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Muerte de un “perro viejo” en la trena: la paliza mortal en la cárcel de Asturias que llega ahora a juicio

La Audiencia juzga al homicida de “El Rompe”, apaleado por separar a dos reclusos, uno un “jefe” que se vengó golpeándole con la pata de una silla

Interior de la cárcel de Asturias. SILVEIRA

Hay lugares en los que la vida vale muy poco y uno de ellos es la cárcel. A J. A. C. A., “El Rompe”, un recluso gijonés de 54 años, muy deteriorado, hasta el punto de que tenía que caminar con una muleta, le quitaron la vida a golpes con la pata de una silla por hacer algo muy simple, pero vital cuando se está entre rejas: poner en cuestión la autoridad de un “jefe”. De nada le valió ser un “perro viejo”. Una ley no escrita, más implacable que la que rige para el resto de los mortales, acabó con su vida en julio de 2020. Este mes próximo, el día 20, un jurado juzga a F. S. B., el hombre que lo mató sin piedad en el módulo 6 de la cárcel. El fiscal le pide 15 años de cárcel y otros diez de libertad vigilada.

La bestial violencia que acabó con la vida de “El Rompe” se inició de la forma más banal. En la noche del 29 de julio de 2020, F. S. B. tuvo una discusión con otro preso, cuando todos estaban ya en las celdas, a través de los barrotes. En un momento dado, el otro recluso le preguntó a F. S. B. –él dice que sin segundas– si en la calle de las Cortes de Bilbao había muchas prostitutas y travestis. F. S. B. sintió su hombría herida y, al día siguiente, tras el desayuno, sobre las nueve y veinte de la mañana, cuando los internos se encontraban en el patio del módulo, todavía molesto y enfadado, se dirigió al otro preso para pedirle explicaciones. El interpelado, que estaba sentado, se incorporó y le contestó que la pregunta no tenía un segundo sentido. Entonces, el acusado trató de meter su cabeza contra la suya, en actitud de reto, con la intención de comenzar una pelea. La sangre no llegó al río en ese momento, ya que se interpusieron otros internos, entre ellos “El Rompe”.

El recluso retado se alejó de la zona donde se había producido el encontronazo, mientras que el acusado se dirigió al gimnasio del módulo con la intención de coger una barra, lo que le impidieron otros presos, entre ellos, de nuevo, también J. A. C. A

Sobre las diez menos veinte de la mañana, J. A. C. A. se dirigió al acusado, diciéndole que no se metiera con chavales, que se metiera con él, que era “perro viejo” y tenía más años de cárcel. Hasta llegó a arrojar su chaqueta al suelo en actitud de reto. F. S. B. no lo aceptó, diciéndole que por su estado de salud no quería pegarle. Pero J. A. C. A. siguió en las mismas y golpeó al acusado con su muleta, que le cayó al suelo. El acusado volvió a decirle que no quería pegarle, pero “El Rompe”, alterado, le propinó dos bofetadas con el dorso de la mano y, al parecer, le dio dos golpes con un “pincho carcelario”, que solo le causaron heridas superficiales.

A las diez menos dos minutos de la mañana, el acusado, molesto al ver que otro interno no le dejaba imponerse a los demás y que ni le temía ni le respetaba, dio una fuerte patada a una silla de plástico que se encontraba en el patio del módulo y, con una de sus patas, a modo de maza, golpeó violentamente en la cabeza a “El Rompe”, que cayó al suelo. El acusado volvió entonces a golpearlo, hasta que otros internos los separaron y evitaron que siguiese agrediéndole. “El Rompe” se levantó del suelo por su propio pie. Lo llevaron al HUCA, pero su condición física era muy mala. No lo soportó. Murió esa tarde por desafiar a un “jefe”.

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