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César Morís de la Tassa Jefe del área del Corazón del HUCA, nuevo catedrático de la Universidad de Oviedo

“La sanidad asturiana necesita un plan para cinco años al margen del ciclo político”

“La inteligencia artificial implica una revolución tremenda en la cardiología y en la práctica totalidad de la medicina”

César Morís, en su despacho del HUCA. | Luisma Murias

César Morís de la Tassa (Gijón, 1954) es jefe del área del Corazón del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) desde 2007. Hijo y hermano de médicos, en los últimos años se ha convertido en uno de los máximos expertos mundiales en implante de válvula aórtica sin cirugía abierta. Ayer mismo salió publicado en el Boletín Oficial del Principado (BOPA) su nombramiento como catedrático de la Universidad de Oviedo. Cumple 67 años el próximo viernes.

–Catedrático una semana antes de cumplir 67 años. Le faltan tres para jubilarse. ¿Satisfecho?

–Estaba acreditado por la Aneca desde 2019. Para mí, la cátedra no era un objetivo vital. Tampoco sé si la sociedad valora este tipo de logros. Cuando voy al extranjero, y me llaman profesor, automáticamente te sitúan en un escalón superior. Y en el mundo anglosajón, ser full professor, como llaman a los catedráticos, es una distinción importante. Realmente, mi objetivo importante era ser director del área de gestión clínica del Corazón del HUCA.

–¿Por qué, porque eso permite cambiar cosas?

–Eso, por una parte. Pero es que, además, yo creo mucho en las áreas de gestión. Pienso que son la única forma de mejorar el sistema sanitario público.

–¿Por qué?

–Porque rompes el concepto clásico de servicio, que no tiene ningún sentido. Ahora, todos los procesos asistenciales a un paciente son transversales. A los cardiólogos nos sucede con los cirujanos cardiacos. Un paciente viene a cardiología, a los pocos días se opera, unos días después vuelve a cardiología... En el tratamiento de cáncer de mama sucede lo mismo. Apenas hay problemas de salud que afecten a un solo servicio de un hospital.

–¿Es un fenómeno generalizado?

–La gente mayor, y en Asturias hay mucha, rara vez te viene solo con una enfermedad. ¿Qué debe hacerse con una fractura de cadera? Lo ideal es que no la lleve traumatología, sino medicina interna, porque esa persona va a tener varias enfermedades. Ya no tiene sentido la separación entre servicios como si fueran compartimentos estancos.

–¿Alguna otra tendencia de futuro llamativa?

–La más relevante es la inteligencia artificial. Sucede en toda la medicina y se ve muy bien en el campo de la imagen diagnóstica. En la presentación de mi programa docente, incluí una cita que me impactó mucho cuando la leí por primera vez. Es de Adrian P. Brady, un médico irlandés, y se refiere al diagnóstico y a la inteligencia artificial. Dice: “La gente debería dejar de entrenar a los radiólogos ahora. Es completamente obvio que, dentro de cinco años, el aprendizaje profundo funcionará mejor que los radiólogos, porque podrá obtener mucha más experiencia”. La inteligencia artificial implica una revolución de gran calibre en la medicina. Sobre todo, en las técnicas de imagen y, en general, en las técnicas que generan señales.

–¿Cuál es la clave?

–Que hace desaparecer el error humano. Es un campo en el que la capacidad de aprender de las máquinas es inmensa. Imagínese cargar en un ordenador, de un momento para otro, datos de un millón de imágenes con sus resultados. Eso supone un avance tremendo.

–Pero ese tipo de mecanismos siempre pueden generar artefactos que inducen a error.

–Sin duda, pero más artefactos genera el ser humano. Por ejemplo, en una enfermedad que vemos una o dos veces en la vida, que las hay, o eres muy estudioso y estás muy al día o corres el riesgo de que se te pase inadvertida. Ese problema no lo tiene la máquina.

–¿Cómo impactan estos avances tecnológicos sobre el futuro de la cardiología?

–Pues de una forma brutal. Nosotros manejamos muchísimas imágenes y señales. Por ejemplo, el electrocardiograma, la ecocardiografía, la angiografía, el escáner, la resonancia... Luego, el médico tiene que coger toda esa información, tomar decisiones y actuar. La inteligencia artificial implica una revolución tremenda en la cardiología y en la práctica totalidad de la medicina. Lo mismo sucede con la traumatología, la neurología... Las exploraciones van a menos y las pruebas diagnósticas ofrecen una precisión apabullante.

–¿Qué papel le queda al médico?

–La máquina no toma decisiones, al menos de momento. Con toda esa información, el clínico debe tomarlas. El médico debe saber qué hace con esa información, debe gestionarla.

–¿Cómo?

–Teniendo en cuenta la visión global del paciente, de la persona. Toda esa información que ha recibido son compartimentos estancos. En eso, el médico es insustituible.

–Y, ante este panorama, ¿cómo se ha de abordar la enseñanza de la medicina?

–El espíritu del plan de Bolonia era muy acertado. El profesor no ha de transmitir datos, porque eso ya está disponible en múltiples soportes. Tiene que enseñar a aprender y a distinguir. La clase teórica tiene un espacio, pero cada vez menor. Lo ideal es la discusión en pequeños grupos. Y, aún mejor, la enseñanza invertida: que los alumnos vengan con el tema estudiado y en la clase se dé forma a esos nuevos conocimientos. Este sistema es ideal, pero resulta claro que no estamos preparados para aplicarlo porque no falta la actitud adecuada. En el examen del MIR se siguen haciendo preguntas teóricas, pero cada vez hay más de medicina aplicada, de casos clínicos. Yo en clase jamás doy listas. Lo que hago es abordar las clases desde los procesos patológicos. Y al analizar las enfermedades vas analizando las causas y los porqués. Claro, estos mecanismos, para dar todo el rendimiento, requerirían grupos reducidos, no de ciento y pico alumnos.

–Al hilo de estas consideraciones, ¿qué debe suceder con la organización de los servicios sanitarios? Usted fue durante unos años director médico del HUCA.

–El gasto sanitario no cesa de crecer, ni va a cesar nunca. Por el envejecimiento, la tecnología... Lo ideal sería hacer una ecocardiografía a cada paciente al que ve un cardiólogo. Y una resonancia es una herramienta clave que no cabe dejar para el final de la cadena diagnóstica. O sea, que los gastos van a seguir creciendo y los ingresos no van a poder seguir ese mismo ritmo. ¿Qué hacer? Creo que nuestra obligación es hacer más con los mismos recursos. Hacer que los sistemas sean eficientes.

–¿Cómo se aplica esta teoría a Asturias?

–Lo que necesita la sanidad asturiana es un plan estratégico para cinco años, desligado de los ciclos políticos. Está claro que en una red hospitalaria resulta muy caro hacer todo en todos los hospitales. Es muy correcta la pretensión de acercar los servicios a los ciudadanos, pero hemos de buscar otras estrategias. Quizá en algunos aspectos haya que llevar al ciudadano a hospitales que concentren experiencia. Ahora mismo hacemos hemodinámica en el HUCA y en el Hospital de Cabueñes (Gijón). Sería una locura pretender que se hiciera en un tercer hospital.

–¿En sus 40 años de ejercicio, qué cambios de la medicina destacaría?

–A nivel organizativo, los cambios han sido muy pequeños. En el HUCA, hay servicios que están igual que cuando yo llegué. Pero la medicina, la clínica, ha cambiado mucho. Tenemos un problema muy grave con la convocatoria de plazas de médicos de hospital. No podemos seguir pensando que, para un hospital de la envergadura del nuestro, se puede convocar una plaza de cardiólogo, sin más. Ahora, la mayor parte de las especialidades médicas tienen superespecialidades que implican dos años más de formación en centros importantes. No queda más remedio que tener eso en cuenta para que el HUCA dé a los usuarios el nivel asistencial que se espera de él.   

–¿No teme que esta superespecialización vaya en detrimento de la visión integral del paciente?

–Ese peligro existe. Por eso hay que organizar muy bien las técnicas y las consultas. Eso puede solventarse con una consulta inicial que valore al paciente y lo remita a la superespecialidad que le corresponda.

–¿Y la retribución de los médicos? ¿Ese viejo problema del igualitarismo salarial?

–Estamos ante un problema grave. La sanidad pública, con su régimen estatutario, se hace cada vez más funcionarial. Se ve en las retribuciones, la movilidad, los traslados... Se compensa igual al que hace mucho y bien que al que hace poco y mal. Y eso es muy poco estimulante para el médico. Siempre se puede tirar de la motivación interna, pero funcionar así año tras año es complicado. Debería haber una parte variable vinculada a objetivos. Hay dos modelos, el francés y el canadiense, que tienen esto desarrollado. Lo que tampoco puedes aplicar es un pago por acto médico sin dejar claros los límites de lo que hay que hacer. 

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