Sin perder las tradiciones, la Feria Internacional de Muestras de Asturias (FIDMA) sigue su curso con total normalidad. Los miles de visitantes que día tras día acuden al recinto ferial Luis Adaro de Gijón lo hacen por varios motivos, entre ellos el gastronómico. Cualquier momento del día es bueno para disfrutar de alguno de los puestos de comida que ofrece la Feria, pero sin duda los que más triunfan son los que venden bocadillos de calamares. Todo un clásico. "Da gusto venir, cada año están más ricos", aseguraba ayer la gijonesa Arancha Álvarez mientras se comía uno de esos bocatas junto a su marido, José Miguel Sánchez. Una escena que se repetía por todas las esquinas del recinto.

Corrían las tres de la tarde y poco a poco los pasillos de la Feria se quedaban sin espacio fácilmente transitable. Era la hora de la comida. El humo salía de los puestos, los visitantes disfrutaban de sus platos y el ambiente era inmejorable. Si bien muchos optaban por comer en las terrazas, muchos otros –dada la dificultad para encontrar un sitio mejor– elegían sentarse en el primer bordillo que aparentase cierta comodidad. "No se entiende la Feria de Muestras sin un buen bocadillo de calamares", aseguraba Rosana Crespo mientras masticaba el manjar ferial. Su familia, también sentada en uno de los bordillos de la Feria, compartían su opinión y sus gustos. "Es mi bocata favorito con diferencia", señalaba la joven Alexia García, de nueve años, mientras se llevaba a la boca un mordisco: "Es el más rico de toda la Feria, pero fuera también los como porque me encantan". Junto a ellas estaban Carmen Diz y Horacio Crespo disfrutando de otro bocadillo de calamares, como no podría ser de otra forma. "Entra estupendo. Y más cuando hay hambre", reconocía el hombre. "Es toda una tradición que no puede faltar en la visita", señalaba por su parte la mujer.

Por la izquierda, José Miguel Sánchez y Arancha Álvarez, ayer, en la Feria de Muestras. | Marcos León

Varios metros más lejos, Arancha Álvarez y José Miguel Sánchez seguían disfrutando de idéntico bocado. Eso sí, acompañado de unas patatas fritas para compartir. "Patatas y calamares, no se puede pedir más", bromeaba la mujer, quien, mirando de un lado a otro mientras apreciaba la muchedumbre, celebraba la escena: "Ver la Feria tan llena es una maravilla después de todo... Da gusto venir". Por fortuna, atrás empiezan a quedar los tiempos de mascarilla y aforos limitados.