".