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Los centros sociales y de día ya cantan bingo contra el covid

Las instalaciones que permiten a los mayores compartir juegos, actividades, lectura de periódicos y encuentros regresan a la normalidad tras año y medio, entre la alegría y la prudencia

Así volvió la actividad a los centros sociales: "Teníamos ganas de volver a juntarnos para jugar al parchís"

Así volvió la actividad a los centros sociales: "Teníamos ganas de volver a juntarnos para jugar al parchís" Amor Domínguez

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Así volvió la actividad a los centros sociales: "Teníamos ganas de volver a juntarnos para jugar al parchís" Amor Domínguez

Una información de Sara D. RIESGO (Oviedo), Marián MARTÍNEZ (Avilés), Tania CASCUDO (La Caridad), María VILLORIA (Lastres), David MONTAÑÉS (Mieres), Marcos FERNÁNDEZ (Gijón)

Las instalaciones que son casi una segunda casa para los mayores, los centros de día y centros sociales, recuperan ya plena actividad: es la constatación de que la victoria sobre la pandemia está cerca, y los usuarios lo celebran. Es la vuelta a las tardes de parchís, la lectura del periódico, la posibilidad de cantar línea o bingo al alto la lleva y, si se tercia, marcarse un pasodoble. Con precaución, pero sin miedo. “Teníamos muchísimas ganas de retomar la normalidad”, asegura Rafael Martínez, de la directiva que gestiona el hogar del jubilado de Figaredo.

En Oviedo, Tere llames, María Dolores Fernández y Manuela Álvarez, volvieron a darle al cubilete. “Llevamos jugando al parchís mucho tiempo y hoy por fin podemos volver”, aseguraban. Los centros sociales de Oviedo reabrieron ayer. “Es una alegría inmensa”, admiten los usuarios. Las tres amigas ya jugaban al parchís desde bien pequeñas cada una por su lado cuando “aún estaba de moda”, pero luego la vida les hizo dejarlo y, cuando tuvieron oportunidad y se conocieron, el parchís regresó a sus rutinas diarias. “Antes jugábamos mucho, pero con la pandemia apenas tocamos las fichas. Yo fui la que más porque jugaba por internet”, comenta Llames. “A ver quién gana hoy”, dice una, retando a las otras a mover las fichas más rápido. María Dolores Fernández juega por dos, ya que la cuarta integrante del grupo, Agripina, llegó unos minutos tarde.

El grupo de amigas ya reservó la mesa desde el momento en que supieron que el centro social de Villa Magdalena volvía a abrir. Eso sí, las tres tuvieron que hacerse con unas fichas propias, ya que el centro social solo les dejaba el tablero de juego. Esta es una de las medidas más novedosas que ha traído la pandemia, junto a reservar el periódico que se quiere leer y cantar los datos personales al entrar para que se sepa quién accede al recinto. Las demás medidas ya no pillaron a nadie por sorpresa, y ni siquiera la recepcionista tenía que recordarlas cuando alguien entraba: el lavado de manos y la mascarilla obligatoria venían de forma automática en los que accedían.

Por la izquierda, José Ramón Suárez, Rafael Martínez y María del Carmen Costoya, en el salón de actos del hogar del jubilado de Rioturbio, listo para retomar la actividad.

En el centro de día de la residencia de Lastres (Colunga) hubo alegría, pero también algunos acudieron con cautela. Belén Candás, vecina de Luces (Colunga), echaba de menos compartir momentos con los residentes en la zona exterior, algo que pronto podrá hacer. Ayer se mostraba contenta mientras jugaba al parchís con Noelia Alves y Montserrat Arduengo, auxiliares del centro en presencia de la terapeuta ocupacional de la residencia Candela Muñiz. También Aurora Barro Arboleya, vecina de Valdebárcena (Villaviciosa), recibía con alegría la nueva etapa, mientras realizaba ayer recortes de papel. Otro de los compañeros de Belén y Aurora lo consideraba incluso un poco prematuro. “No tengo miedo a la enfermedad, nunca lo he tenido, pero sí soy un hombre precavido”, dijo Armando Alea, de Ribadesella, que comenzó a acudir al centro hace unos meses.

El regreso a la normalidad en los centros de día también se recibió con alegría en la residencia de ancianos Clara Ferrer. Tiene capacidad para 28 personas, aunque la pandemia se ha notado: hoy cuenta únicamente con diez asistentes. Reunirse para leer el periódico, escuchar música, jugar una partida de cartas o simplemente, estar en compañía volverán a ser placeres cotidianos.

Por la izquierda, Noelia Alves, Montserrat Arduengo, Aurora Barro, Candela Muñiz y Belén Candás, jugando al parchís en el centro de Lastres.

“Ahora que sale el nuevo protocolo, que habla de aplicar una política de normalidad hasta recuperar el aforo total de usuarios, empezaremos a aceptar a gente para que entre en el centro. Antes teníamos incluso una lista de espera, pero después de que pasase todo esto y por diversas circunstancias, esa lista desapareció, así que toca comenzar de nuevo otra vez”, explica el director de la residencia, José Manuel López.

Andrés Armando es uno de los asistentes: “Estoy muy bien y muy a gusto aquí. Estoy cómodo junto a mis compañeros y feliz porque vaya llegando la normalidad”, comenta en el jardín de la residencia, donde se encontraba leyendo LA NUEVA ESPAÑA. Armando reconoce que “vivió mal los peores momentos de la pandemia y el hecho de no poder venir al centro”, pero que ahora ya “va mejorando todo”. Su rutina en las instalaciones del Clara Ferrer es cambiante, ya que él asegura que le gusta “hacer un poco de todo”. Sin embargo, se asegura de tener tiempo para dos de sus pasiones, que son “dibujar y bailar”.

Otra de las diez usuarias del establecimiento es Alejandra García. “Me encuentro estupendamente aquí. Cuando no podíamos salir se me echaba la casa encima sentada en el sofá todo el rato. Lo único que hacía era ir de la cocina al salón y del salón a la cocina”, recuerda amargamente. “Tenía ganas de estar aquí de nuevo porque pasas unas horas muy entretenida, es una distracción perfecta y te relacionas con el resto. Las personas aquí son buenas, simpáticas y muy agradables, así que no se puede pedir más”, apunta García, que celebraba que el centro vaya a volver a estar a plena ocupación, porque, según dice ella, “cuanta más gente mejor”.

Usuarios del centro de día de Jardín de Cantos, en Avilés, se dirigen al comedor en la hora de la comida.

Siete años es lo que lleva asistiendo Dolores Mora al Clara Ferrer, lo que la convierte en una de las más veteranas allí. Por tanto, que le quitasen su mayor pasatiempo fue especialmente doloroso para ella. “Estuvo casi un año cerrado y lo echaba muchísimo de menos, porque aquí estoy entretenida y en casa, sin nadie alrededor, pues te aburres”, confesó. “Los jueves salimos de excursión y los viernes jugamos al bingo, y nos divertimos mucho”, contó Mora, afirmando que “es importante realizar actividades, porque si estás parada es cuando te empieza a fallar el cuerpo”.

En el Centro Rural de Apoyo Diurno (CRAD) de El Franco se juega al bingo de tres a cuatro de la tarde y es probablemente una de las pocas costumbres que no cambió la pandemia. Aunque, eso sí, en lugar de con los habituales cartones del juego se usan fotocopias para evitar compartir el material. El premio, tampoco ha cambiado: un bombón para el mejor de la partida. Lo que aún no se ha recuperado es la actividad habitual, desde el baile a los paseos por La Caridad, donde se emplaza el centro. Esta situación, reconocen las auxiliares que trabajan en el centro, convierte el día a día en un poco monótono para los usuarios. “No es que estemos mal, pero estábamos mejor antes. Salíamos de paseo y hacíamos más cosas”, señala María Antonia Menéndez, que lleva tres años allí y conoce las antiguas costumbres.

El centro ha cambiado de instalaciones en plena pandemia y ahí sí que ayudó el covid, porque pudieron hacer el traslado con más calma aprovechando el cierre de este tipo de equipamientos durante la fase dura del confinamiento. También porque, al mudarse a un local mucho más amplio con capacidad para treinta usuarios, no tuvieron que aplicar restricciones y pudieron mantener sus veinte usuarios habituales. Ahora, con la flexibilidad de las restricciones, el Ayuntamiento de El Franco tiene previsto iniciar el procedimiento para poder ampliar el número de usuarios y llegar hasta los treinta permitidos. La Alcaldesa, Cecilia Pérez, confirmó que actualmente hay alrededor de ocho familias en lista de espera, así que será bien recibido el aumento de plazas.

El riosellano Armando Alea.

Con los brazos abiertos esperan la llegada de usuarios en Avilés. “Es fantástico estar aquí. Y todos los que vengan serán bienvenidos”, dicen en Jardín de Cantos. El centro avilesino tiene 28 plazas, pero solo está al 75 por ciento de su capacidad. La previsión de su directora, Teresa Rodil, es que en esta semana ya esté al cien por ciento. Será entonces cuando se empiecen a recuperar las actividades y el funcionamiento que tenía antes de la pandemia por el covid-19.

La primera tarea de la mañana es leer LA NUEVA ESPAÑA. “Ahora que ya lo volvemos a tener en papel y una auxiliar lo lee en voz alta para todos. Cuando abrimos, el verano pasado, teníamos que utilizar la Tablet y el formato digital”, explica Rodil. “Aquí se está muy bien. Muy bien atendidas y hacemos muchas cosas, ejercicios para la cabeza, para el cuerpo, leemos, hacemos cuentas, y tenemos conversación. El que no quiere venir es porque no sabe lo que es”, asegura Florentina Alba.

Eso era precisamente lo que le ocurría a Fernanda Girol y a su marido, José Dolores Álvarez. “Cuando mi hijo dijo que teníamos que venir al centro de día lloré muchísimo. Pero ahora estoy encantada, y deseando que el sábado y el domingo pasen rápido para volver”, dice convencida la mujer.

Ana Ortega lleva cuatro años acudiendo al centro. “Cuando volvieron a abrir después de tenernos encerrados, me daba miedo venir. Pero después estaba, y estoy, encantada de la vida. Estamos tan bien atendidos, y tan entretenidos que se pasa el día volando”.

Andrés Armando, de espaldas, leyendo el periódico, junto a otros usuarios del Clara Ferrer en Gijón.

No obstante, el anuncio del Principado de que los centros podrán estar al cien por ciento de ocupación y volver a las actividades normales pilló a algunos con el pie cambiado. En las Cuencas, en algunas instalaciones, aún esperaban instrucciones para saber qué actividades vuelven a estar permitidas. “Yo me muero por volver a bailar. Nos lo pasamos muy bien. Aquí organizamos unas actuaciones maravillosas, pero lo que no tiene sentido es organizar un baile para no bailar y estar sentada a metro y medio del resto”, apunta con una vitalidad contagiosa María del Carmen Costoya. En el centro de Figaredo, gestionado por el Ayuntamiento de Mieres, la primera actividad organizada por el centro tras el estallido de la crisis sanitaria será un viaje a Benidorm, previsto para la próxima semana.

“Poco a poco esperamos recuperar las actividades que teníamos antes. Por aquí siempre ha pasado mucha gente y todas las iniciativas han tenido gran aceptación”, señala José Ramón Suárez. “Estos centros son un lugar de encuentro y los vecinos vienen a leer el periódico, jugar a las cartas, a la lotería o a bailar. Es algo que no se puede perder”, remarca Suárez. El anuncio de la vuelta a un uso más cotidiano de las instalaciones genera tanta ilusión como recelo entre los vecinos: “A estas alturas uno ya no sabe esperar. Resulta que en la calle los chavales pueden hacer botellones y aquí, hasta ahora, no se podía ni jugar a las cartas”, señalan los usuarios del hogar de Jubilado de Rioturbio.

Julia Rodríguez mira a cámara, junto a María Antonia Menéndez y María Hernández, en el centro de El Franco.

Tras más de un año de pandemia, los días de los mayores en Asturias comienzan ya a recobrar una normalidad perdida tras un periodo oscuro y doloroso: ¡Bingo!

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