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FÉLIX ALONSO ARENA | Escultor y pintor

"Antonio López y yo trabajábamos siempre y el domingo posábamos desnudos uno para el otro"

"Mi hermano fue a vivir a Sevares y me dijo: 'Hay una chica que es la cuenta para ti porque es muy religiosa', y, efectivamente, Mary Luz quería ser monja"

Félix Alonso Arena, a la puerta de su casa de Sevares. LUISMA MURIAS

Félix Alonso Arena (Villamayor, 1931) fue un niño prodigio de la pintura y la escultura que a los 10 años copiaba en barro las imágenes de la iglesia de Villamayor. Sin antecedentes artísticos en la familia, fue descubierto por una inspectora de Educación y formado, gratis, por el pintor Paulino Vicente y el escultor Víctor Hevia, en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo. Hizo su larga carrera becado.

-¿Qué tal en la Academia de Bellas Artes de San Fernando?

-Tuve buenos profesores. El primer año me dio modelado de bustos el asturiano Laviada.

-¿En Madrid perdió algo de timidez?

-Un poco... conseguí el primer premio, todos estaban tan contentos, tenía la beca completa y me sentía a gusto. No paraba porque en los cursos superiores había gente muy buena. Los sábados la mayoría descansaban, pero Antonio López y yo, no. Los domingos, en la pensión, posábamos desnudos uno para el otro.

-¿No salían a tomar un vino, no tenían una novia?

-Él echó novia en tercer curso y los domingos desaparecía.

-¿Qué escultor quería ser?

-Hice la carrera para hacer obras. Estudiaba la figura humana y la del caballo, sobre la que no había libros. Un chico de Sevares que hacía veterinaria en León me prestó un libro sobre el caballo en que se veían músculos y secciones. Entre mis herramientas de madera llevé una herradura que había encontrado y me acompañó muchos años.

-Mili, 18 meses, Melilla.

-Hice el busto de un pintor que estaba rebajado de servicio pintando en casa del teniente coronel. Gracias a un enchufe de Paulino Vicente yo estaba en la oficina de dibujo. Los tenientes decían que era un escultor romano del todo. El teniente coronel se interesó por lo que hacía, presenté el busto al concurso del Ayuntamiento y lo gané. En el cuartel me pidieron que hiciera un San Fernando de dos metros en madera. Dije que necesitaba traer las herramientas y así gané 15 días de permiso. Estuve rebajado de servicio y, conmigo, los carpinteros, un orfebre para la corona y un boxeador para que posara.

-Le licencian y...

-Tenía beca para hacer imaginería polícroma en Sevilla. Me gustaba la imaginería de Martín Montañés y Gregorio Fernández.

-¿Y la religión?

-Cuando leí los Evangelios me convencieron, pero lo hacía por la escultura. Mi referencia era Miguel Ángel. Una pieza esencial era hacer un crucificado a tamaño natural. Lo hice para Sevares en 1982 en madera de cerezo pulido. Y un San Pedro policromado.

-¿Cómo le fue en Sevilla?

-Tuve que luchar mucho, porque ejercían la especialidad profesores no especialistas. Éramos pocos alumnos. Quise imitar a Miguel Ángel e hice una Piedad. También un San Juan Bautista que doné a la Diputación para obtener la beca a Italia. Está en el Museo de Bellas Artes.

-Regresa de Sevilla.

-A Oviedo con la ilusión de hacer algún paso de Semana Santa. En San Juan me encargaron uno de cartón piedra a partir de un Cristo sentado de madera muy apolillada, aprovechando la cabeza y las manos. Hice el cuerpo de cartón muy grueso y lo pegué con una cola muy fuerte. Lo sacaron en procesión, llovió y no le pasó nada. Aquel año se acabaron las procesiones de Oviedo.

-Estuvo dos meses en la Academia de España en Roma.

-Estudié algo de italiano, vi museos y viajé por Italia. Quise ver el caballo de Verrocchio en Venecia y el de Donatello. En el Renacimiento el caballo era una pieza cumbre.

-Volvió de Roma en 1960.

-A casa con mis padres, con 29 años. Los doctores Fernández-Vega me encargaron una Santa Lucía y un escudo de piedra y cuando estaba haciéndolos me avisaron de un comercio de Villamayor de que Antonio Miñor, el director de la Escuela de Artes y Oficios, había llamado el alcalde de Infiesto para que me dijera que me ofrecía el puesto de profesor. En Oviedo no había profesores titulados. Quería también a Casimiro Baragaña, que había hecho la carrera conmigo, de profesor de pintura, pero no quiso. Yo acepté encantado porque mantenía mi medio día de clase y el otro medio de trabajo.

-Vino a vivir a Oviedo.

-A la calle del Rosal, luego a Río San Pedro, donde hice monumentos, y, al final, a García Conde. En 1970, a la segunda, saqué las oposiciones, porque a la primera colocaron a uno de Madrid.

-¿Cuándo se casó?

-En 1967. Un hermano que trabajaba en la fábrica de Nestlé y vino a vivir a Sevares me dijo: "Hay una chica que es la cuenta para ti, porque es muy religiosa". Vine a conocerla y, efectivamente, Mary Luz quería ser monja. Dibujaba algo. Desde el principio me aceptó muy bien. Pasamos cinco años de noviazgo, mientras yo estaba con las oposiciones. Nos casamos antes de que las sacara porque hice 30 modelos de escultura para Cerámica Guisasola, tenía el sueldo de la Escuela, di clases particulares. El profesor que vino de Madrid se fue pronto y saqué la oposición. Para catedrático gané el concurso de méritos en 1976.

-¿Tuvieron hijos?

-Tuvimos tres sobrinas en Oviedo durante doce años, hasta la Universidad. Fueron como hijas y posaron para mí.

-¿Le gustaba ser profesor?

-Sí. No quería que se perdiera ningún talento y dejaba entrar a los libres y sin matricular. Cuando conseguí la cátedra enseñé de verdad, por eso me quisieron, les ayudaba a hacer escultura y dibujo, les corregía...

-En su tiempo se lleva la abstracción.

-Tuve alumnos como Fernando Alba y Bernardo Sanjurjo, ambos abstractos. Di clases sobre abstracto, pero no hubiera podido serlo.

-¿Cuándo empezó a vender obra?

-En 1970 expuse en la Caja de Ahorros de Oviedo y me salieron encargos.

-¿Cuáles?

-En Sevares, un busto de Manuel Granda, creador de la fábrica de Nestlé. El americano que pagó la iglesia de Cangas de Onís quería un Don Pelayo e hice uno distinto al de Covadonga. De modelo para el cuerpo tuve a un gimnasta y para la cabeza cogí a un profesor de Infiesto que era de Sevares. Lo hice en un verano.

-¿Sacó dinero a su profesión?

-Sí. Siempre tenía monumentos e hice una exposición de pintura en 1990 en el Banco de Fomento en Gijón, vendí todo, me salieron encargos y durante diez o doce años pintaba y vendía. Tuve lista de espera de dos años.

-Esperó a los 70 años para hacer el caballo.

-Me lo encargó Gabino de Lorenzo, un asturcón para la plaza Dolores Medio. En Infiesto me dieron herraduras nuevas porque la que guardaba no sirve para el asturcón. Aproveché todos los estudios que tenía hechos. La hice con dibujos al tamaño natural. Me valió mucho un modelo de caballo asturcón atlético y le sacamos muchas fotografías. Fui a ver asturcones y también a Madrid, a ver las esculturas de Madrid y no estaban tan bien como yo creía. La escultura pesa mucho porque, además, quise hacer una armadura de hierro. El caballo fue una satisfacción grande.

-¿Qué tal le trató la vida?

-Desde que fui profesor y conseguí la plaza, bien. Es difícil ser escultor: la técnica es muy larga y el dibujo es lo fundamental y lleva muchos años aprenderlo.

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