“Se fue el canónigo de la gran sonrisa”. Así recordaba este jueves un vecino de Cangas de Onís al sacerdote praviano Luis Marino Fernández Solís, fallecido en la madrugada del miércoles al jueves por un fallo cardiaco mientras realizaba su guardia en el Hospital de Cabueñes, donde desde hacía un año era capellán en una labor que compaginaba con su cargo como canónigo de la Real Colegiata de Covadonga. 

Fernández había iniciado su carrera como sacerdote en Cerredo y Degaña y también había estado en Villayón, pero su gran huella la dejó en las parroquias de Villamayor y Sevares, en Piloña, donde trabajó durante veinte años. Era, hasta su partida para encargarse de la colegiata en julio de 2018, el hombre de confianza tanto de sus fieles como de los de parroquias vecinas. Llegaron a llamarle de urgencia para acudir a Cereceda porque su sacerdote no había llegado a tiempo a un funeral, y la familia aguardaba impaciente ante un templo con las puertas cerradas. Amable y de trato muy fácil, su marcha a Covadonga se debió en parte a que el corazón ya le había dado varios sustos. Llevaba marcapasos, y este trajín de misas y carretera a diario empezaba a suponer un peligro serio para su salud.

Pese a ello, el praviano había sido nombrado nuevo capellán de Cabueñes en marzo del año pasado, como sustituto de José Santaclara, el “cura actor”, a quien relegaron de forma repentina y sin llegar a dar una explicación concreta. Se sumó así el sacerdote al equipo formado por el también capellán José Reinerio y por el jesuita Francisco Rodríguez, que colabora con la asistencia religiosa los fines de semana. Reinerio asegura que formaron buen equipo rápido y que juntos habían asumido la difícil tarea de tener que atender a sus fieles ingresados de habitación en habitación, porque cuando Fernández se incorporó al hospital la capilla –de aforo muy reducido y sin posibilidad de habilitar circuitos separados– todavía estaba cerrada al público. “Trabajamos siempre muy bien, era buen compañero”, asegura el religioso.

Por eso Reinerio se despertó asustado cuando lo llamaron de madrugada para que se acercase a sustituir a Fernández. Le decían que había empezado a encontrarse mal horas antes y que seguía en el hospital. La confirmación de su fallecimiento cayó como un jarro de agua fría sobre un hospital que ya se había acostumbrado a la presencia de su nuevo compañero. “Realmente era pura amabilidad, seguimos todos un poco en shock. Era muy afable, muy buena persona, y formábamos buen equipo. Casualmente nos habíamos conocido ya de niños, en Avilés, y luego nos reencontramos en el hospital. Es un día muy extraño, nos ha pillado de sorpresa”, comentó Reinerio. 

Luis Marino Fernández tiene dos hermanas, Mar y Sandra, y será despedido este viernes, a las 18.00 horas, en la colegiata de Pravia, donde se celebrará el funeral de cuerpo presente. Recibirá después sepultura en el cementerio municipal de San Andrés de Pravia.