Todo cordialidad, la izquierda parlamentaria y el presidente del Principado dejaron ayer perfilado de forma muy genérica el esquema de la fórmula para romper el hielo y empezar a hablar de presupuestos en serio. En la sesión bisemanal de preguntas y respuestas del jefe del Ejecutivo en la Junta, Adrián Barbón, asintió complacido a las manos tendidas de Podemos e IU y dibujó muy sucintamente sus primeros propósitos en el boceto de las cuentas de la reconstrucción: anunció que el presupuesto de 2021 llegará, "dentro de nuestras posibilidades económicas, al máximo posible" de la capacidad inversora, "aunque eso suponga endeudarnos más", y repitió que "no tocará los impuestos".

Las dos sentencias llegaron arrastrando matices: se agradece, respecto a la capacidad de endeudamiento, que por las especiales circunstancias del ejercicio el Gobierno central haya aflojado el objetivo de déficit -del 0,2 al 2,2 por ciento, lo que otorga al Principado unos 526 millones de euros de gasto adicional-, pero advierte de que no van a llover "vino y rosas", porque ya se sabe que el descenso en la expectativa de ingresos va a reducir a 2.854 millones las entregas del sistema de financiación autonómica, principal fuente de ingresos de la comunidad. Del otro lado, los impuestos no variarán en la Asturias de 2021, pero el Presidente matiza reanudando su conocida demanda de "una reforma fiscal en España" que establezca "una armonización de mínimos entre las comunidades autónomas" para evitar prácticas de "dumping fiscal" e interceptar a algunas regiones, dijo sin citar esta vez a Madrid, que después de bajar impuestos se quejan a "papá Estado" de que les falta dinero.

Barbón ofrece para un "año excepcional" unas cuentas de más marcada "orientación social", consagrados al blindaje de la salud, la educación y las políticas sociales públicas, y una vocación de "diálogo abierto" a la búsqueda de los tres votos que le faltan al PSOE para la mayoría absoluta. Añadió, sin citar esta vez a Vox, que sólo elimina de las negociaciones a quienes "se autoexcluyen" con "postulados contrarios a las libertades" y cogió al vuelo la oferta conjunta de entendimiento que llegó en dos tandas de Podemos e IU.

Rafael Palacios, portavoz accidental de Podemos por la ausencia de la titular, Lorena Gil, representante del ala morada más inclinada al acercamiento al Gobierno, no se lo puso demasiado difícil para empezar. Vio llegado el momento de "convertir en hechos las palabras y en políticas las declaraciones", y pidió situar el punto de partida de la negociación presupuestaria en un lugar fácil de aceptar, al menos en su formulación, para el presidente socialista. Barbón aplaudió la propuesta del parlamentario morado para que sean los objetivos de la "agenda 2030" de desarrollo sostenible de la ONU -con sus grandes propósitos de progreso social e igualitario o su apuesta por la "reindustrialización verde"- los que definan el marco, aún muy genérico, por donde abrir el diálogo presupuestario. Y aprovechando que en el Gobierno de España este aspecto cae bajo las competencias de la vicepresidencia que ostenta el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, Palacios propuso a Barbón que convoque "un foro de reflexión y análisis sobre la agenda 2030 y el desarrollo sostenible encabezado por usted y el vicepresidente segundo".

Dicho y hecho. El presidente del Principado recogió el guante "con los brazos abiertos" y con toda la disposición a cursar la invitación a Iglesias. El clima afable del intercambio entre Barbón y Palacios soslayó antiguas rencillas con el supuesto socio que siempre ha sido más renuente al pacto y con otros interlocutores del mismo partido. "Somos seis diputados a este lado", le ofreció Palacios, sumando ya los suyos a los de IU, cuya portavoz, Ángela Vallina, se había adelantado a la respuesta del presidente pidiendo "unos presupuestos sociales" cuyo "corazón" sean los acuerdos de concertación firmados con la patronal y los sindicatos.

Barbón reservó el tono más desabrido para su porfía dialéctica para la portavoz del PP. Teresa Mallada tiró la crítica de esta semana por la acusación de inacción ante el declive de la industria asturiana y por la imagen del Presidente como un "Nerón tocando la lira mientras arde Roma". El Presidente volvió a su vez a afear el discurso apocalíptico de la diputada, mientras ponía acentos sobre las zonas más prósperas del tejido industrial asturiano -los pedidos de los astilleros, las inversiones en Asturiana de Zinc o Bayer- y presumía de haber elevado la voz ante sus compañeros del Gobierno central. "Parece que no reconocen que la transición ecológica tenemos que asumirla sí o sí", remató.

A la invitación del portavoz de Foro, Adrián Pumares, sobre la necesidad de "no repetir errores del pasado" en la gestión de los fondos europeos, replicó Barbón con la propuesta de un mecanismo de captación que maximice "la cooperación entre la iniciativa pública y la privada". La protesta de Susana Fernández (Ciudadanos) sobre el abandono del Principado a los ayuntamientos turísticos acabó en una apuesta por el turismo no masificado y sostenible y en una aclaración sobre la incapacidad del Gobierno para invadir políticas de competencia municipal.

En el capítulo sanitario, el presidente opuso a la crítica del portavoz de Vox, Ignacio Blanco, y centrada en la desatención de la atención primaria, el reconocimiento de "una veintena de problemas en los casi cien centros de salud", encontrados gracias al proceso de participación ciudadana puesto en marcha por el Gobierno para detectar las deficiencias del sistema sanitario. Quiso además Barbón enfatizar sus propuestas para la primaria mencionando la contratación de personal, las aperturas vespertinas o la puesta en marcha de una central de llamadas para la atención telefónica.