Urge la reforma, porque la Constitución "caerá" si no se cambia, o porque "se autodestruye" si no se mejora y porque "los materiales siempre sufren con el uso y el material constitucional, mucho". La "vía Muñoz Machado" de salida para la crisis del modelo territorial de 1978 cegará pronto la salida a través de una renovación que incluya la admisión del derecho de autodeterminación en la Carta Magna -racionalmente, afirma, "el Estado no puede proponer su propia destrucción"-, pero abraza sin ambages la reforma y ofrece dos instrumentos para reparar el roto catalán: el Estatuto de Autonomía y la Constitución. El director de la Real Academia Española (RAE), en su versión de catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad Complutense, expuso ayer en Oviedo los pormenores de la única fórmula "civilizada y democrática" que él atisba para salir del embrollo: dos reformas "simultáneas o sucesivas" que abrirían paso a dos referéndums, uno sobre el cambio del estatuto catalán y otro de la Constitución, uno en Cataluña y otro en el conjunto del Estado.

En la explicación del profesor, la Carta Magna permite que un estatuto reformado sea sometido a consulta, y éste sería en Cataluña, bajo su punto de vista, "un referéndum de autodeterminación, o de autoorganización interna". En su teoría, de forma paralela o sucesiva, cabría también una renovación del texto constitucional que pasase a su vez el filtro de la validación en referéndum. "Preconizo, en fin", remata el jurista, "una vía de reforma de la norma institucional básica que permita que el pueblo catalán y español se pronuncien".

En eso consistiría, a grandes rasgos, la que "hay quien llama ya la 'solución Muñoz Machado'", dice su autor. El padre de la tesis, que ayer intervino en la Junta en la presentación del décimo número de la revista "Fundamentos" -editado por el parlamento autonómico en colaboración con el departamento de Derecho Constitucional de la Universidad de Oviedo- va a repetir que la admisión del derecho de secesión no cabe en ninguna de sus concepciones de reforma constitucional. Su razonamiento sobre la crisis del sistema llega hasta este punto después de constatar que los cuarenta años no han sentado del todo bien a una Constitución deudora de la falta de definición inicial en cuanto a un modelo territorial timorato, que no se atrevió a ser decididamente federal y al que se le han terminado por ver las costuras de los defectos "originales y sobrevenidos".

No sólo ha sido la "deslealtad institucional" de Cataluña lo que los ha puesto a la vista. Muñoz Machado dedica una parte apreciable de su inventario de imperfecciones a explicar por qué aprecia en la Carta Magna "un reparto de competencias escandalosamente defectuoso", entre otros motivos porque le falta "algo esencial en una Constitución federal, un bloque de competencias exclusivas del Estado". Un sistema decididamente federal también habría incluido un reparto claro de atribuciones entre el Estado y las autonomías y un cuerpo de "poderes residuales" residentes en la federación para atajar conflictos que hagan peligrar "la igualdad jurídica y económica" del conjunto. Echa en falta también un sistema de relaciones entre instancias administrativas que reserve para la administración legisladora un sistema de control sobre la ejecución de las leyes que elabora, pero no necesariamente una cámara de representación territorial. "Se puede vivir sin el Senado", afirma Santiago Muñoz Machado, que no excluye que la Cámara Alta pudiera ser suprimida y sustituida por otras fórmulas de vínculo administrativo y territorial, como las conferencias de presidentes.