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Así es la vida junto a los molinos gigantes del Occidente: “Escucha, hacen más ruido los coches de la calle Uría”

Vecinos de Brañanova y Penacoba, aldeas más próximas al parque eólico de As Grallas, defienden la calidad de vida en el entorno de los aerogeneradores

Así es la vida junto a los molinos gigantes del Occidente

Así es la vida junto a los molinos gigantes del Occidente Luisma Murias

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Así es la vida junto a los molinos gigantes del Occidente Juan A. Ardura

Silba el viento al roce con las palas. Cuanto más viento, más silban los molinos eólicos. “Tú los escuchas ahora. ¿Qué hace más ruido, eso que oyes o los coches que están en la calle Uría de Oviedo?”. La pregunta, más que seguro de la respuesta, la hace José Sierra, vecino del parque eólico Das Grallas, en Villanueva de Oscos, uno de los que tiene las torres más altas de Asturias, que perderán esa condición cuando sea realidad el nuevo parque que se proyecta para Vegadeo y Taramundi, con molinos de hasta 200 metros de altura.

“Vamos a ver. Esto no molesta para nada. Vivo al lado y no me quita el sueño ninguna noche”, afirma Sierra, vecino de Brañanova. "¿El ganado? Esto está lleno de ganado en verano, ¿y dónde duerme? Cerca del molino, porque es llano. No molesta para nada. ¿El lobo? Nunca hubo más lobos que ahora por aquí arriba. A los jabalíes tampoco les molesta. Todo lo que dicen de los molinos... Ahí tiene. Qué diferencia a la vista hay entre que esté el molino funcionando o que esté la montaña limpia. Hay que vivir en el medio rural y en el campo porque la gente que nace y vive en la gran ciudad no sabe lo que es el campo”, comenta. Ha vivido siempre en Brañanova, antes y después de que los aerogeneradores empezaran a despuntar sobre la sierra de la Bobia, mirador privilegiado del occidente asturiano, desde el que lo mismo se ven los Ancares gallegos, nevados en la distancia, que la ría del Eo.

José Sierra López, de 72 años, no duda en hacer apología de sus vecinos gigantes. “Yo te digo la realidad. Echaban culpas de que no iba a a venir el turismo. Villanueva de Oscos está aquí al lado y tiene el mismo turismo o más. Este verano fue impresionante”, afirma este vecino, que fue muchos años guarda de campo, “especialidad de caza” en Villanueva de Oscos, y aprovecha para reivindicar mejoras para la zona, eólicos al margen.

"El campo está abandonado; hablan de la España vacía pero es que nos la han vaciado", afirma José Sierra

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“El campo está abandonado. Hablan de la España vacía pero es que nos la han vaciado, con tanta norma, permiso y papeleo por internet, que por cierto no hay manera de hacer, porque no tenemos cobertura. El Gobierno nos está dejando un poco de lado. El hospital de Jarrio está un poco de capa caída, cuando es muy necesario. Los 17 ayuntamientos tenían que promover más estas cosas que dar charlas sobre los molinos”, sostiene Sierra López.

Vuelve el desarrollo eólico de la comarca a la conversación como el viento que no cesa de rotar las tres palas de las decenas de torres instaladas sierra arriba. “Cada uno debe saber lo que quiere poner en su ayuntamiento. Si uno no quiere ponerlos es su problema, pero no quitar al vecino de que los ponga. Eso son luchas pasadas. Esto es un medio de dinero para la gente que vive aquí. Hay diez personas de Villanueva de Oscos que trabajan en los eólicos y alguno más de otros sitios y eso también es importante. Se comprobó que los molinos no hacían daño al lobo, ni al ganado, ni al paisano. Puedes estar debajo de ellos, que no te molestan para nada. Y eso que dicen de que corta las comunicaciones de móvil tampoco es cierto; el problema es que no hay repetidores que te den cobertura pero no son los molinos los que la quitan”, esgrime José Sierra. Palabra de un vecino “de toda la vida”, convencido de que la gente del campo “se va porque no lo dejan vivir a uno, hay que pedir permisos para todo, para cortar leña, para limpiar maleza, para tener abejas, para los tractores, carné para fitosanitarios... Y como acaben con el campo, no hay ciudad”.

"Ya quisiera que me bajaran el recibo de la luz, pero no hay forma, no hay manera posible”, afirma, con ironía, Manuel González

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El antaño guarda de campo reclama, eso sí, equilibrio en el desarrollo eólico del Occidente. “Tienen que hacer proyectos viables, como es debido y apartarlos lo más posible de los pueblos, como es lógico. Pero no afecta al turismo”, comenta Sierra.

Manuel González Pastur nació en Penacoba hace 66 años, trabajó en Madrid cinco años y su ilusión siempre fue volver a la casa en la que nació “y que acabé comprando, aquí hay mucho sacrificio”. Electricista hasta su jubilación, se reconoce “muy defensor de las energías renovables. Estoy hasta las narices de la mierda que tragamos y respiramos. Allí en Madrid sí que hay ruido y esas nubes amarillas de contaminación. Aquí se vive a un cien por ciento y si fuera así toda Europa, mucho mejor iríamos”, asegura González Pastur.

“No tengo queja ninguna, los molinos eólicos no me estorban. ¿Qué quiere que le diga? Ya quisiera que me bajaran el recibo de la luz, pero no hay forma, no hay manera posible”, afirma, con ironía, tras admitir que algo de dinero le pagan por los eólicos instalados en los montes comunales, que se ven desde la finca de su casa.

Julio Lastra, más de 80 años a sus espaldas, tiene su casa más lejos de los eólicos, en La Garganta, y se muestra cauto. “Desde mi casa solo se oyen cuando entra mucho viento, pero la gente que vive cerca seguramente los oirán más”, afirma este vecino, que recuerda “hace más de quince años, casi veinte años”, cuando los primeros aerogeneradores empezaron a barrer el cielo de los Oscos.

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