Tres médicos y tres enfermeras del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA por el "caso de las compresas", en el que el ovetense J. L. G. R., de 44 años, falleció desangrado en una operación de corazón que el cirujano le había presentado como "rutinaria". En virtud de un auto fechado ayer mismo, la magistrada Marta Iglesias López, titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Oviedo, archiva las actuaciones, al "no considerarse debidamente acreditados los hechos denunciados" por la familia del fallecido. Los denunciantes no aclararon si recurrirán esta decisión judicial ante la Audiencia Provincial, para lo que disponen de un plazo de cinco días.

En virtud de este auto, quedan eximidos de responsabilidad penal los cirujanos cardiacos J. S. G. (jefe del servicio de Cirugía Cardíaca) y F. C. M., así como las enfermeras B. G. C., V. C. C. y C. V. E. y el especialista en radiodiagnóstico J. C. B.

La jueza descarta que el fatal desenlace, acontecido el 2 de enero de 2018, deba ser atribuido a una actuación imprudente de los profesionales sanitarios implicados en la atención al paciente, que fue operado del corazón dos veces. Por lo tanto, rechaza la apertura de un juicio oral tras casi 16 meses de indagaciones.

Las conclusiones de la jueza

¿Olvidó J. S. G., cirujano de la primera operación, dos compresas quirúrgicas en el tórax del paciente? “Dicha afirmación no ha sido probada más allá de las declaraciones de parte de los miembros integrantes del segundo equipo médico que intervino, días después, al Sr. J. L. G. R. (...). Pero es que, además, lo que resulta del todo revelador es el hecho de que, aun cuando se hubiera probado el olvido de dichas compresas en el paciente (cosa que como se ha expuesto, no ha resultado debidamente acreditada), tampoco se ha demostrado el nexo causal entre dicho olvido y la muerte del Sr. J. L. G. R., lo que confirma la ausencia de responsabilidad penal, tanto del Dr. J. S. G. como de las enfermeras encargadas del recuento de compresas en la primera intervención (...), máxime si se tiene en cuenta que las citadas compresas no fueron conservadas, y que al paciente no se le practicó la autopsia clínica por parte del profesional al que competía ordenarla y que no era otro que el Dr. F. C. M., cirujano responsable de la segunda intervención quirúrgica, en cuyo quirófano se produjo la muerte del paciente”.

Posible responsabilidad de F. C. M., cirujano de la segunda operación. “Baste decir, para descartarla, que, conforme a los datos de los que disponía, obró con la diligencia indispensable para el buen éxito de la intervención (...). [En su actuación] no se atisba la infracción de ningún deber de cuidado, ni siquiera por el hecho de que la retirada brusca de las supuestas compresas hubiera provocado el desgarro de la aorta del paciente (actuar que no se ha probado), ni por el de no haber exigido en el quirófano la presencia de un equipo de circulación extracorpórea, pues tampoco ha resultado suficientemente acreditado que dicha presencia y su utilización hubieran salvado la vida del Sr. J. L. G. R.”.

Actuación de J. C. B., radiólogo que no apreció un pseudoaneurisma antes de la segunda intervención. “[Su] error de diagnóstico, reconocido ya en su declaración como radiólogo testigo, y que consistió en apreciar un hematoma donde en realidad existía un pseudoaneurisma (...), no puede calificarse como de relevante imprudencia a los efectos de la presente causa penal y, lo que es más importante, tampoco se ha acreditado que, con un diagnóstico acertado, el Sr. J. L. G. R. hubiese sobrevivido a la intervención”.

En la segunda intervención quirúrgica, en la que el paciente falleció en el mismo quirófano, el cirujano y los enfermeros que la llevaron a cabo aseguraron que en la cavidad torácica del enfermo se encontraron dos compresas que, según su testimonio, sólo podían estar allí porque habían sido olvidadas por otro grupo que había intervenido al mismo paciente el 11 de diciembre anterior.

La primera intervención fue realizada por J. S. G. y la segunda por F. C. M., que han sostenido ante la magistrada versiones absolutamente contrapuestas.

La tesis de J. S. G., jefe del servicio, ha sido apoyada por la dirección del HUCA, cuyo principal aval es el informe emitido por varios radiólogos del hospital ovetense, que negaron la presencia de compresas a la vista de las pruebas de imagen que se habían practicado al enfermo entre una cirugía y otra. Sin embargo, sí detectaron un pseudoaneurisma que un colega suyo no había identificado: por eso figuraba como investigado en el caso. Ese pseudoaneurisma habría sido el causante de la muerte, según la tesis del citado dictamen interno del HUCA.

Ayer, tras conocer el fallo judicial, el gerente del hospital ovetense, Luis Hevia, destacó que "viene a ratificar que en el HUCA se siguen con rigor los protocolos de seguridad de los pacientes y que, ante cualquier evento adverso, se ponen en marcha los mecanismos para investigar sus causas y evitar que se reproduzca en el futuro".

Este caso ha generado una enorme fractura entre el personal del área de Cirugía Cardíaca del Hospital Central. Entre otras consecuencias, ha provocado el apartamiento de algunos de los enfermeros del trabajo en el quirófano. Varios enfermeros más están o han estado de baja debido a las tensiones psíquicas derivadas del enfrentamiento. Algunos de ellos han protagonizado protestas en la Junta General del Principado, y se han definido como víctimas de "represalias" por sostener ante el juez una versión contraria a la del jefe del servicio

La primera intervención de J. L. G. R. se desarrolló el 11 de diciembre de 2017, y tenía como objetivo sustituirle la válvula aórtica mediante cirugía abierta. A los pocos días se le declaró una infección, pese a lo cual fue dado de alta. Finalmente, hubo de ser reingresado, y se le detectó un coágulo del que fue intervenido el 2 de enero de 2018.

Según el testimonio de la familia del paciente, el cirujano les dijo que se trataba de una intervención "rutinaria" para retirar el coágulo. Sin embargo, fue abrir, retirar el coágulo y producirse un sangrado masivo contra el que nada se pudo hacer. El enfermo falleció en el acto. Y fue entonces cuando el equipo que realizó esta operación localizó -según su versión- las dos compresas y atribuyó a una infección de las mismas la formación del coágulo y, por consiguiente, el fallecimiento del enfermo.