"Aquí se trata de asfaltar una calle y de abrir un parque", dice el candidato del PP a la Alcaldía de San Sebastián, Borja Sémper ("El País"), para justificar una campaña en la que ha eliminado las siglas de su partido de la cartelería. Él y muchos más quieren ganarse el bastón de mando de los ayuntamientos por lo que son más que por lo que representan, algo sencillo cuanto más pequeño es el censo por aquello de la tan explotada "cercanía al elector".
Nada nuevo bajo el sol en Asturias, donde hay muchos que hace ya bastantes años fueron más allá al decidirse a dar un portazo a los partidos de siempre. La ensalada de siglas es variada (PINSI, CISB, IPÑ, PVF, PROMUSA, UCIN...) y fonéticamente muy original. El éxito de tales aventuras políticas en su estreno suele ser positivo.
El problema es luego mantenerse y saber navegar, por un lado, entre las exigencias de aquellos que te han votado y esperan, efectivamente, que asfaltes la calle y abras un parque, y por otro, entre la indiferencia o el acoso que te hagan los "grandes" partidos a los que has mirado por encima del hombro y ahora desde la administración regional y central utilizan la poderosa varita mágica de las subvenciones para ayudarte, o no. Casi siempre es lo segundo.
Los candidatos independientes deben saber que más allá del calentón del momento y de la oleada de popularidad que los aúpa a la Alcaldía tendrán que cumplir, porque los electores no pagan a traidores. Los que los votan desengañados con los partidos de siempre tienen que tener claro que nadie custodiará a esos "versos libres" en los próximos cuatro años. Ni para bien, ni para mal.
