La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

EVA MENÉNDEZ MUÑIZ | Primera mujer titulada en Mecánica Naval y pionera en trabajar a bordo de un buque de pesca; actualmente es jefa de equipo del departamento de obra civil en ArcelorMittal

"El machismo me hizo más fuerte y aumentó mi capacidad de gestión del sufrimiento"

"Es más importante lo que eres que cómo se dice, me parece absurdo perder energías en discutir cómo se debe nombrar un oficio"

Eva Menéndez Muñiz. ARCELORMITTAL

La lucha por la igualdad está jalonada por la existencia de mujeres pioneras, las primeras en conquistar un espacio tradicionalmente ocupado por hombres. España tuvo, como no podía ser de otra manera, a sus propias pioneras: Elena Maseras, la primera admitida sin falta de disfrazarse de hombre en una Universidad (1872); Federica Montseny, primera mujer ministra en un Gobierno en 1936; Matilde Ucelay, la primera arquitecta titulada (1936); Blanca Álvarez, primera presentadora de Televisión Española en 1967, y cientos más. La gijonesa afincada en Avilés Eva Menéndez Muñoz también rompió moldes en la década de los años noventa: primera titulada como mecánica naval en la Escuela Náutico-Pesquera de Gijón y primera mujer embarcada con todas las de la ley en un barco de pesca. El Ministerio de Educación llegó a distinguirla por su contribución al derribo de barreras sexistas. Hoy, a sus 44 años, repasa una trayectoria vital marcada por los obstáculos machistas que encontró a su paso.

- ¿Por qué una niña del barrio gijonés de La Arena quiso estudiar mecánica naval?

-Porque me tiraba el mar, me gustaban los barcos y siempre fui muy "manitas": era la profesión ideal para unir esas pasiones.

- ¿Qué dijeron en casa?

-Siendo la única mujer de cuatro hermanos, imagínese el cuadro: mi padre trató de quitármelo de la cabeza, y mi madre, discreta, se mantuvo en segundo plano debatiéndose entre el disgusto y el pensamiento de que "si eso es lo que le gusta..." Al ver que no me doblegaba la voluntad, mi padre acabó zanjando el tema con el clásico "¡ya te arrepentirás!"

- Ahora se hacen campañas para estimular las vocaciones científicas y tecnológicas de las adolescentes, ¿qué le parece?

-Creo que todo el mundo sabe lo que quiere estudiar cuando llega el momento. No veo mal que se fomenten esas competencias, pero lo importante quizás sea no poner trabas a las preferencias personales.

- ¿Cómo fue su paso por la Escuela Náutico-Pesquera?

-No me sentí incómoda.

- Para titularse como mecánica naval tuvo que acumular horas de mar, ¿qué tal le fue ahí?

-El primer barco en el que embarqué fue el portacontenedores "Gracia del Mar", estuve un año en máquinas. Bien en líneas generales. No puedo decir lo mismo de mi experiencia en barcos pesqueros.

- Cuente...

-El único armador que quiso embarcarme lo hizo con la condición de que yo desempeñara tareas de marinero... Acepté previo pacto de que si había que hacer algo en máquinas, que era lo mío, contasen conmigo. En el barco, todos hombres, fui objeto de todos los machismos imaginables: menosprecios, acusaciones de que estaba usurpando el trabajo a un "paisano", me asignaban las tareas más duras y arriesgadas para tratar de forzar mi dimisión, ocasionalmente me negaban la comida, en el momento de clasificar el pescado me arrojaban a las piernas, al pecho y a la cara pulpos y otros peces... Llegué a tener el cuerpo amoratado de los golpazos y un día que me harté y devolví los lanzamientos llegamos a las manos. Así siete meses.

- ¿No denunció esos hechos, no se quejó al armador?

-No dije nada a nadie. Yo quería completar mis horas de mar.

- Pero hubo un día que dijo usted "hasta aquí"...

-En efecto. Una noche, con el barco en alta mar y yo durmiendo en mi camarote, vinieron varios marineros más bebidos de la cuenta a aporrearme la puerta; me insultaban y amenazaban con tirarme por la borda si no abría... Llegué a pensar que no saldría de aquella sin ser violada... Afortunadamente la puerta aguantó. Al llegar a puerto pedí al armador que me cambiara de barco. Aceptó visto la gravedad de los hechos y pude completar mis horas de mar sin mayores incidentes.

- ¿Cómo pudo aguantar aquel martirio?

-Tenía 22 años, la determinación propia de tal edad y la certeza de que no estaba haciendo mal a nadie.

- ¿Cree que aquel y otros ataques machistas han forjado su carácter?

-Sin ninguna duda, para bien o para mal creo que he desarrollado una tremenda entereza física y mental, y también una especial capacidad para gestionar el sufrimiento. El episodio del barco, y otros, los he analizado mil veces según fueron pasando los años y, sin justificarlo, por supuesto, he logrado hablar de ello con naturalidad. Y no me quejo, yo sabía dónde me metía.

- ¿Cómo llegó a trabajar en Arcelor, su actual empresa?

-Trabajé varios años en mantenimiento hotelero y cierto día hace 13 años, tomando un café, vi en el periódico que Arcelor necesitaba personal. Eché el curriculum y me cogieron. Estuve en ferrocarriles -conduje y reparé locomotoras llegando a la categoría de maestro- y cuando salieron puestos en Obras y Conservación opté, con éxito, a uno.

- Ha dicho usted "maestro", no "maestra"...

-¿Ah, sí? Nunca me había parado a pensar en ello... Yo creo que es más importante lo que eres que cómo se dice; me parece absurdo perder energías en discutir cómo se debe nombrar un oficio o cargo.

- ¿Detecta machismo en su actual desempeño laboral?

-A ver, la fábrica es muy grande, hay muchos hombres y nunca falta el típico comentario sexista impertinente, aunque son los menos. Otro aspecto de machismo que perdura es el cuestionamiento de la autoridad cuando ésta la ejerce una mujer.

- ¿Es usted favorable a la política de cuotas?

-Sobre eso tengo el corazón dividido. Me duele que haya que integrar a calzador a las mujeres o a cualquier otro colectivo, como pudiera ser el de discapacitados, pero vivimos en una sociedad regida por determinados patrones y, a veces, no queda más remedio. La forma, pues, no me gusta, pero el objetivo es positivo.

- ¿Es optimista a futuro en materia de igualdad?

-Hace poco una amiga me contó los insultos machistas que recibió una árbitro de fútbol infantil en la Cuenca... Si los niños de hoy siguen con esos clichés, poco optimismo cabe. En este sentido pienso que los padres, como educadores, tienen una grandísima responsabilidad.

Compartir el artículo

stats