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La mortalidad se modera y da un leve respiro a la población en el primer semestre del año

Asturias cuenta hasta junio dos muertos menos al día que en 2020, pero sigue restando: un nacimiento frente a tres fallecidos cada dos horas

Sanitarios atienden a un paciente covid en la UCI del HUCA. | Irma Collín

Hace años que la maltratada demografía asturiana no coge resuello, por eso agradece cualquier levísimo respiro como el que acaba de darle la moderación de la mortalidad en la primera mitad de este año raro de pandemia. Con los nacimientos desplomados hasta mínimos históricos, el primer semestre ha registrado 6.912 defunciones, 363 menos que el mismo periodo del año pasado, un pequeño cinco por ciento que alivia poco el retroceso que la población asturiana experimenta en cada actualización de las cifras de natalidad y mortalidad. Estas acaba de ajustarlas la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei) a fecha del pasado 30 de junio y en ellas vuelve a quedar retratado, como antes en la estadística del INE, el peor semestre del que hay constancia en cuanto al número de nacimientos –2.259, a doce al día– y a su lado un recuento de muertes levemente atenuado respecto a 2020 –el promedio supera las 38 diarias–, aunque estable en relación con los ejercicios anteriores.

La media del semestre da para un solo alumbramiento frente a tres muertes cada dos horas. El resumen total ha restado al censo de Asturias 4.653 habitantes por la diferencia entre nacidos y fallecidos –sin contar el efecto de los intercambios migratorios–, y configura la segunda merma más abultada en un primer semestre de la que hay constancia estadística. Solo la rebasa la de 2020, y avanza a una media insostenible de dos asturianos menos cada hora, 25 al día. La intensidad de la merma se ha atenuado, se pierde casi un habitante menos cada día que en la mitad inicial de 2020, pero el dato de 2021 sigue siendo el segundo más negativo de la serie histórica a estas alturas del año.

El elemento diferencial del declive, o el que gobierna esta sangría creciente, es el desplome de los nacimientos, ese número que mengua en cada recuento y que en este 2021 avanza a un ritmo tan escaso que ya parece muy capaz de rebajar las cifras del peor año histórico de la demografía asturiana: 2020, el primer ejercicio al menos desde la posguerra que se cierra por debajo de los 5.000 alumbramientos. Es cierto que en el primer semestre de este año las muertes han descendido en su comparación con ese 2020 que también es el del récord histórico de defunciones (14.570), y que en este siglo hay hasta seis primeras mitades de año con más defunciones que esta, pero también que los cómputos de fallecimientos suelen presentar en Asturias una acusada tendencia a la estabilidad. Así, traduciendo el dato bruto a una tasa relativa a la población total, los muertos de enero a junio serían 683 por 100.000 habitantes, un índice muy parecido a los 695 de 2018, o a los 674 de 2017 y a los 662 de 2016…

El descenso de 2021, 363 muertos menos que el ejercicio precedente, son dos al día por debajo de la media del año pasado por estas fechas, y la diferencia puede sorprender, habida cuenta de que el lapso de enero a junio de este 2021 ha sido peor en decesos por coronavirus que el de 2020: según los registros del Ministerio de Sanidad, el virus se cobró 281 vidas más que en el primer semestre de 2020 –621 frente a 340–. Hay que tener en cuenta que la mitad inicial del año pasado incluye los decesos de la primera ola, que no fue en Asturias tan letal como la segunda, la del otoño, y que el tramo considerado de este año abarca sobre todo la tercera, la que se hinchó y deshinchó entre enero y febrero. También que los recuentos de 2020, en especial la atribución de muertes al coronavirus en la incierta oleada inicial, conviene ponerlos por su fiabilidad en cuarentena. Es eso lo que sostiene el epidemiólogo Pedro Arcos, que atisba por experiencia una posibilidad de distorsión a cargo de “la mala calidad de la información” del año pasado y que aporta además la convicción de que la diferencia de mortalidad entre uno y otro años tampoco es excesiva.

Esos 363 fallecidos menos de este año respecto al pasado “pueden parecer muchos”, apunta, pero su dimensión se atenúa si se pone en relación con un total de casi 7.000 en seis meses o se expresa en tasa por 100.000 habitantes. Por lo demás, queda dicho que las cifras de muertos suelen ser relativamente estables en Asturias. Que la línea tiende a mantenerse uniforme en cotas elevadas a causa de la estructura de edades de la población y que todo esto determina que el Principado haya mantenido recurrentemente desde mediados de los años ochenta su tasa de mortalidad entre las más altas de España.

En este segundo año raro de pandemia, no obstante, puede haberse introducido también algún factor corrector capaz de reducir algunas muertes por causas ajenas al coronavirus. Arcos, director de la Unidad de Investigación sobre Emergencias y Desastres de la Universidad de Oviedo, aventura que las medidas restrictivas y protectoras contra el covid –la generalización de la mascarilla, las reducciones de movilidad y de la interacción…– habrían podido rebajar un tipo de mortalidad bastante frecuente en Asturias, la asociada a enfermedades de transmisión aérea, como la gripe o las neumonías, de alto impacto en Asturias y elevada letalidad entre la población mayor. De acuerdo con esta hipótesis, la protección contra el coronavirus habría traído el efecto colateral de la contracción de otros procesos respiratorios con efectos muy dañinos sobre todo entre la gente de cierta edad.

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