Evaristo G. Argüelles era un allerano de Serrapio que un hizo dinero en Venezuela, en los años buenos del país sudamericano. Volvió a España y se afincó en la Costa del Sol, en Málaga, y para ello edificó una panera como vivienda con la que recordaba a su tierra natal. Su historia y la de la pintoresca panera instalada en el paisaje de Málaga la recuerda hoy uno de sus vecinos en la sección del periódico “Cartas al director”.

No es el único lugar de España donde hay una panera asturiana. Quizá la más emblemática sea la que en 1970 se construyó en los jardines de La Zarzuela, en Madrid, un regalo de la empresa Ensidesa al Príncipe Juan Carlos de Borbón. Era el tiempo de implantación de Uninsa, un hecho que obligó al traslado y reubicación de muchas paneras y hórreos que ocupaban los terrenos de la futura factoría entre Gijón y Carreño.

La que sigue es la carta al director que hoy se publica en LA NUEVA ESPAÑA y firma Ricardo Luis Arias Aller.

Una panera en la Costa del Sol

Serrapio, como todos los pueblinos y aldeas de Aller, tiene también su historia, su tipismo y su encanto. Y en él nació un día Evaristo G. Argüelles, al que le entró un día el calentón de las Américas, y para allá se fue, a Venezuela, en donde hizo su buena pasta asando carnes en un chiringuito que montó en un lugar muy transitado. Cuando regresó a España, con un buen calcetu, se situó en la Costa del Sol, en Málaga, en su momento más álgido de construcción, triplicando allí las perras que había traído de Venezuela. De la carne al ladrillo, y se forró. Como buen allerano y asturiano, Evaristo se hizo su buena casa allí, pero de una construcción que asombró a las los malagueños: una gran panera, en un bello paraje a las afueras de la capital malagueña. Claro, el hórreu le resultaba pequeño para vivir, que había sido su deseo. Lo de aventura de las Américas lo llevaba Evaristo en la sangre, pues sus padres, también un día, liaron el petate y se fueron al país chileno en donde hicieron también unas perrucas.

A su vuelta, la madre de Evaristo, Ramona, montó un chigrín en La Barraca, casi a la entrada de Cabañaquinta, en el que ella jugaba al tute y la brisca con los paisanos clientes suyos. Ramona fue una allerana emprendedora, decidida, que había nacido en Conforcos y pertenecía a los Argüelles de la Pandiecha. Ella y su marido, Manuel, terminaron sus días en Málaga, adonde los llevó su hijo Evaristo, y en aquella panera que tanta ilusión les hizo a los dos. Evaristo y sus padres ya no están con nosotros, pero los acabamos de recordar porque hemos visto esa panera, una vez más, que sigue sorprendiendo y admirando a las gentes, sobre todo a turistas y extranjeros. Sí, la panera llama la atención a todo quisque, porque es un tipo de construcción completamente diferente a todo cuanto se ha edificado en la Costa del Sol. El allerano Evaristo G. Argüelles ha dejado allí un recuerdo de Asturias. Gracias por ello, amigo. Una panera de la Costa Verde en la Costa de Sol, cuyo recuerdo sería completo si en ella colgaran las riestras de maicín nuestro, que hace unas boroñas que son riquísimas. Sobre todo si están preñadas de esi choricín de casa y de gochu. Bocato di cardinale.

Ricardo Luis Arias (Aller)