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Pitas de altos decibelios en Cangas de Onís

José María García, dueño de un hotel rural, logra que se clausure un gallinero contiguo al probar que el cacareo supera el ruido permitido

Los gallos y las gallinas que se pasan de decibelios. C. C.

En Cangas de Onís las pitas y los gallos cacarean mucho y muy fuerte. Tanto, que hasta se pasan de decibelios. Así lo atestigua un informe emitido por el Laboratorio Asturiano de Calidad en la Edificación (LACE), organismo dependiente de la Consejería de Servicios y Derechos Sociales del Principado.

El estudio se realizó en Sotu Cangues (Cangas de Onís) el pasado mes de febrero después de que el propietario de unos apartamentos rurales de la zona, José María García Gallego, se quejara ante las autoridades de que sus clientes no podían descansar a consecuencia de los ruidos molestos que las aves de su vecino emitían a horas intempestivas.

"Intenté hablar con el propietario de los animales, pero no entraba en razón, incluso me amenazó. Tuve que tomar medidas porque más de un turista acortó su estancia por culpa del ruido que hacían los gallos", cuenta el afectado.

Tras más de un año de efectuar reiteradas denuncias ante la Policía Local de Cangas de Onís sin obtener contestación, García recibió a finales de 2018 un escrito en el que los agentes señalaban que carecían de sonómetro y de técnico cualificado, por lo que les era imposible verificar si la queja estaba justificada. Ni corto ni perezoso se puso en contacto con el Servicio de Control Ambiental de la Consejería de Infraestructuras, que señalaba al LACE como organismo colaborador para efectuar las mediciones. Estas tuvieron lugar desde las diez de la noche del 5 de febrero de 2019 hasta las ocho de la mañana del día siguiente y no dejaron lugar a duda: se registraron 72,4 decibelios, cuando el máximo permitido en ese horario no supera los 45.

Con estos resultados en la mano, García volvió al Ayuntamiento de Cangas de Onís, institución que ordenó el pasado día 10 la clausura inmediata del gallinero por carecer de la preceptiva licencia de apertura o de actividad. El documento, al que ha tenido acceso LA NUEVA ESPAÑA, advierte que en el supuesto de no acatar la orden de suspensión serán los servicios municipales los encargados de precintar el recinto y pasar los costes al propietario, sin perjuicio de la imposición de una multa. Pese a que han transcurrido más de dos semanas desde que el alcalde cangués, José Manuel González, firmara la resolución, de momento las aves siguen cacareando a su antojo en Sotu Cangues.

"Da rabia e impotencia ver la poca voluntad que ponen para solucionar el problema, que daña al turismo. No entiendo por qué aún siguen aquí los animales", se queja García. De hecho, asegura que la situación, lejos de mejorar, ha empeorado en el pueblo.

"A raíz de la denuncia me hacen la vida imposible: ocupan todos los parkings públicos con camiones y material agrícola para que mis clientes no tengan aparcamiento y aparecen excrementos de caballo delante de casa. Yo creo que el resto de vecinos también están molestos, pero no se quejan por miedo", dice.

De que las pitas y gallos de Sotu Cangues -ayer había alrededor de una veintena- realizan buenas serenatas nocturnas dan cuenta visitantes como la gijonesa Laura Rendueles, que se estuvo alojando en los apartamentos de García desde el lunes hasta ayer.

"Se puede dormir, pero con limitaciones porque a las tres de la mañana las aves se activan y pueden tirarse cantando perfectamente hasta las ocho. Tanto ruido no es normal", certificó.

El de Sotu Cangues no es el único núcleo del municipio en el que las aves se pasan de decibelios. Muy cerca, en Les Roces de Cangas de Onís, abrió hace seis años un hotel rural con cuatro habitaciones la cordobesa María del Sol Cabello. Justo detrás del edificio hay también un gallinero que se ha convertido para ella en una pesadilla. "Hace dos años fui a ver al Alcalde, pero no me dio solución de ningún tipo y tanta dejadez me provocó más de una lágrima", asegura. Cabello cuenta que primero intentó llegar a acuerdos con el dueño de los gallos, sin éxito.

"Le pedí que los colocara más atrás o que los guarde por la noche en algún sitio en el que no entre la luz porque en cuanto hay claridad empiezan los cantos. Su única respuesta fue: 'Tú no eres de aquí' ", contó la mujer, que llegó a llamar a la Guardia Civil quejándose de ruidos y malos olores. "Nos dijeron que no podían hacer nada", lamenta. "La gente viene a descansar y si lee en los comentarios de reservas de otros usuarios que las aves molestan elige otro destino y nos echan a la ruina", concluye.

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