Carlos López Otín, de viaje por el tiempo, ha vuelto a verse escuchando "con distraída atención" y desde un asiento de la última fila la primera clase que le dio Margarita Salas Falgueras (Canero, Valdés, 1938-Madrid, 2019) sobre "la ciencia de la vida". Han pasado cuarenta años y este catedrático de Biología Molecular, volviendo a ser aquel estudiante temeroso de haber equivocado su camino, hablando ayer como discípulo emocionado en el homenaje póstumo que Asturias brindó a la investigadora valdesana, siente "de nuevo que es verdad que ignoramos hasta el nombre de quienes nos van a cambiar la vida entera". La suya, ahora ya lo sabe, "cambió" a partir de aquella clase que "se me quedó grabada". La encauzó su maestra con aquella "capacidad de clonar, de amplificar y multiplicar", además de las moléculas básicas de la vida "estas palabras de Albert Einstein: 'Dar ejemplo no es una manera de influir sobre los demás, es la única manera'".

En la que era su reaparición pública tras el retiro inducido por la campaña de descrédito que denunció haber sufrido el pasado otoño, Otín contribuyó al homenaje póstumo promovido en Oviedo por el Principado y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) elevando a Salas a la condición de "modelo e icono", y glosando emocionado la figura de la que el investigador considera sin ambages, "y tengo pruebas contundentes, la investigadora más importante de toda la historia de España". Él cuenta que puso una foto de Salas en su clase de biología, a la que asisten más mujeres que hombres, y algunos y algunas la reconocieron. "Eso ya es un paso" adelante aunque al lado estuviera la de Severo Ochoa, recuerda, y al premio Nobel ya no lo identificaran tantos.

Ella, que fue "la primera mujer en muchas cosas", que "parecía frágil, pero tenía una colosal fortaleza mental", es en el ideario personal de Otín "ejemplo de austeridad, rigor y fuerza ante las dificultades". Sin mencionar las suyas -"hoy es el día de Margarita"-, volvió a poner su imagen y su vida nada plácida de "muchísimo trabajo" delante de "todas las mujeres que quieren abrirse camino en la ciencia".

"El camino está marcado" y el ejemplo es más pertinente, dijo, "ahora que se acerca el 8 de marzo". El bioquímico recorrió los centenares de artículos científicos de Salas, sus decenas de tesis, sus galardones internacionales y "algún resquemor" que se llevó consigo. Y sin citar el Princesa de Asturias dio por hecho que si hubo pesares quedaron "compensados porque todos tuvimos tiempo de decirle lo que la queríamos y la admirábamos".

Así empezó Asturias a asociar el 29 de febrero, ese día raro que sólo asoma al calendario cada cuatro años, a la figura de Margarita Salas. Cada año bisiesto como éste, cada cuatro años de aquí en adelante se explotará con un homenaje la analogía simbólica del 29F con el virus a cuyo estudio consagró su carrera, el "fago 29", el "phi 29", para que su tierra natal honre la memoria de la investigadora fallecida el pasado 7 de noviembre. Nació y se fue en noviembre, Otín la conoció en clase un mes de noviembre y quiso por eso que por debajo de sus palabras sonase ayer "Un día de noviembre" en la guitarra de Leo Brouwer. Así dejó dicho también que la tecnología que desarrolló el equipo de Salas, su legado, sus polimerasas, "seguirán tomando miles de decisiones por segundo". "Se utilizan como herramienta para descifrar el genoma del cáncer, ese que para ofensa de algunos se desarrolló en grandísima medida en un laboratorio a diez minutos de aquí", en la Universidad de Oviedo.

El acto juntó a profesores con alumnos; al rector de la Universidad, Santiago García Granda, con varios exrectores y con un aspirante a serlo, Ignacio Villaverde; a políticos de todos los partidos; a tres consejeros del Principado con el secretario general del Ministerio de Sanidad, Faustino Blanco, y con investigadores discípulos de Otín, y por tanto de Margarita Salas, con sus bebés en brazos...

Lucía Viñuela, hija de Margarita y del también investigador Eladio Viñuela, se emocionó varias veces, extendió el recuerdo de su madre a "todas las personas que dedican su vida al servicio de la educación, la investigación y la innovación" y usó una frase de Salas, "un país sin investigación es un país sin desarrollo", para pedir apoyo para la ciencia y dirigirse como su madre "a todos lo jóvenes para contarles la importancia de que muchos de vosotros os dediquéis a la ciencia". La presidenta del CSIC, la investigadora cudillerense Rosa Menéndez, glosó el rigor, la "planificación escrupulosa" y la búsqueda de la perfección de Salas y además de su brillantez como investigadora básica la importancia incluso económica que sus patentes han tenido para las arcas del CSIC. Terminó haciendo votos por que "la ciencia sea una prioridad en esta comunidad autónoma y en este país. Será el mejor recuerdo que podamos hacer a una figura tan importante como la de Margarita Salas".

De momento, su pervivencia en el CSIC queda patente con el nombre que lleva el Centro de Investigaciones Biomédicas, el suyo, y en un busto de la investigadora valdesana que está en elaboración y se instalará en el Centro de Biología Molecular. El doctor Luis Blanco, del equipo de Salas en el CSIC, recordó haber tenido "dos madres, la biológica y la científica", y dio por cierto que el legado de la bioquímica "no es algo pasajero" antes de que el consejero de Ciencia, Borja Sánchez, defendió el "potencial investigador" de Asturias, "a la vanguardia en muchos ámbitos", y aseguró que las continuas reclamaciones de Salas respecto a la importancia que ha de tener la ciencia en la vida política "han empoderado a toda una nueva generación de científicos, entre los que se incluya, que pretendemos que siempre esté en la agenda política".