"Hemos pasado de hablar de crisis climática a emergencia climática. En la emergencia sanitaria que vivimos se activó una emergencia de verdad. ¿Veis la misma rapidez para actuar frente al cambio climático? Yo no lo veo por ningún lado". A María del Carmen Domínguez (Oviedo, 1969), autora de esta sentencia sobre el cambio climático, le gusta que la llamen Karmenka. Significa Carmencita en ruso y fue el nombre que le pusieron sus colegas extranjeros durante sus más 60 expediciones polares. La glacióloga y matemática asturiana es cofundadora de la asociación científica Glackma y ha desarrollado un método único en el mundo que permite medir la evolución del cambio climático en los glaciares. En total, ella y su equipo tienen ocho estaciones situadas en el Ártico y en la Antártida, que recogen cada hora datos que revelan cómo es el caudal de los ríos de esas masas de hielo. Sin embargo, desde 2017 –su última salida fue doble: a Islandia y al Ártico sueco– el control continuo de los glaciares está parado por falta de financiación.

Semana de la ciencia

La también profesora de matemáticas de la Universidad de Salamanca ha impartido hoy la charla “Los glaciares ya nos habían alertado” en la VI Semana de la Ciencia “Margarita Salas” de LA NUEVA ESPAÑA. María del Carmen Domínguez nació en Oviedo, pero a los 5 años y se mudó a Salamanca, donde reside en la actualidad. Aun así, se siente asturiana y presume del “paraíso” del Principado.

"Como dice el nombre de la charla, los glaciares ya nos habían contado lo que iba a ocurrir. Eso lo provocamos nosotros. Ahora estamos empezando a sufrir las consecuencias, pero vamos a tener consecuencias mucho más graves", sentencia. "Si los políticos no se mueven, tendremos que movernos nosotros. Pero movernos de verdad. Tenemos que bajar el consumismo", comenta a pocas horas de que comience el Viernes Negro, un día de descuentos en todos los establecimientos importado de Estados Unidos.

"Es grave lo que está pasando. Lo que hagamos cada uno de nosotros es fundamental. En el mundo somos casi 7.700 millones de personas. 7.700 millones de huellas positivas hacen algo grande; 7.700 millones de huellas destructivas acaban destruyendo el planeta. Pero el problema no lo va a tener el problema, sino nosotros, la sociedad que hemos creado", concluye.

“¿Se ha hecho algo tras las cumbres? Si desde arriba no lo hacen, habrá que hacerlo desde abajo: millones de personas mueven cosas”

–“Los glaciares ya nos habían alertado”. ¿Cómo continuaría la frase?

–Ya nos habían alertado de lo que está ocurriendo, de estos cambios que estamos encontrando cada vez más drásticos en el clima, que es lo que primero notamos, pero las consecuencias son mucho mayores. Está también el ascenso del nivel del mar, que no es inmediato, aunque lo tenemos más encima, y la energía con la que se mueven todos los eventos es cada vez mayor. Todo esto ocurrirá cada vez con más violencia. Están cambiando las condiciones que nos hacían vivir en un lugar cómodo.

–¿Cómo se imagina nuestro planeta dentro de 50 años?

–No me gusta imaginar, porque son eventos que nos los presuponemos más benévolos de lo que al final son. Todos los modelos que se han hecho de incremento de CO2, de aumento del mar... Todo, todo ha ido fallando y se ha ido quedando escaso.

–Es profesora de Matemáticas, pero también se dedica al estudio de los glaciares. A simple vista, puede parecer que son dos ciencias que tienen poco que ver entre sí.

–Nosotros lo que investigamos es la evolución de la descarga glaciar; es decir, el hielo que se pierde en forma de agua en un glaciar. Para ello, hemos desarrollado un método mediante el cual registramos desde el año 2000 y cada hora esa descarga glaciar. Los datos resultantes hay que analizarlos matemáticamente. No soy una matemática cómoda que pide que le traigan los datos, sino que voy yo a buscarlos. También porque me gusta ver, ya que viendo la naturaleza acabas sabiendo más y entendiendo mejor los procesos.

–¿Cómo han evolucionando esos datos desde el año 2000 hasta hoy?

–De ahí viene justo el título de la conferencia “Los glaciares ya nos habían alertado”. Porque encontramos un cambio muy significativo en tres años, entre el 2003 y el 2006. En ese tiempo la descarga glacial se duplicó. Eso es una barbaridad, pero a escala humana sería difícil verlo. Esa perdida de hielo tan grande no lo hemos sufrido todavía por el efecto regulador de las aguas de los océanos, pero está ahí y lo vamos a tener.

–¿Y qué ha pasado desde 2006 hasta 2021?

–En los últimos años no hemos podido ir a las estaciones –en total, tenemos ocho: cuatro en el Ártico y cuatro en la Antártida– a recoger los datos. Estamos sin financiación y nuestros ahorros se han acabado. Hasta entonces, habíamos puesto nuestro propio dinero. En el 2017 hicimos la última expedición. No todos los años vamos a todas las estaciones, pero de algunas nos faltan datos de ocho o nueve años. Pero es lo que quiere la sociedad...

–¿No interesan estos datos tan valiosos a ninguna administración?

–Científicos alemanes con los que hemos trabajado nos dicen que nuestros datos son un tesoro y en el futuro yo creo que se valorarán mucho más. Nosotros podemos ver los efectos: estas lluvias, estas nevadas, el nivel del mar... Pero no la evolución directa del cambio climático que aportan nuestras estaciones.

–¿Cómo realizan esa medición del calentamiento global?

–Elegimos glaciares en los que todo el hielo que se pierde acaba saliendo por un único río. Ese río lo tenemos monitorizado en continuo, de forma que a cada hora conocemos su caudal. En el río quedan unas sondas que son las que toman los datos y con una serie de curvas matemáticas podemos conocer ese caudal.

–¿Cuántas expediciones polares ha hecho?

–Sé que son más de 60, pero no sé exactamente decir cuántas.

–¿Cómo han cambiado los glaciares a simple vista desde su primera expedición hasta la última?

–Hay algunos glaciares, como el de Islandia, que está casi como para tener que dejar de medir en él, porque se ha ido reduciendo tanto que ya el nivel de ruido que puede hacer la medición es más significativo. En los glaciares de la Patagonia, tanto en la chilena como en la argentina, hemos notado también cambios muy significativos. Y lo mismo pasa en la Antártida. Estamos viendo comportamientos y hábitos que son cada vez más propios de glaciares de montaña. Es decir, que están cambiando de forma muy exagerada.

–¿Se puede llegar a decir que los glaciares se están muriendo?

–Si lo queremos llamar morir... Yo no lo llamaría así, es una evolución. Los glaciares reciben un aporte, que es la nieve que va cayendo, y anualmente siempre hay una pérdida de hielo en forma de agua. Si es mayor el aporte de nieve que lo que se funde, el glaciar sigue aumentando en masa. Ahora lo que ocurre es que se pierde más de lo que se puede reponer. Por tanto, están disminuyendo. Y una cosa está clara: los cambios los sufriremos los seres humanos, arrastrando con ello a otras especies que tendrán que ir adaptándose. La Tierra seguirá ahí; lo que corre peligro es la sociedad tal cual la tenemos montada ahora.

–¿Estamos a tiempo de revertir esta situación?

–Revertir no. Nuestro primer paso tiene que ser intentar que esa pérdida no sea tan grande.

–¿Cree que sirvió para algo la última cumbre del clima de Glasgow?

–No, lo mismo que todas las anteriores. Nosotros estamos cansados de lanzar el mensaje. De 2003 a 2006, cuando notamos ese cambio tan brusco en los glaciares, comenzamos a dar un montón de charlas y a hablar con los políticos. Pero, al final, la respuesta siempre era la misma: “Se hará algo”. ¿Se ha hecho algo desde que se han empezado con estas cumbres? ¿Se ha conseguido algo? Yo estoy muy desengañada ya.

–¿Ha perdido entonces la esperanza de que los políticos reaccionen?

–Yo creo que tal y como están las cosas, tenemos que cambiar la sociedad y con nuestro cambio obligar a hacer un cambio mayor. ¿Cómo? Tenemos que bajar el consumismo. Somos una sociedad altamente consumista y así no podemos seguir; estamos agotando los recursos de la Tierra. Y eso está en nuestras manos. Si desde arriba no hacen más, tendremos que hacerlo desde abajo, que somos muchos millones de personas. Y la acción de millones de personas mueve cosas, hace cosas grandes.

–En 2010 fundó junto a Adolfo Erasola la asociación científica Glackma. ¿A qué se dedica?

–En realidad, empezamos a hacer mediciones ya en el año 2000, lo que pasa es que comenzamos como proyecto. En el 2010 ya hicimos la asociación para alertar todavía más e involucrar a más personas y concienciar de la necesidad de cambio.

La viróloga Sonia Zúñiga cierra mañana el ciclo con un análisis del covid y las vacunas


Un tema tan de actualidad como el covid y las vacunas cerrará mañana la VI Semana de la Ciencia “Margarita Salas” de LA NUEVA ESPAÑA. A las 19.30 horas, en el Club Prensa Asturiana, en Oviedo, la viróloga del CSIC Sonia Zúñiga Lucas impartirá la conferencia titulada “Coronavirus emergentes: ingeniería de genomas y desarrollo de vacunas”. La investigadora del Centro Nacional de Biotecnología (CNB- CSIC), con sede en Madrid, está desarrollando, junto a los científicos Luis Enjuanes e Isabel Sola, una novedosa vacuna contra el coronavirus basada en el ARN mensajero –como la de Pfizer o la de Moderna–. La inyección española podría ser mejor que las existentes por tres motivos principales. El primero: es autoamplificable, lo que significa que la dosis de ARN que se inyecta puede multiplicarse por 5.000 veces dentro del organismo. El segundo: genera una inmunidad esterilizante, es decir, las personas vacunadas no solo no enferman, sino que tampoco se infectan ni transmiten el virus. Y el tercero: su administración podría ser intranasal, lo que da mayor protección en las vías respiratorias, la principal puerta de entrada del coronavirus. Sobre todo ello reflexionará la viróloga del CSIC esta tarde, a la que se podrá seguir en directo a través de la web del periódico lne.es.