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Los más frágiles inician su desescalada

El Principado promete "flexibilidad" en las visitas a los mayores que viven en residencias, que se inician el domingo l Los médicos advierten: "Pagarán un precio en salud mental"

Concentración de familiares de mayores en la residencia Santa Teresa de Oviedo. LNE

"Estamos trabajando para intentar que este próximo domingo se puedan llevar a cabo los primeros paseos, siempre garantizando al máximo la seguridad de los residentes". Así se pronunció ayer Melania Álvarez, consejera de Derechos Sociales y Bienestar del Principado, después de que el Ministerio de Sanidad anunciara el martes que por fin puede iniciarse la "desescalada" , en situación de riguroso sedentarismo y sin poder ser visitados por sus familias a causa de la pandemia de covid-19.

"Nos ponemos en la piel de las personas residentes y de sus familiares. Por ello flexibilizaremos paseos, visitas y nuevos ingresos en el marco de organización de la nueva normalidad", agregó Melania Álvarez.

Los médicos no ocultan su temor a los efectos de este larguísimo confinamiento sobre el estado físico, mental y emocional de las personas mayores. Y es que, a juicio de muchos facultativos, el "aislamiento" al que han sido sometidos "en muchos casos ha protegido su vida, pero también ha tenido un precio en bienestar y salud mental", argumenta Belén García Busto, médica de familia del centro de salud de Cudillero.

La etapa que ahora se inicia no estará exenta de dificultades. José María Ledo, médico de familia en el centro de salud de Llano Ponte (Avilés), advierte de un posible empeoramiento de los trastornos cognitivos, de memoria y de concentración entre los ancianos que viven en residencias. Más aún, alerta de un probable agravamiento de la dificultad para caminar por artrosis, de casos de desorientación en pacientes con patología de salud mental y, en general, del previsible empeoramiento de cualquier patología crónica "si no siguen algún programa que los mantenga activos". Y subraya, categórico: "Todos los ancianos empeoraron durante el confinamiento".

Agustín Sánchez, médico de familia en el centro de salud de Sabugo (Avilés) coincide con el doctor Ledo. "La mayoría de los que viven en las residencias tienen muy poca autonomía porque, a poco que estén bien, permanecen en sus casas o con la familia. Los que sí tienen más autonomía salen fundamentalmente con atrofia por la falta de actividad física y, como consecuencia, con un peor control de sus enfermedades de base: hipertensión, diabetes, insuficiencia cardiaca...".

El geriatra José Menéndez Guerra, al frente de la Fundación Hospital de Avilés, apunta que "el efecto del coronavirus ha sido devastador también para los mayores que han estado en sus casas, aunque no padecieran la enfermedad". Y añade: "Conozco casos de personas que han perdido la independencia, que han pasado de ser autónomos a dependientes por ese tiempo sin moverse, por la falta de los estímulos que supone salir a la calle...". Menéndez Guerra hace hincapié en que "la mortalidad no solo es la que nos cuentan, sino la que va a haber como consecuencia de un confinamiento que era necesario, pero que fue durísimo para los ancianos".

Belén García Busto, médica de familia del centro de salud de Cudillero, señala que la residencia en la que viven sus pacientes es del Principado y los mayores "están bien atendidos y son tratados con cariño y amabilidad por el personal". El problema estriba en que muchos de ellos "son personas con deterioro cognitivo asociado a la edad, que pueden no comprender la situación que motiva estos cambios". Por otra parte, su estabilidad y equilibrio "dependen en gran medida de sus rutinas y del contacto social", y verse confinados en sus habitaciones y privados del contacto presencial con sus seres queridos y de la interacción con otros residentes "también les pasa factura con el consiguiente deterioro de sus capacidades intelectuales". Además, "su estado de ánimo después de más de tres meses en esta situación también se ve comprometido".

"Mi madre está muy deterioradina, tanto física como mentalmente"

La ovetense María Teresa Fernández Zapico ofrece un testimonio de primerísima mano. Este pasado lunes por fin pudo visitar a su madre, de 92 años, que vive en una pequeña residencia de mayores privada, cerca de la capital del Principado. Hasta marzo, la rutina era que hija acudiera a ver a su madre "todas las tardes". Pero ahora llevaban sin verse tres meses y un día. En ese tiempo solo habían podido mantener algunas videoconferencias con la ayuda del personal de la residencia.

"Nos reunimos nosotras dos solas en una salita que nos había preparado. Las dos con mascarilla. A mí me dieron además un equipo de protección completo", relata. Y prosigue la mujer ovetense: "Mi madre está muy deterioradina, tanto física como mentalmente. Apenas habla: se expresa con los ojos. Temí que no me conociera con mascarilla. Pero me conoció. Fue muy duro no poder darle un abrazo ni un beso. Fue como ir a ver a un paciente a la UCI, algo que conozco bien porque fui trabajadora sanitaria". Sin embargo, pese a este sentimiento agridulce del momento, "después me quedé contenta y tranquila de ver que mi madre estaba bien y que el resto de los residentes estaban contentos".

Los familiares de la residencia pública Santa Teresa, de Oviedo, lamentan que el Principado, ante la insistencia en poder visitar a los mayores "con todas las medidas de protección necesarias", haya ofrecido de forma sistemática en estos meses una respuesta negativa que "siempre se ha basado en criterios de salud física y nunca ha hablado de la parte emocional". A juicio de estos familiares, en los mayores institucionalizados "están comenzando a aparecer problemas de salud muy serios, tanto de índole física, con falta de movilidad, como de carácter psicológico".

Si no surgen novedades en forma de rebrotes de coronavirus, lo previsible es que este próximo domingo se alivien muchas tensiones y se derramen muchas lágrimas de emoción en las residencias de mayores. Sin embargo, en numerosas personas quedará grabada una reflexión en forma de desafío que se resume en una consideración de la médica de familia Belén García Busto: "Necesitamos un sistema en el que la salud mental y el bienestar emocional forme parte de la ecuación en la toma de decisiones".

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