Marcelino Marcos Líndez (1968) preside la Junta General tras ser elegido diputado por el PSOE. Trabajó en el servicio fiscal autonómico y fue alcalde de Tineo desde 2003 a 2012, cargo que dejó para trasladarse al Parlamento como diputado. Ascendió a portavoz del PSOE en 2017. Fue elegido presidente del Parlamento en 2019.

–Recta final de la legislatura, que afronta el último año. Ya tiene perspectiva para hacer un balance.

–Fueron años complicados, y eso ha hecho que muchos de los aspectos relativos al funcionamiento de la Cámara hayan sido excepcionales.

–Se refiere a la pandemia.

–Sí, se conformaron aquellos grupos de trabajo de control al gobierno por parte de los grupos parlamentarios y las restricciones a causa del covid suponían, en mayor o menor medida, un corsé para los grupos a la hora de participar. La Presidencia de la Cámara tiene de bueno que te permite compartir impresiones con otras presidencias a través de los órganos que nos reúnen (la Coprepa, Conferencia de Presidencias de Parlamentos Autonómicos, o la Calre, Conferencia de las Asambleas Legislativas Regionales de Europa) y ves cómo es el funcionamiento de otros parlamentos. Y en eso hay que destacar el comportamiento en el Parlamento asturiano, y me refiero a cómo se comportan las personas que lo forman.

–¿Ha sido bueno?

–Siempre he tratado de poner en valor que, en una cámara con siete grupos, salvo en situaciones puntuales, se ha mantenido el decoro de los parlamentarios y las parlamentarias. Cuando comento con otros presidentes, se quedan sorprendidos de que lo que trascienda en Asturias, lo noticiable, sea lo que se ha discutido y no el comportamiento de los diputados. Y eso debe reconocerse: se pueden defender las posiciones, pero con un mínimo de decoro.

–Bueno, no se confíe. Queda el periodo más tenso.

–Espero que pese al nerviosismo de esa recta final prosiga esa situación. Yo al menos voy a intentarlo. He tratado de mantener mi objetividad como presidente, tratando de aplicar mi impronta. Muchos me verán como el presidente que controlaba los tiempos, pero lo que hago es simplemente aplicar los acuerdos de funcionamiento que se alcanzan. Otra cuestión relevante es tratar de adaptar el reglamento a los tiempos. Hubo varios intentos, pero que no fructificaron y quedaron como trabajos tirados a la basura y que no terminaron con una adecuación a la realidad del siglo XXI. Muchas prácticas de funcionamiento en la Junta son por acuerdo entre quienes la componen, pero no constan en el reglamento. Creo que aprobar esa actualización sería un buen final de legislatura.

–Dígame ejemplos de qué hay que actualizar.

–Hay pautas que figuran y no se aplican, y otras que resultan novedosas: por ejemplo la aplicación de las nuevas tecnologías. Lo vivimos con la pandemia, con el voto telemático. Tenemos que adaptarnos a algo que llega para quedarse. Muchas veces se convoca a partidos o a miembros del gobierno a reuniones de una hora, que se podrían hacer telemáticamente. Pero en este tiempo hemos aprendido mucho sobre la importancia de aprovechar las nuevas tecnologías y extenderlas a todos los territorios.

–O sea, que podremos ver como normal que un diputado intervenga «online» en un debate.

–Probablemente. Habrá que valorar la excepcionalidad en cada caso. No puede ser que se coarte la participación por situaciones como una enfermedad. Pero no tanto por las intervenciones, sino además ante situaciones que podrían alterarán los equilibrios parlamentarios. En otras legislaturas existía la cortesía de la “compensación del voto”. Cuando faltaba por causas excepcionales un diputado, la otra parte lo admitía y prescindía de otro para que no se alterase ese resultado previsible. Se podrían evitar esas situaciones. Y también se fomentaría la participación de los diputados o los expertos en comparecencias. Lo bueno de las tecnologías es que complementan la presencialidad. Por eso es importante utilizarlas.

–Hay un hecho singular en estos momentos. Dos diputados, Pedro Leal (Foro Asturias) y Armando Fernández Bartolomé (Ciudadanos) han sido expulsados de sus partidos, pero siguen en los grupos parlamentarios de esas formaciones. ¿Cómo se come eso?

–Son situaciones que dependen de los propios grupos. Son quienes deciden ante estas situaciones. Desde la atalaya que supone la Presidencia se puede ver la situación, pero no tomar una iniciativa que no nos corresponde. Se puede analizar por qué se hace eso o no, pero las razones son las de cada cual. Es inédita, porque no se ha tomado una decisión al respecto por los grupos. La Mesa o la Presidencia actúan a instancia de quien tiene la responsabilidad de tomar esas decisiones. Es verdad que tiene más interés mediático esa situación.

–Más aún. Armando Fernández Bartolomé es miembro de esa Mesa de la Junta, el órgano que gobierna, por así decir, el funcionamiento ordinario de la Cámara.

–Sí, forma parte de la Mesa y ejerce esas funciones, que podría hacer cualquier parlamentario. Ahí el método de funcionamiento está establecido, igual que el que determina cómo se eligen los presidentes.

–¿Y si Fernández Bartolomé es expulsado de Ciudadanos, debe salir de la Mesa?

–Es algo que no se ha evaluado. Hoy por hoy, ya forman parte de la Mesa diputados no adscritos, aunque no tengan voto en ella. Es importante que nadie pueda decir que no tiene información de los acuerdos que allí se adoptan, o que incluso tenga vías para dejar constancia de su opinión.

–La novedad de esta legislatura ha sido la irrupción de Vox, un partido que explícitamente señala que no cree en la organización autonómica.

–Cada partido tiene su estrategia, que puedes compartir o no. Lo importante es que se mantenga un mínimo de decoro, y ahí es donde me toca ser árbitro. Por ejemplo, siempre dejé claro en las reuniones de portavoces que las referencias no pueden convertirse en ofensas personales. Pero siempre está la habilidad de cada parlamentario. Por ejemplo, no se permite hacer referencias en un asunto a otro ya discutido, pero hay quien tiene más fortuna a la hora de dejar caer de soslayo ciertas afirmaciones. Con todo, hay cosas que me resultan curiosas.

–¿Por ejemplo?

–Que aún se utilice la fórmula de pedir que algo se retire del acta de sesiones. ¿Qué sentido tiene? Es ridículo: figura igualmente en las grabaciones, los partidos lo utilizan en las redes sociales. No va a borrar eso. Pero ya le digo, cada grupo tiene su estrategia y valores que defiende con más o menos fortuna. El éxito de cada cual ya se verá en los siguientes procesos electorales. En todo caso, tengo la sensación de que la política ha cambiado mucho; incluso los espectros ideológicos, en los votantes, no están tan polarizados. Hay generaciones que no han vivido determinadas situaciones, y ciertas justificaciones para no defender posicionamientos de algunos partidos, no calan. Pero ya le digo: cada partido arrima el ascua a su sardina. Y siempre que utilice la palabra, comparta o no su opinión, es parte de la democracia, aunque personalmente lo que se diga me parezca una sandez.

–Usted estuvo sentado como diputado en el hemiciclo y ahora es árbitro de él. ¿En qué le ha cambiado esa nueva perspectiva?

–Pasé de ser alcalde a parlamentario raso, en materias de Medio Rural. Luego a portavoz adjunto y, finalmente, portavoz. Y terminas representando una institución desde un punto más imparcial. Pero eso no quita que no tengas opinión. Al principio cuesta, es cierto. Pero en estos tres años he tratado de acercar la institución al territorio. Es un camino que también otros presidentes han llevado a cabo. Así que me he reunido con representantes de la sociedad civil, he dado mi opinión aunque no pareciese políticamente correcta, y he tratado de trasladar las impresiones recibidas a quien corresponde. Creo en esa labor de la Presidencia, sana, que dignifica la institución. Hay que explicar que existe un trabajo parlamentario que hacen los diputados, que lleva muchas horas. Eso merece la pena explicarlo, en especial a los jóvenes. Por eso nuestra actitud es muy importante para dignificar la institución.

–Pero dice que no ha asistido a momentos especialmente tensos.

–No, y mire que hubo situaciones complicadas, como con la cooficialidad. Con independencia de que haya cierta impostura por parte de los grupos a veces, es de agradecer ese comportamiento; un calentón lo tiene cualquiera, pero se reconduce el tema. Siempre he tratado de ejercer una autoridad que no resulte ofensiva, procurando que todos tengamos cintura.

–Pero al final, todo es política; hasta el calendario. Ahora el debate es si se debe habilitar julio para tramitar leyes.

–Es recurrente ese debate en las legislaturas, porque los tiempos están muy medidos y dan para lo que dan. Por eso son muy importantes los cronogramas. Cuando llegue diciembre tienes que tener claro qué harás porque en marzo se acabó. Esa es una labor que deben realizar los grupos, ponerse de acuerdo. Pero también es lo que me dice, es política: el gobierno quiere sacar leyes, el grupo del gobierno también… pero las prioridades las marcan los grupos.

–Otro momento relevante: el debate sobre el uso del asturiano.

–Ya ve, en la Cámara se sigue hablando en asturiano y no hubo más problemas. Parece que unos días se entiende y otros no. Lo importante es que se pueda hablar con naturalidad.

–La regulación del uso de la Llingua quedará en el reglamento.

–Sí, hubo una adaptación que se mantendrá. Dependerá de cada presidente considerar si se cumple o no lo establecido.

–La reforma del Estatuto quedó aparcada. ¿Una ocasión perdida o la constatación de que los asuntos, como la cooficialidad, no estaban maduros?

–No se puede hablar de ocasión perdida, porque hay un hecho esencial: tiene que haber la mayoría necesaria. Si no la hay, pues habrá que buscar otras oportunidades. Veremos si existe en la siguiente legislatura. Con todo, se ha abierto un debate sano. Hay unas posiciones que algunos defendemos, como la de avanzar en la oficialidad, pero también es verdad que a veces se exige profundizar más allá de lo que debe decir un Estatuto. Pero no considero que sea una oportunidad perdida, hay que aprovechar los trabajos desarrollados. Es cierto que en el debate mediático primó un asunto, la oficialidad, cuando había otras reformas sobre la mesa. Quizás en otra legislatura pueda afrontarse una reforma del Estatuto de manera más integral.

–Gobernar un parlamento con siete grupos…

–La fragmentación no se ha convertido en inoperancia. Al final los grupos están formados por personas. A veces no es lo mismo cómo funciona un grupo una legislatura que en otra, porque al final pesan las relaciones personales también. Puedes tener menos grupos y vivir una situación de obstaculización mayor. Lo más difícil es adaptar tiempos y formatos. Lo que tenemos que meternos en la cabeza es que la política requiere de dos cosas: diálogo y consensos. Aquellos que piensen que sin diálogo pueden obtener frutos, se equivocan. Hay que hablar, y para llegar a acuerdos hay que ceder. Recuerdo por ejemplo de la pasada legislatura cuando el PP de Mercedes Fernández apoyó los presupuestos de Javier Fernández: en cuanto se aparcaron ciertos asuntos se allanó el camino del acuerdo.

–Pero todo eso rara vez ocurre a la vista en la Cámara.

–Porque se escenifica. A veces el nivel de exageración es elevado. Siempre quedan los pasillos. Aquí nos llevamos bien y eso contribuye a relaciones y a acuerdos. Ahora bien, milagros a Lourdes.

–Y luego, no es lo mismo estar en el Gobierno que en la oposición.

–Claro. Si cuantificas económicamente todas las iniciativas que presenta la oposición cubrirían varias veces el Presupuesto regional. A veces siento que pido un imposible, pero haría falta más rigor. Se puede hacer acción política de oposición siendo más riguroso. ¡A ver cuántas batidas de lobo firma la consejería cuyas responsabilidades tiene Vox en Castilla y León!

–Le cuento una situación: hace semanas LA NUEVA ESPAÑA reunió a los portavoces parlamentarios. Se desarrolló un diálogo entre ellos informal y fuera de micrófono, y estaban de acuerdo en muchas más cosas de las que explicitan normalmente en la Junta. Por ejemplo, en el reto demográfico.

–Es cierto que hay muchas cuestiones con puntos en común, pero que están enquistados. Hay mucha puesta en escena, en especial porque se quiere trasladar una imagen a los colectivos que tratas de defender o a los territorios a los que diriges tu iniciativa. Por eso es importante ser riguroso en la defensa de las posiciones.

–Muchas veces los partidos ­hablan para sus propias redes sociales.

–Las utilizan mucho. Son importantes, pero no pueden orillar la política de «prau». Hay que pisar el territorio aunque a veces te pongan las orejas coloradas. Ir a las duras y las maduras. Y te valoran cuando estás a las duras. La política del formato antiguo es compatible con el moderno.

–Con eso del territorio me hace pensar en el Occidente, su circunscripción. Esa zona dice sentirse abandonado y ha surgido una candidatura autonómica.

–Es un riesgo pasar a una fragmentación territorial. Los territorios más despoblados saldrían perdiendo si se iniciase un proceso de cantonalismo. Si Oviedo y Gijón hiciesen un movimiento de esas características, ¿qué le quedaría a esas zonas? En ese sentido quiero defender que el PSOE ha luchado siempre por el equilibrio territorial, en sentido ­amplio.

–Pero, aunque tenemos un sistema electoral con circunscripciones, no se percibe que los diputados elegidos por ellas se centren en una defensa territorial.

–Pero son referentes de esas zonas; conocen los problemas de ese territorio y actúan de altavoz en sus propias formaciones políticas.

–Esa misma queja sucede con los diputados nacionales: se pliegan finalmente a la disciplina de voto de sus partidos. Por ejemplo, los diputados asturianos del PSOE en los debates sobre el lobo.

–El PSOE tiene órganos internos para debatir. Mire lo que pasó con el asturiano. En los partidos sí hay esos debates, pero en esto, como en el fútbol, si formas parte de un equipo, estás en ese equipo.

–Se han anulado las restricciones para el voto de los residentes en el extranjero. Eso tiene más relevancia en circunscripciones como el Occidente, donde pesa mucho esa bolsa de votos.

–Esa decisión es razonable, siempre fui muy crítico con las limitaciones que había. Hay que favorecer la participación y a veces favorece a unos y otras a otros. En Asturias es cierto que al PSOE, pero en Galicia al PP.

–Podría darse el caso de que un diputado obtenido en el Occidente basculase luego por ese voto.

–Bueno, pasó en 2012: el escrutinio no termina hasta que se cuenta el último voto, venga de donde venga.

–Usted ha dicho que ha tratado de llevar la imagen de la Junta a todo el territorio. ¿Qué imagen ha descubierto que se tiene del Parlamento? ¿Se confunde mucho con el Gobierno?

–Hay que ser muy didáctico. En algunas comunidades el término «Junta» se aplica al Gobierno y el de «Asamblea» al legislativo. Pasa a menudo. Luego, muchos creen que tienes responsabilidades que no tienes: te piden que les hagas una carretera. Los ciudadanos no tienen por qué conocer las competencias de cada institución, pero debemos ser didácticos. Y la Junta no la forman solo los diputados, también los empleados públicos que aquí trabajan y que contribuyen a sacar adelante las políticas que necesita esta comunidad. Por eso debemos dignificar la institución con nuestra forma de actuar. Y aunque no estemos de acuerdo, yo pongo en valor la labor que realizan los 45 diputados.

–En esta legislatura ha hecho que la Junta acoja actos diversos, más allá de los parlamentarios.

–Es una oportunidad. Es una pena no aprovechar este palacio y lo intentamos con la Academia de la Jurisprudencia o la Universidad de Oviedo, con charlas relacionadas con el Derecho y otras cuestiones. Debemos hacer que se vea como la casa de todos los asturianos y asturianas. Y si para determinados actos este marco es un altavoz, considero que se ha cumplido el objetivo.