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Cogersa inicia con 15 meses de retraso la nueva planta que expurgará la bolsa negra

El centro para clasificar residuos mezclados será el más moderno de España y permitirá que Asturias cumpla las metas de reciclaje de la UE en 2024

Vertedero de basura de Cogersa. | Luisma Murias

Todo está listo para que la próxima semana comience por fin la construcción en Serín de la nueva planta de clasificación de la basura bruta (residuos domésticos no reciclados, bolsa negra) de Cogersa, un ambicioso proyecto que costará 58 millones de euros y que posibilitará que Asturias cumpla a partir de 2024 los objetivos de reciclaje y recuperación de la basura que exige la Unión Europea. El proyecto acumula 15 meses de retraso sobre el calendario inicial, y aunque Cogersa confía en recuperar tiempo durante la ejecución de las obras, ya no será posible que la planta empiece a funcionar en 2023, como se había anunciado.

El Ayuntamiento de Gijón protagonizó hace unos días el último paso previo al inicio de las obras: la concesión de la licencia para su ejecución. Previamente, el Gobierno del Principado había resuelto la preceptiva autorización ambiental integrada. Pero tardó mucho más de lo previsto en resolver este paso, quince meses más, exactamente. No ha habido explicaciones oficiales sobre el porqué de esa demora.

Será el centro más moderno de España para expurgar los residuos mezclados, un gran complejo medioambiental de 81.350 metros cuadrados, con cuatro naves de tratamiento, almacenes y varios edificios e instalaciones auxiliares. La gerente de Cogersa, Paz Orviz, mostraba tras la concesión de la licencia municipal su satisfacción por la puesta en marcha de una instalación que permitirá “dar un empujón notable y alcanzar los objetivos europeos de reciclaje”.

Las obras comenzarán de forma inmediata, con un plazo de ejecución de 31 meses, que Cogersa espera “disminuir en varios meses”. Una vez finalizados los trabajos será necesario un período de pruebas de nueve meses. De tal manera que la adjudicataria tiene hasta enero de 2024 para finalizar las obras y hasta octubre de ese año para culminar las pruebas, que en un principio se había anunciado que acabarían en julio de 2023.

La nueva planta tendrá una capacidad de entrada de 340.000 toneladas anuales de residuos mezclados y 75.000 toneladas de voluminosos y residuos industriales no peligrosos. De esta manera, se espera que la planta permita la recuperación de 160.000 toneladas de combustible sólido recuperado (CSR), 32.000 de material bioestabilizado y de 84.000 toneladas anuales de materiales entre los que figurarán unas 43.000 al año de papel y cartón, 7.780 de vidrio, 7.445 de acero y 2.865 de aluminio.

La futura planta, que a partir de 2023 paliará las deficiencias en la selección de los residuos en los hogares de los asturianos, ayudará a evitar el colapso del vertedero central y permitirá crear 71 puestos de trabajo.

Los estudios realizados por Cogersa revelan que un 41 por ciento de lo que los asturianos arrojan a la bolsa negra está formado por materia orgánica o celulosas, un 16,9 por ciento es papel y cartón, un 13,4 por ciento de plásticos variados; un 5 por ciento de vidrio; un 10,1 por ciento de textiles; un 4,1 por ciento de madera, y un 2,1 por ciento de metales. Es decir, los asturianos siguen arrojando a la basura sin clasificar productos que podrían ser reciclados o reutilizarse.

Pero además de identificar y recuperar materiales la planta obtendrá energía procedente de residuos sólidos, propiciando su posible uso en centrales térmicas o plantas de cogeneración.

El proceso de funcionamiento incluirá, primero, un sistema mecánico para clasificar los residuos por medio de una máquina de cribado. Posteriormente, equipos de selección óptica tratarán de discernir aquellos materiales que puedan ser reciclados y se elevará en 75.000 toneladas la cantidad ya reciclada gracias a la preselección de los ciudadanos.

Además, el material se someterá a un proceso de fermentación para obtener una sustancia que sirva para la mejora de suelos. Y el sobrante podrá tener destinos diversos, entre ellos el ya señalado de obtener energía. El objetivo, extraer hasta el último gramo reutilizable de la basura de los asturianos.

La planta será construida por el grupo gallego Valtalia, cuya oferta incorpora tecnologías de última generación para tratar los residuos, como es el caso de equipos ópticos de selección de materiales, y tecnologías avanzadas de biosecado de residuos y de elaboración de CSR.

Al vertedero central de Cogersa llegan cada año cerca de 400.000 toneladas de basura mezclada. Si todos los asturianos evitaran tirar a la bolsa negra las fracciones correspondientes al papel, el cartón, el plástico, el metal y el vidrio, se reduciría esa cantidad a un tercio.

Cogersa gestionó en 2020 un total de 860.491 toneladas de residuos en su centro de Serín, lo que supone una disminución de cerca del cuatro por ciento respecto al año anterior. Este descenso se atribuye a la modificación de las pautas de consumo derivadas de la actual crisis sanitaria, así como a la caída de la actividad económica. Algo más de la mitad de esta cifra, 479.751 toneladas, corresponde a envíos municipales.

La pandemia también provocó el año pasado un notable aumento de los residuos sanitarios: se recogieron 25.023 contenedores, cifra que representa un aumento del 242 por ciento frente a los 7.315 de 2019. En toneladas, se alcanzaron 1.174, un 119 por ciento más que en el ejercicio anterior.

En cuanto a los municipios, Sobrescobio fue en 2020, un año más, el ayuntamiento que más residuos recicló, cerca del 39 por ciento, seguido de Somiedo (35 por ciento), Carreño (34 por ciento) y Gijón (33 por ciento).

La normativa europea establece que al vertedero solo debería llegar la denominada “fracción resto”, que debería estar formada por los siguientes materiales: textil sanitario (pañales, compresas y tampones, bastoncillos para los oídos, discos mamarios, toallitas húmedas, hilo dental, tiritas, esparadrapo, vendas, gasas, algodón, etcétera); otros productos de aseo (maquinillas de afeitar, cepillos de dientes, limas, preservativos, etcétera); residuos de la limpieza doméstica (polvo de barrer y bolsas de aspiradora); platos, tazas y otros elementos de cerámica; colillas y ceniza de cigarrillos; ceniza de chimeneas o estufas; y fotografías, tarjetas de crédito o similares.

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