El arzobispo de Oviedo no comulga ni con los indultos a los políticos del “procés” ni con la cobertura que la jerarquía de la Iglesia ha dado a la valoración de los obispos catalanes, tendente a “la misericordia y el perdón sinceros”, al diálogo y en último término favorable a las “medidas de gracia” decretadas por el Gobierno de Pedro Sánchez. Ayer, en Gijón, Jesús Sanz Montes se desmarcó de esa forma de evaluar el último giro que ha dado el conflicto catalán asegurando que “es difícil apostar por un diálogo con gente que no quiere hablar, u ofrecer medidas de gracia a gente que quizás no se las merece, porque no viene precisamente de rezar el rosario, sino de poner en un brete la unidad de un pueblo, dividiéndolo profundamente con insidias...”

El alegato de Sanz Montes opera como la más notoria evidencia de la división que los indultos han abierto en la Iglesia española una vez que el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, posicionó a la cúpula eclesial a la estela de los obispos catalanes, entre los que figura el titular de la diócesis de Barcelona y presidente de la organización, Juan José Omella. Ellos hicieron suya una apelación a “la fuerza que tienen el diálogo y las medidas de gracia en todas las situaciones de conflicto”, y la jerarquía les arropa. “Estamos, como ellos, por el diálogo”, afirmó Argüello tras una reunión de la Comisión Permanente que estuvo marcada, según algunas fuentes, por la tensión y la discrepancia. Sanz Montes acudió e intervino, confirmó ayer, en un cónclave en el que no percibió “tanta tensión”. El intercambio de opiniones “fue sereno, cordial y fraterno entre nosotros, aunque pudiéramos exponer puntos de vista diferentes”, dijo, y él habló para exponer su convicción de que la Conferencia Episcopal no debería renegar de la nota emitida por los titulares de las diócesis catalanas, pero sí “complementarla”.

El arzobispo de Oviedo ofrece su “afecto y comprensión” a sus colegas catalanes, entendiendo que “ser obispo allí es complicado cuando tienes la sociedad partida” e invitando a “asumir” el contenido de su comunicado, pero con matices y aclaraciones. “¿Cómo no vamos a asumir la reconciliación, el diálogo, la magnanimidad o las medidas de gracia?”, se pregunta. Eso sí, “partiendo de esas palabras, que son valores enormemente positivos, queremos decir también que hay que respetar un estatus de convivencia, que hay unas normas de juego que no podemos transgredir, que debemos dar cabida y escucha a otras personas, porque en Cataluña, y en el resto de España, hay gente que no lo ve así. Entonces, si tú defiendes el diálogo solo con estos, ¿qué haces con la otra mitad de catalanes que se sienten españoles? Es complicado”, remarca.

Esta visión, muy diferente a la que impera en la cúpula de la Conferencia Episcopal, coincide con la que Sanz ha expuesto también en un artículo publicado el jueves en el diario “Abc”, en el que carga utilizando sus mismas palabras contra quienes emplean de modo “caprichoso” e “interesado”, finalmente engañoso, vocablos sonoros como “diálogo”, “magnanimidad”, “reconciliación”, “tolerancia” o “medidas de gracia”. En un escrito sin mención expresa, pero sí velada y muy reconocible, a las opiniones vertidas en los últimos días desde el interior de la Iglesia española, el Arzobispo dirige un reproche muy significativo a los que haciendo gala de “un buenismo irresponsable” se alinean con la postura del Gobierno sin necesidad de que medien siglas políticas. Reprueba asimismo a los que repiten “como un mantra los argumentos prestados y asumidos en canal, cuando más bien cabría esperar un juicio moral que se deriva de la rica doctrina social de la Iglesia”.

Ya el pasado sábado, en Salinas, en el acto de entrega de la medalla de la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen, celebró el “indulto de las mascarillas” mientras dejaba entrever su malestar con estos otros indultos en Cataluña. El interés del prelado por que se conozca su posición contraria a la decisión del Gobierno se percibe además en que también la expone en términos similares a los enunciados ayer en la carta semanal dirigida a los fieles asturianos.

Su desagrado se reproduce con diferentes intensidades en otras diócesis españolas, pero acaso en ningún caso en público con tanta contundencia. El arzobispo de Toledo y primado de España, Francisco Cerro, se ha preguntado si en estos casos concurren “el arrepentimiento y propósito de la enmienda” que “normalmente se presuponen en las situaciones de indultos. Es un poco lo que yo dejaría ahí”, manifestó.

Los católicos, los “más perseguidos” del mundo

El informe de libertad religiosa, que se realiza cada dos años desde la entidad Ayuda a la Iglesia Necesitada, revela que el 67% de la población vive en países donde se viola la libertad religiosa, según explicó ayer en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, en Gijón, el experto Javier Menéndez Ros (en la imagen, a la izquierda junto al arzobispo, Jesús Sanz). “La católica es la religión más perseguida en el mundo”, señaló Robles.

“El dolor tiene otro tipo de respuesta”, advierte el líder de la Iglesia asturiana sobre la eutanasia

“Es una medida que lamentamos”. Con esta frase se refirió ayer el arzobispo Jesús Sanz a la entrada en vigor de la ley de Eutanasia durante su acto en Gijón. “Puede haber enfermos incurables, pero no incuidables. Abogamos por acompañar con ternura y delicadeza, a través de unos recursos paliativos, porque la gente no se quiere morir, lo que no quiere es sufrir”, señaló. Y añadió: “Aceptar la petición de muerte es una mala noticia, porque ese dolor tiene otro tipo de respuesta y no es la ley de Eutanasia”. Además, Jesús Sanz también se pronunció sobre la ley trans, algo que percibe como “una realidad todavía en mantillas, con cabos sueltos”. “Estamos por la libertad de las personas, que puedan encontrar su lugar, reconciliándose consigo mismas y con la sociedad, sin jugar a determinados juegos que pueden ser prohibidos, porque en el fondo te alienan y enajenan y luego hay caminos que no tienen regreso”, añadió Sanz Montes, que calificó el reglamento de laicidad del Ayuntamiento de Gijón como “un brindis político al sol”.