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José Manuel “Cholo” Lobato, durante la entrevista en uno de los salones de Casa Lobato.

Hostelero

José Manuel “Cholo” Lobato: “La hostelería es una bomba de relojería, hay que ser muy serio”

“El cliente siempre sabe más que tú, siempre les digo a mis hijos que no den a los demás lo que no quieren para ellos”

Cholo Lobato ha sido durante medio siglo el alma del negocio más antiguo de Oviedo, el restaurante Casa Lobato en el Naranco. Él es la tercera generación de un establecimiento que nació como negocio mixto. Su abuelo José Lobato recibió un estanco como compensación a los servicios prestados en la guerra de Cuba. En 1898 abrió el negocio. En 1975 el hijo del fundador, Enrique Lobato, llamó a su hijo Cholo para que se hiciese cargo del negocio, que atravesaba serios problemas y corría peligro de cierre. Cholo era protésico dental y le iba bien, quería estudiar Odontología, pero le tiró la sangre y siguió adelante con la empresa familiar. Ahora, a los 80 años, está satisfecho con lo conseguido, y especialmente contento porque sus tres hijos, Antonio, Juan Luis y Marcos, son ya la cuarta generación de Casa Lobato y el negocio marcha bien, pese a la pandemia.

Crecimiento controlado. “Siempre he mantenido que el negocio hay que ir renovándolo, es fundamental, pero una de las normas de esta casa es que el crecimiento debe ser controlado. No te puedes quedar parado, pero tampoco puedes avanzar de una forma desmadrada porque puede traer consecuencias negativas. La clave está en no deber dinero. Cuidado, deber dinero es una cosa muy grave. El hostelero de antes era muy serio y responsable, no comía pero pagaba. Así entiendo yo el negocio y así lo viví. Estuve a punto de hacer un hotel aquí al lado. Ya tenía el proyecto y me volví atrás. Cuando empecé a echar números y a ver cómo tenía que plantear el negocio me eché atrás y acerté, si no, ahora mismo estaría quebrado. Para hacer el hotel tenía que endeudarme y la amortización iba a ser a siete años. Al pasar esos siete años, cuando ya estaba pagada la inversión, tenía que volver a invertir para actualizarlo y otra vez a empeñarme. Dije, esto no ye negocio, y acerté, si lo hago, ahora estoy desaparecido, no habría podido con ello. Yo no fui a la Universidad. Estudié en el Loyola y en la Academia Ojanguren, pero la Universidad es la vida misma. Para esto de la hostelería tienes que saber de todo un poco. Cuando tenía un problema jurídico iba a un buen abogado y si el problema era económico buscaba un buen economista. Para eso están los profesionales, para que te asesoren y luego tú lo ejecutes con cierta frialdad”.

Un día ‘aparcó’ aquí un helicóptero, era un cliente que venía a comer a Casa Lobato

Hostelería de ayer y de hoy.

“La hostelería fue a menos. En la época buena en Oviedo había restaurantes a cual mejor. Estaba La Gruta, El Marchica, El Pelayo, La Paloma... A cual mejor, en calidad, en servicio y en muchas cosas. Ahora aquella hostelería, aquel servicio ya no existe, hoy todo vale. Los negocios de hostelería tienen que reunir unas condiciones muy importantes: ubicación, instalación, calidad, precio y servicio, y un buen hacer. Hoy la mayoría de los sitios no reúnen esas condiciones, el que no falla de uno falla de otro; vas a un servicio y falta papel o huele mal. En un negocio la limpieza es muy importante y eso tiene un coste, pero hay que mantenerlo a rajatabla. El que no lo haga bien no tiene futuro. Hay que ser muy honesto. A mis hijos siempre les dije que lo que no quieran para ellos no se lo den a nadie. El cliente sabe más que tú, no puedes engañar a un cliente. Si yo veo que un pescado no está en condiciones tengo que ir a la cocina y decir que no se puede servir. Si se lo damos al cliente nos estamos perjudicando. Puedes ganar 20 o 30 euros ese día, pero al final perdiste mucho porque el cliente no te vuelve más. Hay que llevarlo todo con mucho rigor y mucha seriedad. En muchas ocasiones ha habido clientes que estaban de copas aquí hasta las dos de la mañana y al irse me pedían que siguiese la juerga con ellos. Siempre dije que no. La hostelería tiene mucho peligro. Tienes para comer, beber, mujeres y dinero, eso es una bomba de relojería.

El cliente que llegó en helicóptero y otras anécdotas.

“Aquí han pasado muchas cosas. Le voy a contar una muy célebre. Un día por semana, creo que un miércoles, con el comedor lleno, se empieza a oír un ruido como si fuera un bombardeo. Era un helicóptero que ‘aparcó’ en el parking, un cliente que venía a comer a Lobato. La gente salió a ver qué pasaba y quedaron acojonaos viendo un helicóptero aparcar, además era grande. Vino hasta la Policía Municipal. Un auténtico espectáculo. Era un empresario de la ciudad que estaba en Madrid y me llamó para preguntarme si podía aparcar el helicóptero aquí, yo le dije que si me decía el día concreto que sí, que se lo preparaba. Aparcó como si fuera un coche, un auténtico espectáculo. En otra ocasión estaba comiendo aquí Plácido Domingo con otras cuatro personas. Al marchar, otro cliente le dijo, “Plácido, joder, canta el himno del Madrid”. El tío se levantó y empezó a cantar el himno del Madrid mientras se marchaba. También estuvo aquí Montserrat Caballé con su marido y la hija. Esa sí que era una exquisitez de señora. Del mundo de fútbol por aquí han pasado todos. Un día que jugaba el Oviedo con el Atlético de Madrid teníamos la comida de las directivas, yo incluido, como vicepresidente del Oviedo. Entonces llegó Jesús Gil. Era todo un espectáculo, la gente le aclamaba, impresionante. Además a él le iba la marcha. De los políticos han estado Adolfo Suárez, Aznar, Mújica. Gabino, Masip... Aquí somos apolíticos. También ha estado la Infanta Elena. Le gustaron mucho los bombones y se llevó una caja. No es que lo diga yo, pero tengo un hijo que hace unos bombones de puta madre. Nunca me he aprovechado de que pasase alguien famoso por aquí, nunca he avisado a la prensa y jamás he dicho nada. La discreción es fundamental en hostelería. Ha habido muchas veces que viene alguien a comer y el día anterior había estado un amigo suyo, pues jamás he dicho, ‘qué tal, fulanito, ayer estuvo aquí tu amigo menganito’”.

Plácido Domingo cantó aquí el himno del Madrid y Jesús Gil era todo un espectáculo

Una pandemia en el menú.

“Ahora vivimos una etapa dramática. Esto va a traer consecuencias. Es horrible, habrá negocios que aguantarán, pero otros no van a poder. Este tiempo que estuvimos abriendo, de junio a octubre, no era para ganar dinero, era para no perderlo, aquí nadie ganó dinero. A nosotros nos va a costar dinero, pero hay algo que no es justo. Yo tengo un negocio cerrado y mis empleados van a un ERTE, pero mantener este negocio cuesta mucho dinero. Lo que no me parece justo es que te hayan cerrado el negocio y tengas que pagar todos los impuestos. Lo más lógico y justo sería pagar los impuestos a razón de la actividad que tuviste durante el año. Nada se está haciendo por ello. Nosotros hemos perdido todos los eventos de todo el año. Hemos trabajado bien el restaurante a la carta, pero aun metiendo la gente que meto, que esto es grande, este negocio no se mantiene, vivimos de la carta y de los eventos. Aquí somos 18 o 20 personas trabajando, más luego extras”.

Satisfacción personal.

“Mi gran satisfacción es que mis hijos sigan con el negocio, que lo hagan bien y ver esto funcionar. Tengo 80 años, me jubilé obligado a los 70. Ando jodido del riñón, con diálisis. Sigo viniendo a Lobato todos los días. Por las noches ya no vengo, pero por el día sí, vengo siempre, pero el negocio lo llevan ellos. Yo no trabajo. A ver, cuando veo algo que tal, se lo digo, me reúno con ellos. Ahora teníamos planteadas unas inversiones en mobiliario, hemos frenado porque esto no se sabe en qué va a parar. Los bancos me han ofrecido dinero para salir de esta, pero yo siempre he intentado financiarme por mí mismo. Sufro mucho debiendo dinero, lo paso muy mal. Ahora estamos cerrados, pero esperando a volver a abrir y seguir luchando”.

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