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VÍDEO: Colas nunca vistas en Ponga para hacerse la prueba del covid

VÍDEO: Colas nunca vistas en Ponga para hacerse la prueba del covid

Colas nunca vistas en Ponga para las pruebas del covid

"Somos el único concejo que de verdad sabe lo que hay", dicen los vecinos del primer municipio de España que realiza PCR a todos sus residentes

Marcando número tras número en los teléfonos fijos y recorriendo puerta por puerta las empinadas calles del concejo. Así se organizó el primer test para todo un concejo en el país. Ayer, antes de que el reloj diera las 15.30 horas, no quedaba nadie en Ponga sin practicarse una PCR. Un trabajo en tres tiempos, o cuatro. Primero se instaló la carpa del autocovid en Sobrefoz, donde se originó el brote que le ha valido la alerta naranja al concejo oriental, a donde volverán mañana para una segunda ronda. El martes se trasladó a San Juan de Beleño y de ahí los sanitarios llegaron, en la mañana de ayer, a Selleño. En total se hicieron unas 700 pruebas, tantas como vecinos tiene el concejo. Son pocos, lo que facilita la gesta. Pero las dificultades eran otras: la principal, la cobertura. Vecinos ilocalizables y trámites que se retrasaban y complicaban para desesperación de locales y sanitarios. Fueron los alcaldes de barrio los que se encargaron de movilizar a la población. Sin móviles, sin internet, a la antigua usanza.

En Sellaño, frente a una carpa blanca rotulada con las palabras "Puesto asistencial avanzado", se congregaron ponguetos de todos los rincones. "Estos o no son de aquí o yo no conozco a nadie", le comentaba un vecino en voz baja a su pareja al ver la cantidad de gente que se agolpaba frente a los sanitarios. Unos venidos a pie, que conversaban con ánimo, y otros en coche. Formando un atasco nunca visto en la estrecha carretera que vertebra el pueblo.

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VÍDEO: Colas nunca vistas en Ponga para hacerse la prueba del covid

El Ayuntamiento demandó "medidas drásticas" y la consejería de salud puso los medios para controlar el foco en Ponga. Uno tras otro, los vecinos fueron pasando por el test del "palito". Con mayor o menor expectación ante la prueba, con peor o mejor sensación tras practicársela. Ojos llorosos y gente que decía que "na, que esto no es nada". Pero, contra todo pronóstico, no era el tema de conversación principal.

La cola avanzaba inusualmente despacio, pero no había quejas por ello. Todos conocían el problema y señalaban a un punto sobre las montañas, una antena de la que casi no se veía la silueta. La causante de todos los problemas. La cobertura, prácticamente inexistente, retrasaba la llegada de los volantes que se iban entregado sistemáticamente a los vecinos. Unos cuantos papeles acabaron llegando, entrado el mediodía, en un taxi desde Arriondas. Sanitarios y Ayuntamiento se las estaban viendo con la conexión. "¿Cuánto hay que poner para traer un repetidor al pueblo? ¿2.000 euros?", preguntaba David Alas a sus contertulios durante una espera que se estaba haciendo larga. "Es que, por no verse, aquí, cuando hay anticiclón, no se ve ni la televisión", se lamentaban los vecinos.

"Vinimos aquí a las diez y media", contaba Santiago Arobes cuando las agujas ya pasaban de las doce. Y todavía le quedaba un buen rato para que le practicasen la prueba. Algo que no le preocupaba lo más mínimo, "que todo lo malo sea esto", comentaba, impaciente, con la mirada fija en la alcaldesa del concejo, la socialista Marta Alonso (Psoe), que iba repartiendo, uno a uno, los codiciados volantes. Hombre de mundo ya jubilado, de "aquella generación" que emigró a Alemania, reconocía no haber visto nunca "nada igual a lo que ahora sacude al concejo, la región, el país y el globo. "Es algo increíble", sentenciaba.

Unos metros más atrás, y medio metro por debajo, los ojos del pequeño Xavi Alas, de ocho años, estaban fijos en otra cosa, en los médicos. Los sanitarios, tras los aparatosos trajes EPI, se afanaban por hacer tests sin descanso cuando internet lo permitía. Conversaban brevemente con los vecinos. "¿Te has hecho la prueba antes? Gira la cabeza un poco hacia mí. Te aviso de que molesta un poco". Frases que se repetían una y otra vez, hasta superar las 250 ocasiones. Y el pequeño no perdía detalle. "Es que quiere ser médico", contaba su madre, Violeta Pintueles, animándole a que hablase. El niño, abrazado a ella, tiene claro lo que le interesa "Si eres de Oviedo, ¿te haces la prueba en el HUCA?", preguntaba sorprendentemente informado.

Los mayores, su padre entre ellos, hablaban de las posibles consecuencias y repercusiones de la pandemia. Este, que regenta un pequeño hotel rural, lamentaba el impacto del coronavirus. Aunque este cribado masivo podía suponer un punto de luz en un presente negro. Ahora, Ponga, podrá venderse como el único municipio que "de verdad sabe lo que hay". Lo que puede marcar la diferencia. Aunque es consciente de que el sector turístico seguirá sufriendo. Alas miraba a la capital: "El noventa por ciento del turismo que tenemos aquí es madrileño". Con el cierre de la comunidad autónoma es un público que no llenará las cinco habitaciones del hotel. Un establecimiento que él y su mujer regentaron "con miedo y precaución durante todo el verano". Ahora, el consumo tiene que partir de los asturianos.

Alerta naranja mediante, trajes EPI y pruebas PCR de por medio los ponguetos no pierden el ánimo. No fueron pocos los que, pese a la espera, quisieron invitar a comer a los sanitarios o, por lo menos, a tomar algo. El ánimo no decae. El rústico establecimiento tras la carpa del autocovid era un ejemplo. Viendo pasar a los coches, el dueño bromeaba con la posibilidad de instalar un "take away" para repartir pinchos. No hubiera sido mala idea. "Venga, vamos a tomar unas birras, antes de que nos confinen", llamaba uno desde la puerta del bar todavía con la lágrima en el ojo tras la prueba.

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