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CARMEN CERDEIRO | COCINERA JUBILADA

"Mi padre murió cuando yo tenía 10 años y me puse a trabajar; solo iba a la escuela cuando llovía"

"Lo que más me extrañó de Asturias fue la montaña; subía de rodillas el prado que llevaba a La Casería por miedo a caer"

Carmen Cerdeiro, a la puerta de la sidrería Cabranes de Gijón. JULIÁN RUS

Carmen Cerdeiro (Ponteceso, La Coruña, 1937) llegó a Asturias hace 62 años. Trabajó desde los 10 años y está jubilada desde hace 2009. Sidra Trabanco la ha reconocido como una de las "madres de la sidra", una bebida que descubrió, ya casada, en los merenderos de Rioturbio, en El Molinucu, al lado del río, y en la plaza de Requejo de Mieres y que, al llegar a Gijón y pasar a trabajar de cocinera, convirtió en un ingrediente con el que preparar carne y pescado.

Tiene tres hijos, cinco nietos y tres bisnietos, entre estos últimos la única chica en la familia. "Muy cariñosa, de besos, dan ganas de comerla".

- Antes de dar con la sidra tuvo muchos trabajos.

-Desde los 10 años, cuando murió mi padre. Entonces no había seguros y si querías comer... Fuimos 15 hermanos, yo la última. Quedamos Ramón y yo. Solo iba al colegio cuando llovía. Y si paraba de llover a mediodía ya no iba por la tarde porque tenía que trabajar con mi madre. Así aprendí las cuatro reglas.

- ¿En qué trabajó?

-Por casas de labradores, pero no me gustó. Fui al jornal al trigo, me corté un dedo, me lo envolvieron y seguí como si nada, como si dejaba la vida, porque tengo amor propio y al que quedaba atrás lo tenían por vago. Luego serví varios años en casas en La Coruña hasta que Julio determinó que viniéramos.

- Su marido.

-Sí. Julio Varela, de mi misma aldea. Nos casamos el 5 de abril de 1958 y en noviembre de ese año vinimos para Asturias.

- ¿Por qué?

-Allí se ganaba muy poco. Llegué en estado de mi hijo mayor, Ezequiel. Yo tenía una hermana aquí. Julio iba a trabajar a la mina, de vagonero, en el pozo Polio. Luego fue ayudante de barrenista. Empezó en la mina con 27 años y se jubiló con 52. Tropezábamos mucho. Murió hace siete años.

- ¿Cómo recuerda su llegada a Mieres?

-Llegamos de noche a la estación del Norte. Mi hermana no había ido a esperarnos y no conocíamos a nadie. Mi marido era cortado, yo era la que tenía que moverme. Dejamos el baúl que me había dado mi madre guardado en la estación y buscamos la dirección de la casa de mi hermana.

- ¿Fueron a vivir con ella?

-No. Al día siguiente ya estábamos en la casa que nos tenía buscada en La Casería, donde vivía un hombre que tenía una mula. Le pedí que fuera a buscarme el baúl. Llevaba cuatro cosas, para empezar una vida, pero era tan grande que el hombre de la mula iba proclamando por los pueblos: "Aquí vienen todos los gallegos".

- ¿Qué le extrañó de Asturias?

-La montaña. Soy de llano. Subía de rodillas el prado que llevaba a La Casería porque tengo vértigo y me daba la sensación de que iba a caer. En 1959, cuando nació Ezequiel, nevó muchísimo en mayo. Me acuerdo porque a los dos días del parto tuve que ir con la nevada al lavadero. No había otra.

- Desde que llegó, trabajó.

-Sí. Quería trabajar porque me vi muy necesitada cuando era niña. No paraban de llegar portugueses y andaluces para la mina y lavé ropa y tejí jerséis para 17 de ellos. A otras horas iba al monte con las lecheras que podía llevar en la mano y repartía leche por las colominas. Cuando la empresa hizo un grupo de viviendas en Rioturbio nos concedieron una.

- ¿Qué tal vivieron en Mieres?

-Muy bien. Ganaba "perras de sardiñas", como decimos en Galicia, porque cobraba todos los días y podía comprar para mis hijos, que nunca tuvieron necesidad de nada, y de eso estoy orgullosa.

- Tiene tres hijos varones.

-Maravillosos: Ezequiel, Julio y Javier. Los mayores estudiaron en la academia Lastra. La directora de la academia llevaba también el hospital de Fábrica de Mieres. Julio tuvo un accidente y cuando estaba ingresado ella me dijo que no merecía la pena que gastara en que estudiaran, que el mayor todavía algo, pero el segundo, no. El mayor fue a la construcción, y el pequeño, en la hostelería, y luego entraron los dos en Hunosa. Están jubilados.

- El último hijo, Javier, llegó...

-Después de 13 años.

- Volver a criar después de ese tiempo...

-Antes crie una nena, Vanessa. Sus padres marcharon a Suiza y la crie de los 11 meses a los 10 años, que la recogieron.

- Parece que tiene una relación especial con el pequeño.

-Desde que nació. Y luego porque trabajamos juntos. Tenía 12 años cuando vinimos a Gijón, en 1986, cuando Julio se jubiló. Me gustaba más ese ambiente para Javi. Fuimos a un piso en El Coto.

- Su marido se jubiló, pero usted siguió trabajando.

-Cuidé a Manolita, una señora mayor, durante tres años y luego trabajé en la cocina del bar Dinos y del restaurante La Riviera, en la plaza Mayor, durante seis años.

- Ahí empezó a cocinar en grandes cantidades y a usar la sidra en los alimentos.

-Sí. La sidra le gustaba a la gente, a mí también, y empecé a preparar pescados y carnes con ella. Tiene mucha salida para beber y que la gente quede satisfecha.

- ¿Qué tal le fue?

-Bien. Quise jubilarme, pero los dueños me pidieron que quedara otro año, hasta que dejaran el negocio.

- Pero no se jubiló hasta los 72 años.

-No. Javi era camarero en El Globo y en 1998 se puso por su cuenta en la sidrería Cabranes de la calle Alfonso I y fui con él.

- ¿Qué tal se encuentra?

-Por fuera estoy bien; por dentro, pocha. Tengo problemas de corazón y pulmón, pero no me gusta quejarme. Tuve tuberculosis de pequeña y me quedó una cicatriz en el pulmón y cuando paso catarros respiro mal y siento fatiga.

- Habrá tenido mucho cuidado con el coronavirus...

-Sí. Al principio no me daba miedo, pero desde que vi que moría gente, sí. Vivo en La Calzada, donde están mis hijos. De Gijón me gusta todo menos La Calzada, pero allí estoy cuidada.

- ¿Cómo pasó el confinamiento?

-Muy bien. Esos dos meses tuve conmigo un nieto de 36 años, David, que es informático y encantador... Me hacía los recados y me daba vida. Cuando estaba con él, tenía ganas de hacer cosas, de limpiar y hacer ganchillo. El otro día lo llamé por teléfono porque tenía muchas ganas de hablar con él. Tengo un gato y lo quiero mucho, pero no es lo mismo.

- ¿Vuelve a Ponteceso?

-Ahora no estoy para viajar. Cuando muere algún pariente va alguno de mis hijos. Me gustaría dar una vuelta por el sitio donde crecí, por última vez. Allí me queda mi hermano Ramón, que estuvo en Alemania. Tuve tres hermanos en Europa cuando marchaba tanta gente para allí. Manuel y Jesús fueron a Holanda.

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