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La vida más limitada desde la desescalada

La vida más limitada desde la desescalada

La progresión del virus ha llevado a las autoridades a propagar las restricciones hasta los niveles más estrictos desde que el Principado inauguró en junio su "normalidad flexible"

El viernes se podía hacer ejercicio en un gimnasio y trabajar con distancia y sin mascarilla. El sábado, no. Una mesa de diez comensales en un restaurante pasaba el corte en la cena del viernes, pero ya no valía para la comida del sábado? Las alteraciones de la curva epidémica del coronavirus han estrechado el cerco de las restricciones más que nunca desde junio. Y lo que queda. Aquella "normalidad flexible" que el Principado prometió al salir del estado de alarma ha ido mudando y revisándose a sí misma con una acumulación de modificaciones normativas que viene de tocar su máximo grado de restricción? De momento.

Al hilo de la evolución de la pandemia, la norma en constante reforma ha ido decidiendo lo que se puede hacer y cómo, o lo que no se debe y por qué. Lo último es básicamente la generalización de la mascarilla en el trabajo -siempre que se desarrolle en espacios comunes-, en los gimnasios, en todo espacio cerrado de uso público o al realizar actividad deportiva al aire libre -siempre que no sea posible mantener la distancia-, así como la rebaja de diez a seis personas en la ocupación máxima de las mesas en la hostelería o la equiparación de la hora de cierre de bingos y salas de juego a la del resto del ocio nocturno, la una de la madrugada? En los centros escolares, también la mascarilla acabó subiendo a obligatoria en clase.

La normativa va amoldando la vida de los ciudadanos a las condiciones que impone la progresión del virus, tratando de enfocar los acentos de las limitaciones hacia los puntos de mayor riesgo de contagio. De una cierta permisividad controlada a una ascendente severidad han ido transitando las condiciones de uso de los locales nocturnos, de los gimnasios, los bares o ya en general de la vía pública y los centros laborales que dispongan de espacios de trabajo comunitarios. En esa carrera ascendente y paralela que libran la curva epidémica y las restricciones que tratan de pararla, la reforma que el Principado divulgó en la noche del viernes es al menos la quinta de calado desde el fin de la desescalada. También la más limitativa desde el final del estado de alarma, sobre todo si se considera que acumula sus restricciones a las de las cuatro modificaciones previas, o más bien a los grandes preceptos que fueron jalonando el verano de medidas de control y vigilancia progresivamente más estrechas. La norma sigue la estela de una curva de contagios que a medida que pasan los días se va haciendo progresivamente más peligrosa.

No hay tregua, eso sí, para el territorio ya conquistado por las restricciones del coronavirus. Estuvo, y va a seguir estando, la mascarilla obligatoria generalizada en las vías públicas de núcleos urbanos -y en las de los rurales cuando se produzcan aglomeraciones-, el cierre de las discotecas, el progresivo acotamiento de la última consumición en locales de ocio hasta la una de la madrugada o la prohibición de fumar en las vías públicas cuando no sea posible garantizar una distancia interpersonal de al menos dos metros. Introduciendo progresivas variaciones en la instrucción genérica de la mascarilla, la higiene y la distancia, la Asturias del coronavirus ha desarrollado una notable capacidad de producción normativa que no ha dejado de crecer ni promete parar en breve.

Casi cada movimiento de la vida cotidiana fuera del domicilio de cualquier habitante de cualquier parte de Asturias tiene su propia restricción o condiciones de desarrollo en función de un riesgo de contagio prácticamente omnipresente. De ahí la inflación legislativa y la complejidad de la empresa de conseguir que los ciudadanos sean lo que de ellos requiere el Principado, que sean "diques de contención y cortafuegos" contra el avance de la epidemia. Vienen de atrás los lugares de culto limitados al 75 por ciento de su aforo, igual que las bodas y banquetes, la distancia de metro y medio en velatorios, las butacas preasignadas, la distancia y la mascarilla en los cines, teatros auditorios y similares? Todavía tiene grado de recomendación la limitación de todo encuentro social a un máximo de seis personas.

La sucesión de reformas hace que a veces se complique el seguimiento de su pista en el Boletín Oficial del Principado (BOPA), o la determinación de qué parte de cuáles ha sido modificada y sigue en vigor. La pandemia, no obstante, toma sus propias decisiones y en el horizonte siguen, pendientes de ella, muchas posibilidades abiertas de cara a un futuro incierto: de las distendidas vigilancias de las "alertas naranja" al retorno a alguna de las fases de la desescalada o, en caso extremo, la petición de regreso al estado de alarma.

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